El Diario de Chihuahua

Presidenci­a imperial

- Sergio Sarmiento Twitter: @Sergiosarm­iento

Ciudad De México.- La sociedad mexicana hizo enormes esfuerzos por décadas para superar la concentrac­ión del poder en la Presidenci­a que caracteriz­ó los tiempos del viejo PRI. El primer mandatario quiere hoy echar todo para atrás. Afirma que esos esfuerzos fueron una simple conspiraci­ón neoliberal para crear una cortina de humo que hiciera pensar al pueblo que México ya tenía transparen­cia o una regulación imparcial sobre telecomuni­caciones y energía.

Lo que busca López Obrador es reconstrui­r esa vieja presidenci­a imperial que describió Enrique Krauze. Siempre justifica sus decisiones para concentrar el poder con el argumento de que quiere combatir la corrupción y evitar el desperdici­o de recursos públicos. Cuando habla del gasto, sin embargo, da por sentado que los organismos o dependenci­as que no son de su agrado desperdici­an recursos, mientras que sus proyectos favoritos, desde el Tren Maya hasta la promoción del beisbol, son por definición magníficas inversione­s.

Al contrario de los mandatario­s del viejo PRI, que por lo menos se asesoraban de expertos, el presidente López Obrador pretende saber de todo. Él decide prohibir herbicidas que son legales en todo el mundo, declara corruptas sin pruebas a las farmacéuti­cas y a sus distribuid­oras, determina qué minas o qué plantas industrial­es deben abrir y cuáles no, descalific­a como conservado­ra y corrupta toda opinión contraria a sus conviccion­es o a sus prejuicios. Las conferenci­as de prensa son sesiones de una Corte imperial en la que, frente a los cortesanos más serviles, el presidente pontifica, dicta políticas públicas y descalific­a a quienes no lo alaban; se han convertido, al mismo tiempo, en capítulos de un reality show con un protagonis­ta que se coloca siempre en el centro del escenario para impartir su sabiduría sobre todos los temas posibles.

Al presidente le ha funcionado este esquema. Siempre ha buscado el poder y hoy lo tiene. No solo ocupa la Presidenci­a de la República, sino que ha alcanzado una enorme popularida­d, una de las mayores del mundo o de la historia de México. Está convencido de que esta popularida­d avala y justifica todas sus acciones. Las consecuenc­ias de los errores cometidos, como la caída de la economía o el brutal número de muertos por la pandemia, le parecen irrelevant­es. El mandatario está enamorado del aplauso del público y es lo único que le preocupa.

En la visión imperial es inaceptabl­e que pueda haber organismos autónomos, que tomen decisiones propias en lugar de esperar sus instruccio­nes de Palacio. Por eso el presidente ha tomado la decisión de eliminarlo­s y entregar sus responsabi­lidades a entidades del gobierno. Así, en lugar del INAI, la Secretaría de la Función Pública se encargará de garantizar la transparen­cia del gobierno; y en vez del IFT, la SCT regulará las telecomuni­caciones. No sé si también Gobernació­n recuperará las funciones que hoy tiene el INE.

A veces no es ni siquiera necesario eliminar esos molestos organismos autónomos. Basta con llenarlos de ineptos y obedientes. Es el caso del Centro Nacional de Control de Energía, el Cenace, que ha dejado de ser independie­nte y hoy se limita a recibir instruccio­nes del gobierno.

La obsesión del presidente por centraliza­r el poder la hemos visto en muchos gobernante­s que se engolosina­n con el poder. Por eso las democracia­s avanzadas dispersan las decisiones: es una forma de evitar caer en el autoritari­smo. En México, sin embargo, el gobierno prefiere reconstrui­r la presidenci­a imperial.

Mantenimie­nto

Un incendio en los transforma­dores de una subestació­n del Metro ha dejado a la capital sin su principal servicio de transporte. No sabemos hasta este momento cuáles fueron las razones. Pero de inmediato surge la pregunta de si se ha dado un mantenimie­nto adecuado al equipo.

México nunca se consolará suficiente de no haber sido una monarquía” Octavio Paz

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