DAN ÚLTIMO ADIÓS A JUAN QUEZADA
N- “Así como el libro Génesis dice: Tomó Dios el barro e hizo al hombre y con su aliento le dio vida, nuestro hermano Juan recibió el don de transformar el barro en una preciosa joya, pero no se lo quedó para él, sino que tuvo la gracia de compartirlo y poner al servicio de una comunidad aquello que se le dio”, reconoció ayer el Obispo de la Diócesis en la misa de cuerpo presente para despedir al maestro alfarero Juan Quezada.
Ante más de 200 personas que se dieron cita ayer en el rancho “Barro Blanco”, ubicado a unos 4 kilómetros de Juan Mata Ortiz, Jesús José Herrera Quiñonez quien se hizo acompañar de otros dos sacerdotes para oficiar la misa, no se limitó a cumplir con el protocolo eucarístico, sino que hizo referencia de varios aspectos de la vida de este artesano, para destacar “la sencillez de la persona ante su propia grandeza”.
El Obispo de la Diócesis de Nuevo Casas Grandes, aceptó haber estudiado las referencias de la vida de Juan Quezada, pero destacó sobre sus habilidades que lo convirtieron en el mejor ceramista del mundo, la cualidad de no haber sido egoísta y compartir con su comunidad, Juan Mata Ortiz, el valor de su descubrimiento.
Antes de iniciar la misa, se acercó a la viuda de Juan Quezada, Doña Guillermina, para expresarle sus condolencias y ofrecerle un mensaje de aliento.
La misa de cuerpo presente, estaba programada a las 11:00 de la mañana, pero la procesión del cortejo fúnebre, desde el Salón de Actos en Juan Mata Ortiz hasta el rancho “Barro Blanco”, demoró algo el evento, porque las decenas de vehículos tuvieron que pasar la sinuosa vereda rumbo a las faldas de los cerros, donde el maestro Juan Quezada obtenía la arcilla para las obras que le dieron renombre a nivel internacional.
Terminada la misa, hubo dos intervenciones a modo de homenaje, donde se leyeron algunas palabras que hacían eco a la humildad del personaje, su pasión por lo que hacía, y que “fue tan generoso que compartió todo con los demás”.
Por último, el mariachi “¡Sí, señor!” Intervino para tocar algunas melodías como “Amor eterno”, previo a la salida del féretro hacia su morada final, a unos 100 metros de la cabaña en el rancho.
"Tuvo la gracia de compartir el don que le fue dado"