Sobrevivir al infortunio
La resiliencia es la capacidad de las personas de recuperarse frente a la adversidad
Nunca deja de sorprendernos la capacidad de algunas personas para soportar la adversidad y el infortunio. “Yo no podría soportarlo. Si a mí me pasara, me hundiría, me moriría”, son frases que todos hemos dicho o pensado alguna vez cuando razonamos sobre la situación de quienes han perdido a un hijo, conviven con una dura enfermedad, afrontan una pareja violenta, educan a adolescentes irresponsables, pierden su trabajo, les deja su pareja, o sufren, como los políticos, frecuentes reprimendas o insultos que, a veces, alcanzan a su propia familia, entre otros relevantes ejemplos.
Lo cierto es que, cuando el infortunio nos alcanza personalmente, no nos morimos y aprendemos a soportarlo, porque la naturaleza, la evolución biológica, nos ha programado para eso, para sobrevivir.
Por supuesto, nuestra vida deja de ser como antes, y hay que cambiarla haciendo uso de la principal y más poderosa capacidad del cerebro y la mente humana: razonar para ver las cosas de otra manera, para reducir nuestros sentimientos negativos y para proponernos metas y objetivos enraizados en la nueva situación que vivimos; en dos palabras, para resistir.
La sufren menos
Aun así, en el día a día también constatamos que unas personas resisten mejor que otras el malestar y el estrés que provocan las diferentes adversidades. Hay quien lo sufre menos y enseguida se recupera, mientras que otras personas lo acusan más y tardan mucho en estabilizar su estado físico y mental tras haber sido víctima de alguna circunstancia como las anteriormente mencionadas.
Para referirse a esa diferente capacidad de recuperación de las personas, la psicología ha asumido el término resiliencia, tomado de la física y la ingeniería.
En su origen, ese término se refiere a la capacidad de un material o cuerpo físico para recuperar su estado normal después de haber sufrido alguna presión mecánica que lo ha doblado o modificado.
Una goma, por ejemplo, es un material muy resiliente, pues, cuando la doblamos, enseguida vuelve a su estado normal. Los metales, por el contrario, presentan
mucha menor resiliencia, aunque en grados muy diferentes cada uno de ellos.
Del mismo modo, en psicología, una persona tiene mucha resiliencia (es muy resiliente) cuando es capaz de superar con prontitud una situación adversa, evitando la ansiedad y la depresión y volviendo a su estado físico y mental normal.