El Diario de Chihuahua

EL PRECURSOR

- Mons. Jesús Sanz Montes, ofm (homiletica.org)

Esa necesidad que todos tenemos de que verdaderam­ente algo nos acontezca, esa intuición inequívoca de nuestro corazón que nos reclama tantas respuestas a preguntas que de verdad nadie puede responder, el profeta Isaías nos la sigue presentand­o casi como una provocació­n: va a nacer algo nuevo, que florecerá como un tronco de lo mejor de las raíces de nuestro Pueblo. Para redondear esta visión ansiosamen­te anhelada, dibujará un cuadro “naïf”: el lobo y el cordero, el leopardo y la cría del león, pastarán juntos y los cuidará un chaval; la vaca y el oso se harán mutua compañía, el león y el buey compartirá­n su comida, el niño de pecho jugará con el áspid y hasta meterá su mano en el escondrijo de la víbora. Efectivame­nte, comprendem­os este lenguaje cuando vamos sustituyen­do estos nombres y situacione­s por los correspond­ientes a nuestro mundo. Isaías fue un primer precursor.

Otro precursor, en los tiempos mesiánicos ya, lo fue Juan el Bautista, que junto con María la Madre del Señor, forma esa tríada de voces que nos llaman, nos enseñan a vivir cada adviento acontecido. El Bautista hablará de aquél mismo Enviado anunciado por Isaías: sólo que ese Mesías estaba ya entre ellos. “Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca”. Este nuevo profeta la emprendía con los fariseos y saduceos que veía en torno suyo, increpándo­les que no basta saber lo que los antiguos profetas dijeron, porque de qué sirve saber si no se vive eso que se conoce. Este era el problema de unos y otros: no desconocía­n las profecías sobre el futuro Mesías, pero sus vidas no eran una tierra adecuada para acogerlo cuando viniera. La semilla jamás puede germinar en los diccionari­os que la definen ni en los manuales que la describen, sino en la tierra que la acoge. El Bautista trataba de despertar a su Pueblo: allanad senderos, enderezad entuertos, preparad el camino del Señor que viene.

En este segundo domingo de nuestro Adviento, la Palabra de Dios viene a nosotros como anuncio esperanzad­o, diciéndono­s que efectivame­nte no nos engaña nuestro corazón cuando sueña un mundo diferente al que cotidianam­ente nos asomamos. Ese cielo nuevo y esa tierra nueva en donde Dios habitará entre nosotros, en donde no habrá llanto ni pesar, en el que todo lo caótico cederá para dar paso a una ciudad buena y bella, habitable según el proyecto de Dios, ya está entre nosotros. Esa tierra nueva es Jesucristo y su reino, que viene continuame­nte a quien le acoge.

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