Chihuahua en la Operación Chapultepec
Enfrentar momentos críticos de la humanidad, siempre será tarea de todos, pero exige a los mejores al frente. Pensar en cada persona, como colectividad, en un momento en el que instintivamente se trata de salvar la vida propia y se intenta hacer rendir al máximo los limitados recursos, nos enseña que la buena administración, la voluntad, la solidaridad y la disciplina son nuestras mejores armas ante amenazas globales. Hace un par de años, aún permanecíamos en Ciudad de México, donde tuvimos la oportunidad de poder servir a México, dentro de un operativo, sin precedentes, la Operación Chapultepec, y es importante sembrar una memoria, de lo que significó, ser parte de este esfuerzo tan grande y que abrió la puerta a modelos universales de atención en algunos hospitales, formados para servir a cualquier persona.
La mayoría de los 600 elementos, que ahí pudimos participar, casi 60 de Chihuahua, llegamos, con la única convicción de apoyar a las personas afectadas de Covid-19, en los diferentes hospitales del Valle de México. Desconocíamos los turnos asignados, hospitales de adscripción, donde seríamos hospedados, las funciones específicas que haríamos, las condiciones de transporte, de insumos en nuestros hospitales, pero, con la certeza, de que éramos requeridos por nuestros pacientes y sus familias.
En diciembre del año 2020, arribamos, entre colegas médicos y el honorable cuerpo de enfermería, a iniciar lo que sería, una de las participaciones más grandes de la historia IMSS, esta vez no ante un desastre natural, o a situaciones de gran magnitud social como la violencia o migración, sino ante un peligro que llevaba meses amenazando a la humanidad entera, el virus SARS COV 2.
Algunos ya habíamos enfermado a esas fechas, incluso perdido seres queridos en la dura pandemia, algunos ya colaboraban es sus ciudades, en áreas Covid-19, otros desde el primer nivel de atención, participábamos en la detección y vigilancia epidemiológica, incluso llegaba personal desde mandos operativos y así con incertidumbre y los cuidados necesarios, hicimos equipos de trabajo, con aquellos compañeros, que ya estaban asignados y sin duda cansados, en esos hospitales, para dar frente, en 1era línea de batalla, a esta nefasta enfermedad.
Nos recibieron de la mejor manera y con la mayor dignidad, con personal siempre atento, provistos de alimentos, techo seguro, transporte organizado, además de una excelente organización de las primeras dosis de vacunación, siempre con pruebas de detección de virus, así iniciamos. Al paso de las semanas y ya en operación, fuimos capacitados continuamente, contamos con apoyo psicológico, médico y organizacional para realizar nuestras labores.
Nos fuimos involucrando en los procesos y pronto ya estábamos inmersos en nuestras obligaciones, y en la sensibilidad de una ciudad tan contrastante, que nos suplicaba estar al pie del cañón, atendiendo a cada paciente, sin importar las condiciones, ni distinguir entre la condición de derechohabiencia o no, de quien demandaba el servicio. Ahí nos dimos cuenta de que era vasta la necesidad de contar con formas de integrar a todo mexicano a la oportunidad de ser atendido, siempre.
Interminables ambulancias circulando por toda la ciudad, a cualquier hora, tantos casos donde más de dos integrantes de una misma familia, necesitaban cama de hospital simultáneamente, nos dimensionaban la situación.