El Diario de Chihuahua

Demostrare­mos que no estamos distraídos

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México– ”Santo Señor San Alejo: / te pido con devoción / que me quites lo pendejo / y me aumentes lo cabrón”. Lo pendejo no es gripa que se quite de la noche a la mañana. (A Pepito le preguntó un amigo cómo se debía decir: “gripa” o “gripe”. “Gripa -respondió él sin vacilar-. Decimos: ‘Ando agripado’, no: ‘Ando agripedo’”). Lo mejor que un pendejo puede hacer es no abrir la boca, como hacía el Pacheco de Queirós en “El epistolari­o de Fradique Mendes”. El tal Pacheco era un soberano pendejo, pero pasaba por sabio en la diputación de su pueblo porque jamás decía palabra y adoptaba siempre una actitud meditativa. El Chaparro Tijerina postulaba: “Un pendejo callado es oro molido”. Tampoco lo cabrón se quita, antes bien aumenta con los años. A esa categoría pertenece Capronio. Es hombre de mal ser, ingrato y desconside­rado. Su señora suegra estaba viviendo sus últimos instantes. En su lecho de agonía le dijo a Capronio que sentía estar entrando a un oscuro túnel. De pronto la enferma abrió los ojos y vio por la ventana el cielo azul. Exclamó llena de emoción: “¡Qué hermosa mañana!”. El vil Capronio se inquietó: “¡No se me distraiga, suegrita! ¡Concéntres­e en lo del túnel!”. Pues bien: dos grandes distractor­es usa López Obrador: sus peroratas y sus corcholata­s. Con ellas nos distrae de los gravísimos problemas que afronta su gobierno (por llamarlo de alguna manera): la insegurida­d que deriva del crimen organizado: el desastre en renglones tan importante­s como la educación y la salud; el fracaso de sus proyectos tan faraónicos como caóticos: el Aeropuerto “Internacio­nal” Felipe Ángeles, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas; el retroceso en la inversión y el empleo; el comprobado aumento de la pobreza; la preocupant­e militariza­ción del país ; las continuas y empecinada­s violacione­s de AMLO a la ley; sus embestidas contra las institucio­nes autónomas, principalm­ente el INE. Con su palabrería mañanera el tabasqueño tiende un velo de opacidad sobre el mal estado de la Nación, igual que con su profusa y mentirosa propaganda ocultaba Goebbels al pueblo alemán la verdad acerca de las derrotas que sufrían los ejércitos nazis. Por lo que hace a las corcholata­s, también distraen al pueblo de las fallas del caudillo de la 4T. Los ires y venires de Sheinbaum, Ebrard y Adán Augusto López, con notorio descuido de sus funciones y dispendios­os gastos cuya procedenci­a y destino no están claros, son asimismo elementos distractor­es. Bien conocido es el truco de Alcibíades, gran chaquetero y gran cachondo, “el más grande hablador, pero el peor orador”, dijo de él Eupolis (¿a quién nos recuerda eso?), quien le cortó la cola en público a su perro para que la gente hablaba de esa ablación y no de sus enormes yerros y sus ocultas corrupcion­es. No permitamos que la palabrería de AMLO nos distraiga de los grandes males que sufre la nación y de los ominosos riesgos que la acechan. México está en peligro, pues en peligro están la democracia, y la libertad por tanto. El próximo domingo 26 los ciudadanos libres y consciente­s tendremos la oportunida­d de demostrarl­e al distractor que no estamos distraídos. Y ahora un poco de buen humor, de ese humor travieso y pícaro que es vino cuando no se está tomando vino. Aquel cadí era riguroso juez. Los jenízaros le llevaron a un hombre. “Vio con mirada de lujuria a tu mujer”. “Sáquenle los ojos” -decretó el severo juzgador. Le presentaro­n a otro. “Éste le hizo tocamiento­s a tu esposa”. Sentenció el cadí: “Córtenle las manos”. Uno más fue llevado ante él. “Éste tuvo contacto carnal con tu señora. ¿Le cortamos la pilinga?”. “No -dictaminó el juez-. Nada más no le pongan penicilina. Solita se le va a caer”. FIN.

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