EL AMBIENTE DEL CONCILIO VATICANO II
Aires de optimismo
-Para Joseph Ratzinger había "aires de intenso optimismo, cuando no de euforia"; algo del "ingenuo optimismo de la era Kennedy" había penetrado el Concilio, con la "idea de una gran sociedad: lo podemos conseguir todo, si nos lo proponemos y ponemos medios para ello". Pero más que eso, le parecía un gran "acontecimiento del Espíritu. 'El Concilio, un Pentecostés: era esta una idea que respondía a los sentimientos de aquella hora. No porque el Papa Juan XXIII lo hubiera formulado como un deseo, como oración, sino porque fue también una interpretación exacta de nuestras experiencias al llegar a la ciudad conciliar: encuentros con obispos de todos los países, de todas las lenguas [...], una vivencia directa de la catolicidad real, con esperanzas pentecostales. Este era el signo, preñado de promesas, de los primeros días del Vaticano II" (1).
Según Juan Pablo II, a la sazón Padre conciliar, "el Concilio fue un acto de amor: 'un grande y triple acto de amor'". Él hizo suyas esas palabras del discurso de apertura de Pablo VI del IV período conciliar, "un acto de amor 'a Dios, a la Iglesia, a la humanidad'". Prosigue Juan Pablo II: hoy "la eficacia de ese acto no se ha agotado en absoluto: continúa obrando a través de la rica dinámica de sus enseñanzas" (2).
Los Padres
-Historiadores varios escriben que, desde el comienzo, los Padres en su mayoría concordaron con la dimensión pastoral querida por Juan XXIII, aunque "se evidenciaron desde los inicios dos grupos, denominados mayoría y minoría; el primero aperturista y el segundo netamente conservador, y aunque la 'mayoría' no era homogénea, tenía conciencia de estar en la línea destacada por el Papa, sensible a la realidad del mundo y a las necesidades de adaptación, abierta al diálogo ecuménico, partidaria de una Teología pastoral basada en la Escritura, preocupada de la eficacia concreta de las decisiones" más que de "la formulación exacta de la doctrina" (Cf. Pbro. Prof. Hubert Jedin /Prof. Konrad Repgen, Manual de Historia de la Iglesia).
La "'minoría' la formaban obispos conservadores pertenecientes a países tradicionalmente católicos, apoyados firmemente por la Curia, 'este grupo se aferraba a la estabilidad de la Iglesia, sentía la preocupación de salvaguardar el depósito de la fe en toda su integridad" (Cf. Pbro. Prof. Roger Aubert).
Distintos pero bien dispuestos
-Ratzinger, a la sazón perito conciliar, "siempre rechazó esta simplista interpretación del Concilio en la que 'derecha' e 'izquierda', 'liberales' y 'reaccionarios', 'progresistas' y 'conservadores' tan sólo luchaban por conseguir el poder e imponer sus opiniones". Antes bien, "la actitud habitual de los Padres conciliares era imposible de reducir a estos esquemas", pues "una vez realizada la votación estaban tan dispuestos como cualquier otro a aceptar el decreto promulgado. Básicamente tal fue la actitud de todos"; si bien cada cual estaba convencido de que su postura sobre un determinado punto era la correcta, en un momento dado "comprendían que ambos lados no podían tener toda la razón al mismo tiempo, y se adherían a la opinión mayoritaria tan pronto esta quedaba finalmente clara, y era promulgada por el Papa como doctrina común enseñada por el Concilio" (1).
Juan XXIII, muy feliz
-Las sesiones conciliares fueron cuatro, realizadas los otoños consecutivos de 19621965, con duración cada uno de dos-tres meses.
El día de la inauguración Papa Juan estaba feliz: "Gócese hoy la Santa Madre Iglesia porque, gracias a un regalo singular de la Providencia Divina, ha alboreado el día tan deseado en que el Concilio Ecuménico Vaticano II se inaugura solemnemente... bajo la protección de la Virgen Santísima, cuya Maternidad Divina se celebra litúrgicamente este mismo día. El... sucesor de San Pedro, que os habla al convocar esta solemnísima asamblea, se ha propuesto afirmar, una vez más, la continuidad del Magisterio Eclesiástico, para presentarlo en forma excepcional a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las circunstancias de la edad contemporánea".
Mucho se puede comentar sobre aquellas breves líneas, pero sólo diremos que el Papa conocía bien la realidad de su tiempo, los problemas y retos, y proféticamente descubría, como semillita, todo lo positivo de su generación y la entonces adveniente, confiando plenamente que la historia y la Iglesia eran conducidas por la Providencia al "cumplimiento de planes superiores e inesperados".
Un magisterio "predominantemente pastoral"
-Sobremanera al Papa le interesaba, primero, la "defensa y revalorización de la verdad"; dos, "la difusión de la doctrina sagrada" con modos actuales, mostrando la Iglesia "la validez de su doctrina más que renovando condenas"; y aunque reconocía "doctrinas falaces, opiniones y conceptos peligrosos que prevenir y disipar", consideraba que eran tan evidentemente perniciosos, que los hombres por sí solos los condenarían; tres, promover "la unidad de la familia cristiana y de la familia humana".
Deseaba evitar discusiones sobre temas doctrinales, pues a la sazón no era necesario. Pero pedía que, adheridos "a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I", dieran "un paso adelante hacia una penetración doctrinal y formación de las conciencias" con un lenguaje actual. En síntesis: "una cosa es la sustancia de la antigua doctrina, el depositum fidei", y otra cómo formularla "ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral".
Iglesia hacia adentro y hacia afuera
-Sorprendió a los Padres, y les agradó el carácter pastoral del Concilio, en cuanto a llevar al mundo el mensaje de Cristo de una manera eficaz, y ya desde la primera sesión vieron la necesidad de reducir el número de esquemas (de 70-16), y la importancia de los peritos quienes, trabajando en grupos reducidos, impartiendo conferencias y redactando intervenciones, asesoraron a los obispos.
Juan XXIII sólo pudo asistir a la primera sesión: falleció en junio de 1963, sucediéndole Pablo VI, quien en el discurso de apertura de la segunda sesión (29-09-63) condensó el deseo de su predecesor en dos temas centrales: Iglesia hacia dentro, Iglesia hacia afuera. En torno a ellos se desarrolló el Concilio.
El trabajo
-Maduró pronto la interacción de los Padres, quienes ejercieron desde la tercera sesión mayor libertad, confrontación madura de opiniones, con las normales tensiones sobre algunos puntos.
En la cuarta sesión Pablo VI anunció la creación del Sínodo de Obispos, y se prosiguió con las discusiones sobre varios esquemas.
Finalmente, después de 168 congregaciones generales, el Concilio promulgó 16 documentos: cuatro Constituciones, nueve Decretos, tres Declaraciones.
Los días finales se vivió la despedida de los observadores no católicos, se levantó la mutua excomunión entre Roma y Constantinopla (desde 1054) y se clausuró el Concilio el 8 de diciembre en la Plaza de San Pedro: comenzaba el trabajo pastoral.
(1)Pablo Blanco, Joseph Ratzinger, perito del Concilio Vaticano II
(2)Juan Pablo II, discurso febrero 27, 2000