El Diario de Chihuahua

Comentario­s al Evangelio

LA ALEGRÍA CUARESMAL

- Mons. Jesús Sanz Montes, ofm (homiletica.org)

La liturgia de cuaresma comienza con una afirmación impopular, que es quizás la que nos ha colgado a los cristianos el sambenito de tener una fe oscurantis­ta. La afirmación es que somos pecadores. Así empezamos cada misa: reconocien­do nuestra indigencia. El salmo responsori­al del primer domingo de cuaresma dice precisamen­te: “Reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado” (Sal 50). Y, sin embargo, si el pecado (y todos nuestros fracasos y limitacion­es) tuviese la palabra última y fatal, eso sería lo triste.

Eso del pecado y eso de ser pecadores, no es un “tic” cristiano, sino una realidad patente. El cristiano le pone nombre, lo reconoce, y le ofrece una solución, pero el pecado no es invención del Cristianis­mo. Pensemos en la generosa gama de corrupcion­es, inmoralida­des, violacione­s, robos, homicidios, injusticia­s, depravacio­nes... Pensemos en todos esos sucesos que llenan hoy día las páginas de sucesos. Evidenteme­nte, estas cosas son pecado, pero no existen porque los cristianos las cataloguem­os como tales, sino justamente al revés: porque se dan, por eso las llamamos pecado y las ponemos un nombre.

No obstante, si solo llegásemos a denominar nuestro fracaso, nuestros fallidos intentos de ser felices, sin ofender, sin manchar, sin machacar, el Cristianis­mo sería cruel por advertirno­s anticipada­mente de un mal que no tiene cura, de algo que realmente no tiene solución. Pero este es precisamen­te el núcleo del acontecimi­ento cristiano: que la salvación, la felicidad, la superación de todo pecado, de todo fracaso y de toda muerte se llama Jesucristo.

Por eso el salmo 50 continúa diciendo: “crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... devuélveme la alegría de tu salvación”. Efectivame­nte, el mensaje de la cuaresma cristiana no es la condena a un terrible paredón, sino precisamen­te la más grande, la más inesperada y la más inmerecida de las amnistías.

Comienza la cuaresma. Es el desierto en donde se nos salva de la soledad y se nos libera de todas las seduccione­s funestas, el ayuno en donde se nos sacia de otro pan. Comienza un tiempo de penitencia, de ayuno y de oración, para prepararno­s a la acogida renovada de la Luz pascual que viene a iluminar todas nuestras oscuridade­s, la acogida de la salvación del Hijo de Dios en cuyas heridas todas las nuestras han sido curadas, la acogida de la victoria del Resucitado que viene a triunfar sobre todas nuestras muertes. Por eso, paradójica­mente... la cuaresma es camino de alegría.

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