México ¿un país democrático?
La reciente marcha para la defensa del Instituto Nacional Electoral puso de realce el tema sobre la democracia en México y la defensa de las instituciones. Este asunto, sin duda alguna, marcará los últimos años de la actual administración de Gobierno Federal, debido a la polarización de opiniones que actualmente existen sobre la iniciativa del presidente para reformar el INE, y los conflictos políticos que se han suscitado a partir de ello.
Evidentemente, pensar en términos absolutos respecto a cualquiera de las dos posturas, no siempre es bueno, pues más bien habría que analizarse las ventajas y desventajas respecto a cada punto de vista. En primer lugar, es sano pensar que, igual que cualquier otra institución operante con recursos públicos y que se encuentre al servicio de los mexicanos, el INE necesita reformas. La democracia en México ha sido un camino largo, y a pesar de que quizá aún no estamos en el ideal de la democracia a nivel mundial, también es cierto que este camino de reformas en materia electoral es lo que ha posicionado hoy en día a México como un país con un sistema democrático en continua mejora y crecimiento. No podemos negar que, en cuestión democrática, nos encontramos mejor que hace 40 o 30 años, o incluso que hace 17.
Sin embargo, como es de esperarse, cuando nos comparamos con los países más democráticos del mundo según el índice mundial de democracia, todavía estamos muy lejos de alcanzar una democracia plena. Este índice global está basado en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del Gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. Es por ello que después de evaluar algunas condiciones para la democracia, como los sistemas políticos multipartidistas, elecciones libres y justas, y un Estado transparente y respetuoso de las instituciones, a México todavía le falta avanzar bastante.
Los países que se encuentran más arriba en este índice son Noruega, Nueva Zelanda, Finlandia y Suecia, mientras que los países menos democráticos son Corea del Norte, República Democrática del Congo, República Centroafricana y Siria. México se encuentra en el lugar número 86, entre 167 naciones evaluadas. En este sentido, es evidente que todavía nos falta mucho por mejorar, y así como los logros actuales se han obtenido mediante reformas a la ley electoral y a las instituciones, nada tiene de malo un plan de reforma para el Instituto Nacional Electoral. De hecho, una reforma institucional sería más que conveniente para seguir fomentando una mayor vida democrática en nuestro país.
Por otro lado, como también es de esperarse, existen muchas dudas sobre si el “Plan B” del presidente es la reforma que el INE necesita, o si no es más bien un plan del ejecutivo para desmantelar esta institución rumbo al 2024. Los defensores del INE proclaman, entre varias cosas y con razón, que la reducción radical al presupuesto traerá como consecuencia una carencia en la operatividad del INE, lo que dará como resultado que los procesos democráticos sean descuidados. Evidentemente la mayoría de los ciudadanos estarían de acuerdo en que los servidores públicos no tengan sueldos exorbitantes a costa del erario, o que no se destinen cantidades exageradas de dinero a los partidos políticos. Por otro lado el Plan B no solo considera reducir sueldos, sino con ello también un gran porcentaje del personal necesario en la organización del propio Instituto.
Como podemos observar, las discrepancias entre unas opiniones y las otras, son precisamente uno de los componentes esenciales de la democracia. Aunque no nos guste, las opiniones distintas a las nuestras forman en sí el núcleo democrático, pues vivimos en una sociedad plural donde no todos piensan ni actúan como nosotros creemos que deberían hacerlo.
Quizá es verdad que, como diría Platón, la democracia no es una forma de gobierno perfecta, pero hoy por hoy es la mejor forma demostrada a nivel mundial. Por ello, el año 2024 será la oportunidad para la participación ciudadana, en donde se pondrá sobre la mesa el veredicto final de las y los ciudadanos respecto a un punto de vista u otro. Afortunadamente, aunque con precariedades, el voto sigue siendo una forma efectiva de expresar nuestra opinión y de seguir construyendo una verdadera república democrática. Por esta situación, ejercer el derecho al voto en estos tiempos se convierte más que nunca en una obligación cívica.