Contempla y reflexiona a tu manera
Si quieres pasar más tiempo en tus reflexiones personales pero te preocupa hacerlo de la manera “correcta”, deja a un lado esa preocupación.
Cuando May estaba aprendiendo a meditar, por ejemplo, se propuso hacerlo dos veces al día durante 20 minutos, pero no antes ni después de dormir y jamás al terminar de comer. Luego se convirtió en madre y se le hizo más difícil hallar el tiempo para meditar.
“Llegas a un punto en la vida en que piensas, ‘Esto es sencillamente imposible’”, dijo. “Durante mucho tiempo pensé: ‘He fracasado. Obviamente debería ser capaz de lograr esto’”.
Con el tiempo llegó a darse cuenta de algo: el problema no era que no se esforzara lo suficiente, sino que las reglas no estaban hechas pensando en ella. Habían sido creadas por alguien que nunca había estado en sus zapatos.
Ahora medita de una forma distinta. A veces lo hace durante cinco minutos a mitad de la noche o cuando camina en el bosque.
“Para mí el objetivo nunca ha sido dejar la mente en blanco”, dijo May. “Sino de emprender un tipo de esfuerzo más lento para procesar todas esas cosas que te inquietan en un rincón del cerebro”.
HAZLO PORQUE TE HACE SENTIR BIEN
La gente suele creer que buscar el placer por el puro placer de alguna forma es ingenuo, dijo May. En otras palabras, somos más propensos a darle valor a las cosas que se consideran prácticas y eficientes.
Pero no necesitas más datos ni otra razón de peso para hacer algo que te da alegría.
Por ejemplo, uno de los pasatiempos de May es nadar en agua fría. No lo hace para quemar calorías. Más bien, es por “el simple placer de estar en ese espacio increíble”, por no decir “lo sensual que es y las increíbles hormonas de la felicidad que genera”.
Y si bien en un principio May tomó una clase de apicultura para aprender a hacer miel en casa, esta meta perdió urgencia cuando como estudiante se llenó de asombro.
“Técnicamente aún podía hacer eso, pero ahora me doy cuenta de que esto nunca fue lo que de verdad quise”, escribió May en Enchantment.
El disfrute de todo ello —conectar con sus maestros y compañeros, los deleites sensoriales— superaban cualquier ambición práctica.
“Quiero tomarlo despacio, absorber mis clases por la piel y los oídos, que a veces me piquen”, escribió de la experiencia. Y describió así el asombro que halló en la clase: “Son tan bulliciosas cuando cantan juntas, y el olor de la miel y el propóleo, el humo, la forma en que la caja entera vibra en tus manos, es bastante rotunda, esta interacción entre humano y abeja”.