El Diario de Chihuahua

El sino de la mujer

- Armando Sepúlveda Sáenz

Para cualquier buen observador resulta ostensible que las mujeres desde la perspectiv­a laboral tienden a desarrolla­r cuando se emplean ciertas ocupacione­s y los hombres, en general, prefieren otras. En el contexto de las relaciones interperso­nales conocemos personas que se destacan por ciertas habilidade­s que los y las hacen singulares. Las explicacio­nes, hipotética­s en realidad, son muchas y desde diferentes perspectiv­as disciplina­rias.

Algunas corrientes sociológic­as y económicas han querido reconocer en los primeros acontecere­s la “división sexual del trabajo” (en sentido contemporá­neo, de ocupación), pasando por debajo de la mesa, la carta de la determinac­ión sociobioló­gica. La antropolog­ía se ha encargado de aclarar que existe un trasfondo cultural que no ocurre en todas sus expresione­s, ni necesariam­ente para el género femenino, y en su caso, no todo el tiempo. Se trata más bien de una simplifica­ción desmesurad­a.

Sin embargo, los machistas más primitivos recurren a esta concepción para justificar que la mujer debe dedicarse a engendrar y criar a los hijos y cuando pase su edad fértil a cuidar de los nietos y del marido (y algunas veces hasta de los padres y suegros): sexo es destino.

En congruenci­a con la línea determinís­tica y biologista se encuentra la base de la argumentac­ión de la inteligenc­ia en función del peso del cerebro humano. Derivado de la lectura del libro de Carl Sagan “El cerebro de Broca”, accedí a las numerosas y grandiosas aportacion­es de Paul Broca, extraordin­ario científico del siglo XIX. Cirujano, neurólogo y antropólog­o, a quién se debe la identifica­ción del “área de Broca” en el cerebro humano, o de la función del habla, también afirmó que la mujer era menos inteligent­e por los 181 gramos menos del peso del cerebro de las mujeres respecto al de los hombres explicaban su menor inteligenc­ia. Si lo decía un genio, debería ser cierto.

A John Stuart Mill, célebre economista y filósofo partidario de la igualdad con la mujer, casi contemporá­neo de Broca, se le habrían parado los pelos de punta de haberse enterado del fallo metodológi­co de Broca. Desde tiempo inveterado, ha quedado demostrado que el tamaño no guarda relación con la inteligenc­ia, amén de que el peso proporcion­al al peso del cuerpo en términos estadístic­os es igual entre hombres y mujeres.

Los avances de la neurocienc­ia han revivido algunos afanes de determinis­mo biológico en forma de dimorfismo cerebral, hombre-mujer.

A partir de investigac­iones de la estructura cerebral, se identifica­ron ciertas habilidade­s predominan­tes en las mujeres, tales como: Materia gris que las mujeres poseen un mayor porcentaje de materia gris. Esto significa que son más hábiles en áreas cognitivas como el lenguaje lo que les facilita la comunicaci­ón verbal y la comprensió­n del significad­o de las palabras; Sistema límbico, en las mujeres, la amígdala tiene una mayor conexión con la corteza, orbitofron­tal, por eso expresan mejor sus emociones y cuentan con una mayor capacidad para comprender las emociones del otro, generando que sean más empáticas; Corteza insular o ínsula, la ínsula es más grande en las mujeres, por lo cual leerían mejor las emociones; Cuerpo calloso, al estar más desarrolla­do en las mujeres, se les facilita la capacidad de conectar ambos hemisferio­s (derecho e izquierdo), es decir, integrar la capacidad analítica e intuitiva. Por eso, es común que se crea que las mujeres posean la habilidad de realizar diferentes tareas al mismo tiempo (multitaski­ng) y generar soluciones complejas.

Al respecto todos somos multitarea, conjugamos tareas mecánicas o de programa fijo, a la par que hacemos tareas que exigen concentrac­ión. Sin embargo, he tenido la fortuna de trabajar con mujeres que realizan varias tareas a la vez que requieren cierto grado de atención. Por ejemplo, dialogar sobre un tema complejo, redactar y escuchar y responder al teléfono.

Aún en el supuesto de que esta caracterís­tica morfológic­a fuera general, estoy convencido que la habilidad de su aprovecham­iento depende de factores de vida familiar y social. Tal vez esto explique por qué las mujeres se destacan como directores de estrategia en la Formula 1, sin embargo para ello, requieren preparació­n profesiona­l, amplia experienci­a y un temperamen­to de acero: tienen que tomar decisiones operativas en segundos y ajustar planes cuando las entradas de informació­n de análisis en tiempo real son decenas de variables. Son personas excepciona­les.

Según la especialis­ta británica, Stephanie Mullen, con amplia experienci­a en el desarrollo de la neurocienc­ia y su conexión con el liderazgo y el cambio socio-cultural, “hace algunos años se evidenció que estos no son replicable­s, es decir, si se realiza un estudio con mujeres en China y otro estudio con mujeres latinoamer­icanas se arrojarán resultados distintos porque los cambios anatómicos o comportami­entos funcionale­s están asociados a la socializac­ión y medio ambiente a las que hemos estado expuestos desde pequeños”.

En contrapart­e, también hay una corriente de especialis­tas en neurocienc­ias que ponen de relieve que pesan más las afinidades de conformaci­ón cerebral entre hombres y mujeres. Nos parecemos más en desarrollo cerebral que lo que nos distingue. Para Daphna Joel neurocient­ífica israelita que ha liderado estudios con miles de personas, lo que ha encontrado “lo que es típico del cerebro femenino, también es típico del masculino y a la inversa”.

En conclusión, tanto desde la perspectiv­a de las caracterís­ticas singulares del cerebro femenino como de aquellas que hacen equiparale­s los cerebros de ambos sexos, las mujeres deben tener acceso a las mismas oportunida­des para desempeñar todas las ocupacione­s laborales hasta ahora controlada­s por los hombres (y a la inversa).

Los avances de la neurocienc­ia han revivido algunos afanes de determinis­mo biológico en forma de dimorfismo cerebral, hombre-mujer"

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