El sino de la mujer
Para cualquier buen observador resulta ostensible que las mujeres desde la perspectiva laboral tienden a desarrollar cuando se emplean ciertas ocupaciones y los hombres, en general, prefieren otras. En el contexto de las relaciones interpersonales conocemos personas que se destacan por ciertas habilidades que los y las hacen singulares. Las explicaciones, hipotéticas en realidad, son muchas y desde diferentes perspectivas disciplinarias.
Algunas corrientes sociológicas y económicas han querido reconocer en los primeros aconteceres la “división sexual del trabajo” (en sentido contemporáneo, de ocupación), pasando por debajo de la mesa, la carta de la determinación sociobiológica. La antropología se ha encargado de aclarar que existe un trasfondo cultural que no ocurre en todas sus expresiones, ni necesariamente para el género femenino, y en su caso, no todo el tiempo. Se trata más bien de una simplificación desmesurada.
Sin embargo, los machistas más primitivos recurren a esta concepción para justificar que la mujer debe dedicarse a engendrar y criar a los hijos y cuando pase su edad fértil a cuidar de los nietos y del marido (y algunas veces hasta de los padres y suegros): sexo es destino.
En congruencia con la línea determinística y biologista se encuentra la base de la argumentación de la inteligencia en función del peso del cerebro humano. Derivado de la lectura del libro de Carl Sagan “El cerebro de Broca”, accedí a las numerosas y grandiosas aportaciones de Paul Broca, extraordinario científico del siglo XIX. Cirujano, neurólogo y antropólogo, a quién se debe la identificación del “área de Broca” en el cerebro humano, o de la función del habla, también afirmó que la mujer era menos inteligente por los 181 gramos menos del peso del cerebro de las mujeres respecto al de los hombres explicaban su menor inteligencia. Si lo decía un genio, debería ser cierto.
A John Stuart Mill, célebre economista y filósofo partidario de la igualdad con la mujer, casi contemporáneo de Broca, se le habrían parado los pelos de punta de haberse enterado del fallo metodológico de Broca. Desde tiempo inveterado, ha quedado demostrado que el tamaño no guarda relación con la inteligencia, amén de que el peso proporcional al peso del cuerpo en términos estadísticos es igual entre hombres y mujeres.
Los avances de la neurociencia han revivido algunos afanes de determinismo biológico en forma de dimorfismo cerebral, hombre-mujer.
A partir de investigaciones de la estructura cerebral, se identificaron ciertas habilidades predominantes en las mujeres, tales como: Materia gris que las mujeres poseen un mayor porcentaje de materia gris. Esto significa que son más hábiles en áreas cognitivas como el lenguaje lo que les facilita la comunicación verbal y la comprensión del significado de las palabras; Sistema límbico, en las mujeres, la amígdala tiene una mayor conexión con la corteza, orbitofrontal, por eso expresan mejor sus emociones y cuentan con una mayor capacidad para comprender las emociones del otro, generando que sean más empáticas; Corteza insular o ínsula, la ínsula es más grande en las mujeres, por lo cual leerían mejor las emociones; Cuerpo calloso, al estar más desarrollado en las mujeres, se les facilita la capacidad de conectar ambos hemisferios (derecho e izquierdo), es decir, integrar la capacidad analítica e intuitiva. Por eso, es común que se crea que las mujeres posean la habilidad de realizar diferentes tareas al mismo tiempo (multitasking) y generar soluciones complejas.
Al respecto todos somos multitarea, conjugamos tareas mecánicas o de programa fijo, a la par que hacemos tareas que exigen concentración. Sin embargo, he tenido la fortuna de trabajar con mujeres que realizan varias tareas a la vez que requieren cierto grado de atención. Por ejemplo, dialogar sobre un tema complejo, redactar y escuchar y responder al teléfono.
Aún en el supuesto de que esta característica morfológica fuera general, estoy convencido que la habilidad de su aprovechamiento depende de factores de vida familiar y social. Tal vez esto explique por qué las mujeres se destacan como directores de estrategia en la Formula 1, sin embargo para ello, requieren preparación profesional, amplia experiencia y un temperamento de acero: tienen que tomar decisiones operativas en segundos y ajustar planes cuando las entradas de información de análisis en tiempo real son decenas de variables. Son personas excepcionales.
Según la especialista británica, Stephanie Mullen, con amplia experiencia en el desarrollo de la neurociencia y su conexión con el liderazgo y el cambio socio-cultural, “hace algunos años se evidenció que estos no son replicables, es decir, si se realiza un estudio con mujeres en China y otro estudio con mujeres latinoamericanas se arrojarán resultados distintos porque los cambios anatómicos o comportamientos funcionales están asociados a la socialización y medio ambiente a las que hemos estado expuestos desde pequeños”.
En contraparte, también hay una corriente de especialistas en neurociencias que ponen de relieve que pesan más las afinidades de conformación cerebral entre hombres y mujeres. Nos parecemos más en desarrollo cerebral que lo que nos distingue. Para Daphna Joel neurocientífica israelita que ha liderado estudios con miles de personas, lo que ha encontrado “lo que es típico del cerebro femenino, también es típico del masculino y a la inversa”.
En conclusión, tanto desde la perspectiva de las características singulares del cerebro femenino como de aquellas que hacen equiparales los cerebros de ambos sexos, las mujeres deben tener acceso a las mismas oportunidades para desempeñar todas las ocupaciones laborales hasta ahora controladas por los hombres (y a la inversa).
Los avances de la neurociencia han revivido algunos afanes de determinismo biológico en forma de dimorfismo cerebral, hombre-mujer"