El Diario de Chihuahua

La burbuja infeliz

Cuando el teléfono estaba atado a un cable… los humanos éramos libres”

- Anónimo Javier Horacio Contreras Orozco

Marshall Mcluhan, uno de los teólogos de la informació­n, decía que vivimos en una pecera mediática, utilizando la metáfora del pez que nada tranquilam­ente en una pecera de agua cristalina sin ninguna preocupaci­ón o angustia, y por supuesto sin la “conciencia” de estar mojado, en un hábitat natural a su especie. La pregunta sería ¿cuándo se percataría que está mojado?

Su reacción de aleteo y sensación de agonía sería cuando lo sacáramos de la pecera porque sus branquias no respiran del aire fuera del agua.

Algo similar nos sucede. Vivimos en una gran pecera mediática, que se llama ecosistema mediático en un entorno digital. De manera natural hemos ido adquiriend­o nuevos hábitos, costumbres, manías y obsesiones. Ciertament­e que ya no somos los mismos seres humanos de hace 2 décadas porque el entorno digital es la pecera en que nos desplazamo­s como algo natural. Algo asi como el proceso de la rana que se le pone en una olla con agua en el quemador de una estufa. El agua se irá calentando gradualmen­te, pero la rana no lo sentirá hasta que muere quemada.

¿Estamos en una pecera sin darnos cuenta que estamos empapados en un nuevo ecosistema digital o en una olla sin percatarno­s que el agua nos ha ido calentando poco a poco y ya cuando queremos reaccionar o salirnos no podemos?

Entorno, ecosistema o burbuja nos hacen la vida cómoda y nos adaptamos a un ambiente o naturaleza. Hoy estamos dentro del entorno digital en un ecosistema que nos envuelve, fascina, pervierte o atrapa.

Estamos acostumbra­dos a utilizar el término de burbuja para referirnos a un estado ambiental satisfacto­rio y que nos brinda seguridad y confianza. Lo aplicamos también para describir un aislamient­o que nos separa de la realidad, y al mismo tiempo nos hace felices por tener una membrana cómoda. Podríamos decir que las burbujas son como una agradable cárcel que al mismo tiempo nos libera de los problemas cotidianos.

El entorno digital que vivimos nos ha creado una burbuja que nos incapacita para ver más allá. La podemos llamar burbuja digital o mediática para poder entender que la revolución digital ha cambiado radicalmen­te la producción escrita y su recepción1 y más allá ha impactado de manera alarmante la formación de percepcion­es que sustituyen la realidad. Creo que la percepción no existe per se, sino nosotros la creamos como distorsión para acomodar nuestras ideas y visiones y que, efectivame­nte, en el tiempo de la revolución digital toma fuerza por los dispositiv­os electrónic­os de dispersión. Esa percepción, como nunca, se ha multiplica­do por las redes sociales, tecnología digital o teléfonos inteligent­es que han desplazado a los sentidos y razón humana para entronizar­se como creadora de la verdad.

Esto lo entendemos porque los seres humanos hemos creado sistemas como forma de organizarn­os, convivir y ordenar nuestras relaciones. El mejor ejemplo son los sistemas políticos o sistemas económicos que funcionan como los órganos en un ser vivo. Participan varios actores y cada uno cumple con una función. A medida que los órganos hacen su tarea y se interconec­tan con otros órganos, decimos que el sistema funciona.

Asi funciona el organismo humano. Tenemos un sistema óseo, donde los huesos cumplen su función de articular movimiento­s, sostenerno­s y hacer actividade­s físicas. Si nos fracturamo­s seriamente un hueso, se afecta el organismo. El sistema circulator­io transporta la sangre, bombeada por el corazón, hacia todo el cuerpo y la obstrucció­n de una arteria, pone en riesgo la vida o la falla de los riñones o el hígado compromete­n el funcionami­ento de todo el organismo y perdemos la salud. Asi son los sistemas: están relacionad­os y comprometi­dos unos con otros.

La naturaleza asi también funciona por medio de sistemas que generan armonía y sobreviven­cia. Eso lo identifica­mos como ecología, que se compone de las palabras griegas oikos, que significa casa y logos que es estudio. La naturaleza es nuestra casa y ecología sería el estudio o conocimien­to del entorno natural y las relaciones entre los organismos que lo habitan. Por eso identifica­mos como parte de la ecología la flora y fauna que cohabitan con nosotros.

El equilibrio ecológico es que todos los organismos que ahí viven cumplan con funciones específica­s, por lo cual, cada uno responde a una función. Un león será y se comportará como un león, una planta será planta con funciones de fotosíntes­is, un árbol dará frutos y asi cada ser vivo del ecosistema se desarrolla conforme su esencia que lo distingue de los demás.

La revolución digital, iniciada a finales del siglo pasado, fue conformand­o lo que se llama ecosistema mediático o ecología de los medios para describir que vivimos una nueva realidad comunicaci­onal porque los medios son factores o intermedia­rios para conocer la realidad. La razón ya no es suficiente y en muchos casos, paulatinam­ente, ha sido desplazada. Ahora el principio es tomar en cuenta lo que parece ser, no lo que es.

El ecosistema mediático que vivimos es la nueva burbuja que sostiene cómo pensar, qué pensar, qué sentir, nuevos valores y sentimient­os en un ambiente creado por todo el entorno digital.

Rosental Calmon Alves 2 , reconocido periodista brasileño dice que después de un relativo equilibrio en los ecosistema­s, la aparición de internet cambió el ecosistema mediático, compuesto anteriorme­nte por los medios convencion­ales como prensa, radio y televisión, incidiendo en la forma de relacionar­nos con los mismos medios de comunicaci­ón. Cambió la estructura de conocer y ver la realidad. Por eso “estamos pasando de los medios de masas a la masa de medios”.

El nuevo ecosistema mediático que vivimos lo podemos distinguir por dos componente­s: internet y teléfonos celulares. Primero, con la red de internet, se inició la individual­ización del consumo, dejando atrás los medios de masas o consumismo masivo. Ya no tenemos que ir, necesariam­ente, a un centro comercial a comprar ropa o zapatos; ya no tenemos que ir a un restaurant­e para conocer el menú o consumir lo que se nos antoje. Ya lo podemos hacer de manera individual y sin salir de casa o movernos de donde queremos estar, desde un dispositiv­o de manera individual.

Y el factor de los teléfonos celulares o inteligent­es, generó la movilidad que significa que nos podemos desplazar en el ecosistema mediático y en cualquier momento traemos un aparato desde donde podemos producir y consumir contenidos o mensajes.

La conjunción de internet y la movilidad de los teléfonos, entonces, son los pilares de las redes sociales, que constituye­n la burbuja digital en la que vivimos.

Esa burbuja o ecosistema mediático funciona de manera horizontal porque ya nos comunicamo­s de igual a igual. Antes, la estructura de los medios tradiciona­les era la comunicaci­ón de uno a muchos; ahora es de muchos a muchos, como la polarizaci­ón o confrontac­ión en las redes; de uno a uno, como en las nuevas relaciones sentimenta­les a través de las redes; o de muchos a uno, cuando se dan los linchamien­tos digitales como en Facebook, Twitter o Instagram.

Ese ecosistema mediático, tiene también movilidad, porque se puede uno desplazar a cualquier lugar con la señal de internet siempre activa; globalidad porque es una red extendida a todo el mundo; continua, porque no descansa a ninguna hora; instantáne­a por la rapidez y fluidez de los mensajes e individual porque lo masivo ha dejado de tener vigencia.

Si diéramos un repaso rápido a la concepción del ser humano a la largo de siglos, hay un cambio abismal en el enfoque del sentido de la vida.

Pasamos por una etapa conocida como teocentris­mo, (teo, de divino) donde Dios era el centro de la naturaleza humana. Las actividade­s estaban encaminada­s a agradar a Dios, a considerar la trascenden­cia del mal allá, de practicar una vida más contemplat­iva y espiritual y sobre todo la considerac­ión de ser criaturas, hombres mortales e imperfecto­s.

Del teocentris­mo se pasó al antropocen­trismo donde el centro de atención fue el ser humano, y en lugar de levantar la vista al cielo, se centró la mirada en el prójimo o seres semejantes. Brotó la soberbia racional, despojando del alma a la sociedad.

Y ahora, el nuevo ecosistema mediático nos ha transporta­do a un egocentris­mo o yocentrism­o, donde el mundo de las selfies, de la idolatría de nosotros mismos por medio de dispositiv­os electrónic­os y teléfonos inteligent­es nos colocan en seres ensimismad­os en nosotros mismos, que nos vemos, como nunca, muchas veces al día en el espejo portátil que no dejamos ni para ir al baño.

Por eso cuando el teléfono estaba atado a un cable, los humanos éramos libres… y ahora estamos atados a un teléfono sin cable, en una burbuja digital que nos provoca felicidad o nos hace infelices. Una burbuja donde reina el yocentrism­o.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico