El Diario de Chihuahua

No hagamos de nuestro país un desierto

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México– Juanito le preguntó a Pepito: "¿Cómo se debe decir: 'gripa' o 'gripe'?". "Se debe decir 'gripa' -dictaminó Pepito-. Decimos: 'Ando agripado', no: 'Ando agripedo'". Los norteameri­canos hacen sus casas para que duren 30 años, y sus carreteras para que duren toda la vida. Los mexicanos hacemos nuestras casas para que duren toda la vida, y nuestras carreteras para que duren tres meses. La casa de mis padres y de mis abuelos, que hemos conservado con sus muebles originales, sus objetos de uso diario y sus pinturas y demás ornatos, tiene casi dos siglos de existencia. Está hecha del mismo material de que estoy hecho yo: de tierra, y los adobes con que la construyer­on mis antepasado­s tienen la misma fortaleza que tuvieron ellos. Me reí y me encalabrin­é al mismo tiempo la vez que solicité en cierto banco un crédito para hacer una cabaña, también de adobe. Me lo negaron porque, manifestó el encargado de otorgar los préstamos, "el adobe es un material deleznable". Le pedí que fuera a mi casa paterna y tratara de poner un clavo en la pared. Para lograrlo tendría que echar mano -las dos- a un taladro, pues con el tiempo el adobe había adquirido la dureza de la piedra. ¿Material deleznable dijo el hombre? Él y yo sí; los adobes no. Los norteameri­canos hacen sus casas de madera -puros palitos-, pues no van a vivir en ellas mucho tiempo, y además así lo marca su tradición. (Ver "Little House on the Prairie", "Los Pioneros"). Pero hay algo importante. En Estados Unidos los bosques se aprovechan; en México se arrasan. A pesar de las ingentes cantidades de madera que en el país del norte se usan, ahora hay en sus bosques más árboles que los que había hace un siglo. Aquí, en cambio, la ignorancia y la ambición se juntan para hacer desaparece­r nuestra riqueza forestal, que hoy es pobreza. Donde antes había un bosque hay ahora un páramo, un erial, un terreno de secano. La tala irracional e inmoderada hecha con motivo de la construcci­ón del tristement­e célebre Tren Maya fue un crimen ecológico que atentó no sólo contra la península de Yucatán, sino también contra el medio ambiente universal, al modo en que lo daña la deforestac­ión de las selvas amazónicas. Cada árbol debería ser visto como un ser que calladamen­te ayuda a la conservaci­ón del planeta en que vivimos. A los árboles debemos el aire que respiramos y el agua que bebemos. Cuando en las tierras del Potrero muere un árbol por causa del tiempo, el rayo o la plaga, yo hago que se planten diez para sustituirl­o. Ya no veré crecer los que últimament­e hemos plantado, pero los verán mis nietos; sus hijos disfrutará­n su fronda, y el paisaje se pintará con su verdor. Los árboles son criaturas de Dios. Si en el mundo no hubiera árboles en el mundo no habría vida. Cuidemos nuestros bosques, nuestras selvas. No hagamos de nuestro país un desierto. No hagamos de nuestra casa una tumba. Bien conocidas son las virtudes taumatúrgi­cas de las miríficas aguas de Saltillo. Unas cuantas gotas de esas maravillos­as linfas bastan para hacer que vuelva a cobrar ánimos el varón más desanimado, y que la disfunción eréctil se convierta en función de mañana, tarde y noche. Don Francisco, señor septuagena­rio, casó con mujer joven dueña de enhiesto busto y poderosa grupa. A fin de hacer frente al compromiso que dichas nupcias conllevaba­n el provecto galán bebió un centilitro de aquellas miríficas aguas vigorizado­ras. La noche de las bodas los esposos se acostaron en el lecho conyugal, y él apagó la luz a petición de su pudorosa novia. En la oscuridad ella le dijo: "Don Francisco: su rodilla me está calando". Respondió él: "No es mi rodilla". Y exclamó ella. "¡Paco!". FIN.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico