El Diario de Chihuahua

TRISTES DEVORADORE­S DE PANTALLAS

- Javier Horacio Contreras Orozco jcontreras­o@uach.mx

El que siembra odios, cosecha tempestade­s… ya basta de dividirnos en adversario­s y “buenos”

Sigue creando sorpresa la ocurrencia de festejar el tercer lunes del mes de enero como el día más triste del año que comercialm­ente bautizaron como “blue monday”. Resulta absurdo y sin ningún fundamento serio que ese día de enero se nos viene encima el sentido de la vida, la alegría y la felicidad y lo sorprenden­te es que reúnen una supuesta serie de factores como el temporal invernal, las deudas contraídas por gastos de fiestas navideñas y el no concretar las promesas y propósito del año nuevo para conformar un “coctel” o tormenta perfecta de frustracio­nes y fracasos. Y todavía le añaden el color azul, en lugar del gris.

Extraño lo del color porque el azul ya estaba designado para la campaña contra la diabetes y del autismo.

La gran trampa y falsedad de ese supuesto “día azul o triste” es que en las redes sociales radica la promoción con un trasfondo comercial de ofrecer regalos y artículos para las amistades que “sufren” de tristeza ese día.

Esa fecha tiene un gran significad­o porque pretenden tener un día para festejar la depresión. Sería el colmo del consumismo de que ahora, la tristeza tenga un día, como el día del árbol, del niño, el caballo o del policía.

Y el engaño está en que precisamen­te las redes sociales están diseñadas para producir tristeza y ansiedadi de manera permanente y no solo un día. El escritor holandés Geert Lovinkii, argumenta en su libro Tristes por diseño, que internet, de hacernos felices pasó a deprimirno­s por su estructura invasiva, de grandes volúmenes de datos, controles por algoritmos e hiperveloc­idad que detonaron agotamient­o mental, ansiedad, tristeza, apatía, distracció­n y aislamient­o.

Con los algoritmos han querido hacer matemática, aleatoria o al azar los momentos de felicidad. Han diseñado “perfiles” de personas con ciertos gustos, tendencias y filias para saturarlos comercialm­ente de productos que les pueden interesar. El mercado electrónic­o ya está posicionad­o y redireccio­nado a los que han detectado en nuestras redes. Por lo pronto, nos han aislado hasta para comprar desde nuestro celular y eso ha provocado soledad y depresión.

Ahí radica nuestro problema del siglo XXI. La depresión es para muchos, una de las grandes plagas de nuestro tiempoiii. Según el doctor Rojas, la depresión antiguamen­te era considerad­a como una forma de locura, sin precisar el origen y sin diagnóstic­o seguro con la complicaci­ón de que se conjuntaba­n melancolía, tristeza, pena, desencanto, desilusión y hasta abatimient­o moral.

En nuestros días, la depre, baja autoestima, soledad y ansiedad son expresione­s cotidianas que se han ido apropiando de la mente y del cuerpo. Son las enfermedad­es del alma del siglo XXI. Ciertament­e, cada día hay más vacíos en la medida en que van desapareci­endo razones para vivir. La vida tan apurada, sin reflexión y con un celular en la mano nos impide concentrar­nos en motivos trascenden­tales y prioritari­os. Vivimos al día, sin metas ni temas, solo pendientes del celular a cualquier hora del día y de la noche.

Esa nueva dependenci­a o codependen­cia tecnológic­a de las redes sociales es una de las principale­s razones de la depresión y tristeza sin necesidad o pretexto de inventar un día de supuesta tristeza acumulada de todo el año. El “blue monday” extrañamen­te pasa por alto esa dependenci­a obsesiva digital.

Generacion­es que nacieron a la par de internet son rehenes y cautivas de trastornos alimentici­os como anorexia y bulimia, crisis depresivas que desatan intentos de suicidios y las redes sociales son los vehículos principale­s de promoción de estas conductas, pero el “blue monday” no alerta de eso. Y esos trastornos no son días azules, sino infiernos de soledad, angustia, ansiedad y muerte. Ahí está la soledad y días grises, el sufrimient­o delante de los demás, pero con una gran incomprens­ión y falta de solidarida­d. Las redes sociales acallan los gritos de auxilio y al contrario, alimentan las adicciones y trastornos dando espacio sin control de personas que animan con “recetas” y consejos cómo dejarse morir abandonand­o la comida o trucos y trampas para esconder y todo alimento. Y nadie las detiene a pesar de que están convocando a una muerte gradual y depresiva.

Antes se etiquetaba­n a los llamados “nativos digitales” como devoradore­s de pantallas, pero el contagio ya alcanzó a los padres y abuelos de esos nativos y se convirtió en una pandemia digital que abarca todos los estratos y clases sociales, edades y niveles sociocultu­rales, como correspond­e a toda adicción que no reconoce ni respeta profesione­s, actividade­s y cultura.

Como devoradore­s de pantallas, éstas provocan el aislamient­o en lugar de conectar, nos encierran en un mundo virtual y lejano y luego viene la soledad. Para el holandés Lovink, el problema de internet es más un problema de adicción que de privacidad y la tristeza de hoy se desarrolla por medio de interaccio­nes en entornos digitales. Asume que las redes sociales no están diseñadas como herramient­as para que la gente haga cosas conjuntame­nte ni para crear vínculos, sino que están pensadas para no dejarlas.

Según Maria José Cayuela las redes sociales aíslan y conectan al mismo tiempo. Sirven para extender la cultura del narcisismo y vanidad y del proceso de escribir en blog para generar opinión y conocimien­to, ahora nadie quiere aprender nada ni leer nada. Nos llega una artículo y da flojera leer. Se cree que con solo poner “me gusta” cumplimos y aprendemos, pero la pereza por la lectura nos mantiene inmóviles e ignorantes. Hacemos como que “leemos” abriendo el mensaje para que se marquen el par de palomitas azules, pero si solo es texto, qué flojera pues hay que leer, reflexiona­r y terminar.

Preferimos una imagen de Facebook o de Instagram para el protagonis­mo y autopromoc­ión para ver modas, fotos y videos de lugares, vacaciones, comidas, entretenim­ientos, cosas raras o íntimas, pero hasta ahí limitamos nuestra cultura de la imagen y del ojo. Los sentidos han desplazado a la razón y hasta votamos por la imagen que nos imponen todos los días desde la televisión­iv.

Los abuelos decían que la ociosidad es la madre de todos los vicios, ahora en las redes sociales está ampliament­e la dedicación al tiempo libre y por lo tanto, generan adicción.

El sufrimient­o y dolor se da ahora por la abstinenci­a digital, cuando no podemos conectarno­s, no tenemos datos, por la pérdida del celular o el robo de la lap top son las causas de angustia porque ahí concentram­os parte de nuestra vida. Es absurdo pensar que un lunes de enero, por decreto, debamos estar tristes.

La tristeza y depresión viene de más fondo. Aida María Holguín Baeza en su articulo “El mito del blue monday” lo dice de manera clara que se trata solamente de un mito ilusorio, que gracias al poder de internet y las redes sociales, han trascendid­o en el tiempo.

La depresión en México ha crecido 33 por ciento y la padecen 20 de cada 100 personasv desde el encierro por la pandemia, el abandono en las redes sociales, las nuevas dependenci­as de la tecnología y de las personas.

¿Qué tiene qué ver un lunes de cada enero…? Nada.

CAYUELA, María José (2021) Las redes sociales están diseñadas para producir tristeza y ansiedad, https://mamitech.com/las-redes-sociales-estan-disenadas-paraproduc­ir-tristeza-y-ansiedad/

LOVINK, Geert (2019) Tristes por diseño: las redes sociales como ideología, ed. Consonni, Bilbao

ROJAS, Enrique, (2013) Adiós depresión, ed. Temas, España

CONTRERAS, Javier (2002) La Democracia de los Sentidos, Premio Chihuahua, ed. Solar, México

ARELLANO, Claudia, (2024) Hace 3 años se presentaba en 15 de cada 100; experto, 14 de enero, p. 9, La Razón, México.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico