El drama de la desaparición de Luis Alejandro
Este es el cuarto domingo que la familia de Luis Alejandro Delgado Zárate, “El Chinito”, como le decían en su casa, sufrirá el dolor de su ausencia, con el que ha tenido que vivir desde que el viernes 29 de diciembre pasado perdió todo contacto con él.
Ayer, al cerrar esta edición, pudimos conocer la detención de dos de los presuntos agresores que habrían participado en su desaparición forzada, otros dos jóvenes, Diego Armando V.A y Vicente M.V... pero nada del destino de la víctima.
Resultan conmovedoras las oraciones que sus familiares han pedido cada día en reuniones religiosas, en redes sociales, entre vecinos y amigos, pues muestran un dolor insuperable que, a la vez, entregan a Dios, en el que han encontrado refugio y algo de consuelo para sobrellevar la repentina pérdida del joven de 19 años.
La incertidumbre que mata es patente en los familiares del desaparecido. Es más dura la realidad de no conocer su destino que la de saber dónde se encuentra incluso sin vida, que ya ni siquiera es el peor temor que enfrentan quienes lloran todos los días, a cada momento, su desaparición.
“Hijo, ya van tres domingos sin verte despertar en la mañana, tres domingos que no sé lo que es dormir, tres domingos que cada carro que pasa por afuera pienso que podrías ser tú, tres domingos que cada vez que llegamos a la casa, tu estarás en tu cuarto”, publicó su papá hace una semana.
“(...) Tres domingos que no tengo ganas de respirar, de comer, de pensar. Chinito, con el corazón en la mano le pido a Dios que te liberen y pueda volver a llenarte de besos. Te Amo. Hoy, te pido de corazón, que abraces a tus hijos, les llames, los beses. Y si te queda un segundo, voltees al cielo y pidas a Dios por Luis Alejandro y por todos aquellos que sufrimos lo mismo”.
Ni esas palabras cargadas de dolor, angustia y zozobra, alcanzan a describir plenamente el sufrimiento que acarrea en una familia un suceso criminal que impacta a la sociedad entera, aunque sea por unos días, mientras el círculo cercano de la víctima enfrenta el duro reto de buscarlo sin siquiera tener idea de cómo continuar.
El drama de la pérdida en la familia ha llevado sus seres queridos no sólo a buscar el alivio en la espiritualidad y la fe, sino a intentar riesgosas alternativas de solución. Por ahora, dio resultado el trabajo de investigación realizado por las autoridades, que parece el adecuado hasta el momento.
A estas alturas todo esfuerzo es válido, es de suponerse, como lo es la probabilidad de que el desenlace del caso sea la fatalidad, diferente a lo que fueron los primeros días desde la desaparición, cuando las esperanzas de encontrarlo con bien eran mayores.
El misterio sobre el destino de Luis Alejandro se fortaleció con la dilución del caso en el tiempo. Los primeros días hubo operativos, difusión de pesquisas, una reacción importante de las corporaciones de seguridad en todos los niveles.
Así fue hasta que naturalmente perdió impulso público por nuevas tragedias a las que la delincuencia pretende habituarnos, ante lo cual la sociedad no puede quedarse de brazos cruzados. Ayer de nueva cuenta fue reactivado al cumplirse tres semanas y conocerse los primeros avances.
El joven salió de Cuauhtémoc a la ciudad de Chihuahua con la supuesta intención de vender o cambiar su camioneta. Dicen que sabía moverse en la capital, que conocía lo básico de la ciudad, pero alguien debió enviarle ubicación o darle instrucciones para arribar hasta un punto al norponiente, de donde desapareció.
Según lo que ha trascendido de forma extraoficial de las investigaciones que realiza la Fiscalía General del Estado, hay evidencia firme de que la víctima subió por voluntad propia -o eso aparentabaa un vehículo ya identificado. Incluso con un conductor y algún acompañante también identificados.
Su vehículo quedó abandonado cerca del fraccionamiento Provincia de Salerno, ubicado en el cuadrante de la vialidad Los Nogales y carretera a Ciudad Juárez, entre los todavía nuevos desarrollos de esa zona en la capital; su celular estaba en el interior.
La camioneta fue localizada el día 30 de diciembre, cuando la desaparición ya había sido denunciada, pero ni rastro de a dónde fue llevado. El posible móvil no ha trascendido, pero sí las versiones de que fue sacado de la ciudad, probablemente a Juárez o a algún punto en la zona serrana. No han pasado esos datos del nivel de meras especulaciones, que preferimos dejar de lado para no afectar las investigaciones. A este día, el número 24 desde su desaparición, nada ha podido determinar el destino de Luis Alejandro, ni la detención de dos presuntos implicados. Tres semanas con interminables días y noches para sus familiares, han sido sobrellevadas con la fe demostrada con su adoración a Dios en la peor de las adversidades. Ese dolor, ese misterio, el peso de la tragedia, las marcas indelebles que dejan las ausencias, el impacto emocional y psicológico en cada uno de los que piden encontrar como sea, pero encontrar al “Chinito”, es una realidad que se repite desde hace décadas en Chihuahua.
El caso del joven es uno de los más de 120 reportados durante el año 2023 en el estado, los cuales se suman a los más de tres mil 600 que registra la entidad históricamente, sobre los cuales no existe rastro de su paradero, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas. Actualmente, la Comisión Estatal de Búsqueda, dependiente de la FGE, tiene como casos vigentes de desaparición cerca de 200 casos de los últimos años, todos ocurridos en diferentes partes de la entidad.
Pero además de esos casos de mayor impacto, como el de Luis Alejandro y otros que han trascendido por alguna razón específica, hay decenas más que igual marcan a las familias chihuahuenses con esa especie de herraje ardiente.
La Comisión Estatal de Búsqueda de la Fiscalía Especializada en Investigación de Violaciones de Derechos Humanos y Desaparición Forzada, tiene vigentes en su portal oficial 104 casos en la Zona Norte, con sede en Ciudad Juárez; así como 144 incidencias en la Zona Centro, con base en Chihuahua.
En la Zona Occidente, asentada en Cuauhtémoc, reporta 24 casos vigentes; en la Zona Sur (Parral) y la Zona Noroeste (Nuevo Casas Grandes), existen pesquisas abiertas por 11 casos de desapariciones en cada una.
Nadie de todos ellos, que no pueden limitarse a un simple número anotado en los archivos de investigaciones, ha aparecido. Su ausencia es más dolorosa al no tener siquiera una idea de su destino, de si siguen con vida o ya no.
Al final del año pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que cada mes, como parte de la Estrategia Nacional de Búsqueda Generalizada de Personas Desaparecidas, el Gobierno federal presentaría un informe detallado de la situación de esta problemática de seguridad.
El día 29 de enero es cuando deberá actualizarse dicho reporte, engrosado, seguramente, con los casos que a diario van acumulándose.
Un duelo suspendido en el tiempo por la incertidumbre, una herida profunda que nunca cicatriza, confusión, desesperanza, vulnerabilidad, miedo, pérdida de confianza e ideas angustiantes deben llenar ahora a los seres queridos de quienes han desaparecido sin dejar rastro, sólo un permanente mal recuerdo.
En torno a la figura de la víctima directa de desaparición hay padres, madres, hijos, hermanos, que sufren infinidad de efectos psicológicos y manifestaciones somáticas de las más variadas, de acuerdo con la evidencia científica que ha dejado el estudio de los delitos de desaparición.
Eso viven y seguirán viviendo, mientras permanezca la ausencia, los familiares de Luis Alejandro y los de otros cientos de personas que por destino, casualidad, accidente o lo que sea, han caído en manos de criminales desprovistos de cualquier señal de humanidad.
El dolor de una familia debe ser multiplicado por las cientos, las miles desde que hay registro de este delito en la entidad, para comprender las dimensiones del daño que ocasiona la delincuencia en el golpeado tejido social, cuya reparación demanda esfuerzos no sólo gubernamentales sino familiares.
La búsqueda de la verdad en el caso del joven chihuahuense y de los otros tantos que hoy son extrañados en sus casas, es tarea fundamental para todos, pero además es misión de vida para sus familiares directos; es necesaria la verdad si queremos darle sentido a la tragedia vivida y aportar a esa tarea dejada de lado que es la reconstrucción del tejido social.