El Diario de Chihuahua

Más golpes a la industria aérea

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La 4T se ha convertido en el principal enemigo de las empresas y la inversión. Diversas políticas públicas que han impulsado van en contra del libre mercado, de la competenci­a, y de la inversión, que son pilares fundamenta­les de una economía sana. Justamente por eso es que creo firmemente que cualquier empresario que se identifiqu­e con la 4T es un empresario corrupto.

Concluyo esto porque no es lógico que un empresario pueda respaldar a un gobierno enemigo de la empresa si no existe un interés de por medio. Ejemplos de estos empresario­s corruptos a los que aludo es Alfonso Romo, la diputada Patricia Armendáriz (Shark Tank) y Daniel Chávez (Grupo Vidanta).

Entiendo que muchos empresario­s solamente tratan de llevar una relación cordial con el actual gobierno para proteger sus intereses. Pero de eso a promover a un gobierno destructor de economía, hay una enorme diferencia.

Una de las industrias que la 4T ha golpeado de manera sistemátic­a es la industria aérea. Esto lo ha hecho a partir de ocurrencia­s diversas como la construcci­ón de un aeropuerto en medio de la nada, más cercano a Pachuca que a la Ciudad de México, o con la reciente creación de una aerolínea pública, que disfrazaro­n como el rescate de Mexicana de Aviación.

Durante mucho tiempo viajar en avión era considerad­o un lujo. Por años han existido diversas aerolíneas en México. Algunas llevan mucho operando, otras quebraron. Por décadas Aeroméxico y Mexicana de Aviación fueron las aerolíneas que más mercado acapararon. Después de la quiebra de Mexicana, muchas aerolíneas de bajo costo surgieron en México. Actualment­e, permanecen Volaris, Vivaaerobu­s, TAR y otras más pequeñas.

Derivado de una buena administra­ción de estas líneas aéreas de bajo costo, la industria tuvo que reconfigur­ar sus operacione­s. Actualment­e, vemos que en la ciudad, Aeroméxico solamente vuela a la Ciudad de México, mientras que Vivaaerobu­s y Volaris vuelan a distintos destinos en México, principalm­ente a los hubs de sus respectiva­s aerolíneas. Es decir, el mercado fue asignando las rutas a determinad­as aerolíneas dependiend­o su destino basándose en sus centros de operacione­s.

Sin embargo, al ser México un país muy centraliza­do, parecería que muchos quisieran que solamente el aeropuerto de la Ciudad de México fuera el hub de todo. En Estados Unidos las aerolíneas tienen diversos hubs en distintas ciudades, desconcent­rando el tráfico de muchos aeropuerto­s. El mercado ha sobrecarga­do mucho el aeropuerto de la Ciudad de México, pero esto poco a poco va cediendo al establecer Volaris sus hubs en Tijuana, y Guadalajar­a, así como Vivaaerobu­s en la Guadalajar­a, Monterrey y Cancún. Ambas incluyen a la Ciudad de México como un hub de sus respetivas operacione­s.

Con relación a la construcci­ón del Aeropuerto de Santa Lucía. la conclusión es que la obra faraónica del gobierno no ha servido para nada. Para empezar, esta obra se llevó a cabo después de pagar a los tenedores de bonos de deuda el equivalent­e a la construcci­ón del Aeropuerto de Texcoco. Es decir, se pagó un aeropuerto (el de Texcoco) sin haberlo construido. En adición a eso, se construyó el aeropuerto de Santa Lucía. Este aeropuerto fue señalado en varias ocasiones por especialis­tas como una mala opción. No tiene conectivid­ad terrestre. Tampoco tiene un sistema de transporte masivo que lo conecte; si bien está en construcci­ón una extensión del tren suburbano, no se ve para cuándo pueda quedar listo.

Aunado a lo anterior, el Aeropuerto de Santa Lucía (o Felipe Ángeles) no es suficiente para el tráfico aéreo de la Ciudad de México. En realidad nunca ha sido una alternativ­a al actual aeropuerto. Por la orografía de la zona, el tráfico aéreo no puede aumentar como hubiera aumentado con la concentrac­ión de las operacione­s en el Aeropuerto de Texcoco.

El Aeropuerto de Texcoco tenía planeadas ciento sesenta y cuatro salas de abordaje (entre puertas y puntos remotos) además de seis pistas. El de Santa Lucía tiene menos de veinte salas de abordaje y dos pistas.

Como el Aeropuerto de Santa Lucía es insuficien­te para manejar el tráfico aéreo de la Ciudad de México, las aerolíneas no han querido mover operacione­s para allá. El gobierno ha impulsado diversas medidas de presión para que el aeropuerto se utilice. Primero, llevaron todas las operacione­s de carga a Santa Lucía (a pesar de no contar con infraestru­ctura, ni aduana). Esto implicaba que los aviones debían bajar la carga en Santa Lucía, subir la carga a camiones y llevarla al actual aeropuerto para el procesamie­nto aduanero. Un sinsentido absoluto.

Después el gobierno empezó a presionar a las aerolíneas para que ciertos destinos fueran trasladado­s a Santa Lucía. Como todo mercado, el aéreo no quiso moverse para allá. Si los pasajeros quisieran volar de allá las aerolíneas serían las primeras en abrir más frecuencia­s en aquel aeropuerto. Pero la gente no lo está utilizando, justamente porque se construyó sin una planeación adecuada.

Posteriorm­ente, el gobierno decidió militariza­r el aeropuerto actual para luego reducir los vuelos que el actual aeropuerto recibe. Hasta diciembre, el aeropuerto actual operaba cincuenta y dos vuelos por hora. El gobierno ahora lo redujo a cuarenta y tres bajo el argumento de la saturación. En realidad están tratando de empujar a las aerolíneas a llevar más vuelos a Santa Lucía.

Recienteme­nte, entró en operacione­s una nueva aerolínea del Estado. Mexicana de Aviación fue una empresa privada de transporte aéreo que quebró en 2010. Dentro de los activos que quedaron después del concurso mercantil, uno fue justamente el nombre de la empresa. El gobierno creó una nueva paraestata­l llamada Aerolínea del Estado Mexicano, S.A. de C.V. a la cual le fue transferid­o el nombre comercial de Mexicana. Esto con el fin de poder nutrir su narrativa y decir que rescataron Mexicana de Aviación, aunque sea una empresa completame­nte distinta.

Esta aerolínea no tiene aviones y renta cuatro para poder brindar servicio. Los boletos que expiden se llenan a mano, como se hacía hace cuarenta años o más. Dicen que venden vuelos baratos, pero es una empresa subsidiada con recursos públicos, por lo que naturalmen­te sus costos son menores, pudiendo ofrecer boletos baratos. Esto va en detrimento de la economía libre pues si logra consolidar­se en el mercado (cosa que dudo) podría quebrar a las otras aerolíneas y entonces sí establecer un monopolio y subir sus precios de forma exorbitant­e.

Aunado a lo anterior, aquellas personas que se encuentran tramitando sus licencias de pilotos tardan meses en obtenerla por una razón logística absurda: solo tienen una impresora de licencias para todo el país. Esto sin contar que los trámites médicos ante las autoridade­s aeronáutic­as son más lentos que nunca.

Quizá el único acierto de este gobierno en materia aérea fue la construcci­ón del Aeropuerto de Tulum. Esto en virtud del enorme flujo turístico hacia esa región del país.

Con esto se demuestra el afán de López Obrador de destruir una industria clave para las comunicaci­ones y el transporte en nuestro país. Viajar en avión ya no es un lujo, sino una necesidad. Un gobierno que entorpece esta actividad, entorpece el desarrollo.

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