En el dolor, lucha constante y persevante
Además de estar bañado de arriba abajo y sentado en un charco carmelitoso y pestilente. Por su cabeza y cara se deslizaban pedazos de excrementos. Estaba agotado, la tensión le afectaba y lo notaba; nunca le pidió a Dios que lo sacara de la celda, sólo que le permitiera resistir, le diera fortaleza de espíritu para resistir aquella situación; el motivo de aquella tensión, de aquel sentimiento de dolor, al borde de la locura era, la tortura que un guardia le aplicaba desde el techo.
Sin posibilidad de escapar, el guardia desde lo alto dominaba toda la celda y podía pinchar a su antojo aquel cuerpo desnudo con una vara puntiaguda, no hería, pero lastimaba y no dejaba dormir a los presos, esas varas eran conocidas como las varas de “Ho-chi-minh”. Después de veintidós años salió Armando Valladares de la cárcel, los autos corrían veloces y una mezcla de melancólica tristeza lo fue hundiendo en los recuerdos de esos años[1], en los que perdió un bien ¡la libertad!
El placer y el dolor se presentan “como síntoma que indica si nuestra vida, en el momento que se considera, está favorecida o perturbada. El placer es el síntoma de un aumento de la vida; el dolor lo es de un retroceso o un aviso de la muerte.”[2] El dolor puede ser un síntoma a modo de sentimiento y a modo de sensación. El primero, nos vendría por la muerte de un pariente cercano, cuántas veces cuando vemos el cuerpo sin vida de un ser querido, se actualiza en nosotros un sentimiento que afecta todo nuestro ser, nos vemos abrumados, inmediatamente nos entristecemos, empezamos a sufrir y sentimos como eclipsada nuestra vida, truncada sin horizonte, ¡este es el dolor como sentimiento!
El dolor surge ante la presencia advertida de un mal o la pérdida consciente de un bien[3] Hoy nos referimos al dolor como sentimiento, no es agradable ni deleitable, de hecho buscamos evadirlo. El ser humano puede en ocasiones deleitarse en el dolor, como acontece cuando vemos una película melodramática y observamos como uno de los personajes a pesar de las tragedias que le sobrevienen, lucha por salir adelante, nos abrumamos, no entristecemos, sufrimos, sin embargo, nos alegramos al ver la gallardía con que sufre esos infortunios, este es un ejemplo de porqué el dolor en ocasiones es deleitable.
Cuando sentimos dolor, somos conscientes del bien que hemos perdido, nos damos cuenta del mal presente que nos aqueja, por ejemplo, perder un semestre o un año en la escuela por reprobar una materia, todo por no cumplir con el deber de estudiante; si no fuera así no sentiríamos dolor. Otro ejemplo, perder el prestigio por no estar a la altura de las circunstancias que demandaba el trabajo que desempeñamos, como muestra un abogado que pierde un caso que le fue encomendado por su cliente.
Teodoro Soria dice que, para superar un sentimiento de esta naturaleza, es necesario proponerse múltiples posibilidades que despierten la tendencia combativa del hombre frente al mundo y no lo hagan apartarse cobardemente de la realidad, declarándose vencido de antemano, sino luchando por someterla a las finalidades establecidas. Sí, porque en el ser humano la lucha es una firme y perpetua regla de vida, en el caso del dolor, lo es la lucha contra los estados anímicos en que podemos estar.
Un principio para nuestra lucha, es la voluntad que tiende al placer que le representa un bien, obvio el que busquemos debe ser honesto y ordenado. Sino lo crees, sólo recuerda lo que en secundaria leímos en el Ingenioso Quijote de la Mancha, que le bastó a Sancho oír que podía beber un trago de lo caro en la vecina ermita para tomarse la delantera[4]. Poco a poco, sin violencia, suave y con sosiego, pero continua voluntad, constante y persevante.
[1] VALLADARES, A. CONTRA TODA ESPERANZA. BIOGRAFÍAS Y MEMORIAS. (1987). ESPAÑA. PLAZA & JANES EDITORES, S.A. Pág. 160-161.
[2] Soria, Teodoro. Psicología. Editorial Esfinge. México. Pág. 198.
[3] S.T. I-II q 35. a. 1.
[4] Cervantes, I. c. parte II. cap. 24.