Viva la fiesta brava
Las corridas taurinas son otra vez legales en la Ciudad de México. Mala suerte para los astados. Afirman las organizaciones “no se puede acabar con siglos de tradición que es parte de nuestra cultura”. Preguntamos ¿todos los hábitos culturales deben ser respetados? Disiento. La democracia nació en el siglo IV a. de C. en Grecia. El derecho al voto fue exclusivo para los hombres. A las mujeres, en México, les fue “concedido” ir a la urnas en 1953. La esclavitud tiene sus orígenes dos mil años antes de nuestra era. Durante siglos se discutió si los negros, los aborígenes del nuevo mundo y las mujeres tenían alma o sentimientos. No todas las tradiciones culturales son positivas.
Los aficionados a la “Fiesta” afirman que los toros nacieron para ser lidiados. Que disfrutan que sean toreados, banderillados, burlados y finalmente morir con la satisfacción de su naturaleza cumplida. Pero ¿quién lo dijo? ¿Ya les preguntamos a las bestias? Esto último por supuesto que no es posible.
La ética había estado restringida a las relaciones entre seres humanos. Pero ya desde el siglo pasado se habla de “éticas no clásicas” fundamentadas en que esta disciplina no se limita a las personas sino que teorizan basadas en la ética ecológica y la bioética. El filósofo Peter Singer dijo “todos somos animales, unos no humanos y otros humanos”. Y sostiene que como animales humanos tenemos responsabilidades y deberes con el eco sistema y por supuesto con los animales no humanos. Alega que el dolor y el sufrimiento son negativos en sí mismos y por ello se deben evitar y minimizar en la medida de lo posible.
Los humanos nos hemos atribuido la supremacía sobre las demás especies. Pero, tan solo el 0.1% de pequeñas variaciones en el ADN establecen la diferencia entre unos y otros. Si tradujéramos ese código a un libro tendría 262,000 páginas y solo unas 500 diferencian a un ser vivo de otro. Todos somos hermanos.
Quienes estamos en contra del sacrificio animal con metas de esparcimiento, no negamos la cadena alimenticia. Es necesario sacrificarlos –con dignidad y con el menor sufrimiento posible-para nuestra sobrevivencia. Lo que no aceptamos es
Los aficionados a la “Fiesta” afirman que los toros nacieron para ser lidiados. Que disfrutan que sean toreados, banderillados, burlados y finalmente morir con la satisfacción de su naturaleza cumplida
ver como a un toro – indefenso- lo destripen ante el enardecido público ávido de sangre. No tiene justificación ética ni moral maltratarlos por el simple hecho de que sus facultades sean distintas a las nuestras.
Siempre hay maneras para que las partes queden conformes: ¿es imposible cambiar las normas y evitar que sufran? ¿Es impensable una corrida sin matarlos?
La Ley Baleares establecía puntos importantes: no matar al toro. Solo puede ser toreado por diez minutos. Regresarlo a los corrales y posteriormente a la ganadería. El torero solo puede usar capote y muleta. El espectáculo está limitado a mayores de 18 años. Está prohibido el consumo de bebidas alcohólicas. Las banderillas están permitidas, pero en un punto de velcro que se insertan en un parche del mismo material colocado sobre el lomo del toro. ¿Ven? Sí hay opciones.
No estoy de acuerdo y nunca lo estaré de que los animales, sean estos toros, gallos, perros, osos, etc., los inmolen para divertirse. Cada año mueren aproximadamente 250 mil toros en las corridas. En contraparte ya están prohibidas en varios países. En Costa Rica no se permite matarlo. En Nicaragua no se da licencia para que el animal sufra daños. Argentina, Uruguay, Canadá, Cuba, Dinamarca, Panamá, Italia, Reino Unido, etc. ya están prescritas. Ahí va la tendencia mundial. Más fácil, en nuestro estado no prohibirlas sino trabajar en conjunto para difundir el daño que se les hace a esos animales. Que sacrificar a una bestia no tiene nada de divertido.
Mi álter ego anuncia que para sustituir a Benito, ya están pensando en traer un oso polar que tendrá como nombre Juanito.