Josephine Baker, aún en movimiento
Berlín— No faltaron epítetos para Josephine Baker, la polímata nacida en San Luis que arrasó en París cuando llegó allí en 1925, con 19 años, para encabezar “La Revue Nègre”, un espectáde culo artistas negros en el Théâtre des Champs-élysées.
El diseñador gráfico francés Paul Colin dijo que nunca había visto a nadie moverse como ella: “Parte canguro, parte boxeadora. Una mujer de goma, un Tarzán femenino”. Para la escritora Colette, una amante rumoreada, era
“una pantera hermosísima”, y para Ernest Hemingway, “la mujer más sensacional que jamás se haya visto”. Durante la década siguiente, también la llamaron “Venus negra”, “Perla negra” y “Diosa criolla”.
Es la Baker de esta época, con su “danse sauvage” escasamente vestida, la que todavía ocupa un lugar destacado en el imaginario cultural. Fue un icono del art déco que entró en el Panteón de Francia en 2021 y fue homenajeada por Beyoncé en su reciente gira “Renaissance”. Una nueva exposición en la Neue Nationalgalerie de Berlín presenta a Baker no como objeto de entretenimiento, sino como artista y activista. La exposición “Josephine Baker: Icono en movimiento”, que permanecerá abierta hasta el 28 de abril, es una pequeña pero densa y profundamente imaginativa reconsideración de su vida y obra. El director del museo, Klaus Biesenbach (ex director del Museo de Arte Moderno de Nueva York y del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles), ha comisariado la muestra junto con la artista Kandis Williams, la académica Terri Francis y la conservadora Mona Horncastle: El resultado subraya la importancia de las múltiples interpretaciones.
Vemos imágenes familiares, fijas y en movimiento, de Baker durante su apogeo parisino, luciendo tobilleras de plumas, elaborados chalecos de cristales y perlas, bikinis adornados con protuberancias en forma de cuerno y, por supuesto, la infame falda de plátanos incrustados de joyas que rebotaban y centelleaban cuando bailaba el Charleston. Fotografías de glamour en blanco y negro de destacados fotógrafos de los años veinte muestran la influencia de Baker en la alta costura de la época.
En una serie de monitores, segmentos de sus rutinas de baile y largometrajes muestran la extraordinaria destreza física de Baker. En uno de ellos, cada parte de su cuerpo parece moverse independientemente, brazos y piernas en ristre, al tiempo que sigue el mismo ritmo. En otra, se contonea por el escenario como si fuera mercurio y luego se deja caer de rodillas de una forma tan extrema que sentí que me flaqueaban las piernas. En otra, hace el payaso entre un movimiento y otro, pone los ojos en blanco y los cruza, frunce los labios, hincha las mejillas y se contonea moviendo la cabeza de un lado a otro.