El Diario de Chihuahua

OREMOS POR LOS ENFERMOS TERMINALES

- Papa Francisco

"Oremos para que los enfermos terminales y sus familias reciban siempre los cuidados y el acompañami­ento necesarios, tanto desde el punto de vista médico como humano"

Reflexión:

Cuando la enfermedad llama a la puerta de nuestra vida, aflora siempre en nosotros la necesidad de tener cerca a alguien que nos mire a los ojos, que nos tome de la mano, que manifieste su ternura y nos cuide, como el Buen Samaritano de la parábola evangélica. (cf. Mensaje para la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, 11 de febrero de 2020).

El tema del cuidado de los enfermos, en las fases críticas y terminales de la vida, invoca la tarea de la Iglesia de reescribir la "gramática" de hacerse cargo y de cuidar de la persona que sufre. El ejemplo del Buen Samaritano enseña que es necesario convertir la mirada del corazón, porque muchas veces los que miran no ven. ¿Por qué? Porque falta compasión. Se me ocurre que, muchas veces, el Evangelio, al hablar de Jesús frente a una persona que sufre, dice: "se compadeció", "se compadeció"... Un estribillo de la persona de Jesús. Sin compasión, el que mira no se involucra en lo que observa y pasa de largo; en cambio, el que tiene un corazón compasivo se conmueve y se involucra, se detiene y se ocupa de lo que sucede.

Alrededor de la persona enferma es necesario crear una verdadera plataforma humana de relaciones que, al tiempo que fomentan la atención médica, se abran a la esperanza, especialme­nte en aquellas situacione­s límite en las que el dolor físico va acompañado de desamparo emotivo y angustia espiritual.

El enfoque relacional -y no meramente clínico- con el enfermo, considerad­o en la singularid­ad e integridad de su persona, impone el deber de no abandonar nunca a nadie en presencia de males incurables. La vida humana, por su destino eterno, conserva todo su valor y dignidad en cualquier condición, incluso de precarieda­d y fragilidad, y como tal es siempre digna de la más alta considerac­ión.

Santa Teresa de Calcuta, que vivió el estilo de la cercanía y del compartir, preservand­o hasta el final el reconocimi­ento y el respeto de la dignidad humana, y haciendo más humano el morir, decía: "Quien en el camino de la vida ha encendido incluso solo una luz en la hora oscura de alguien no ha vivido en vano".

A este respecto, pienso en lo bien que funcionan los hospices para los cuidados paliativos, en los que los enfermos terminales son acompañado­s con un apoyo médico, psicológic­o y espiritual cualificad­o, para que puedan vivir con dignidad, confortado­s por la cercanía de sus seres queridos, la fase final de su vida terrenal. Espero que estos centros continúen siendo lugares donde se practique con compromiso la "terapia de la dignidad", alimentand­o así el amor y el respeto por la vida. [...]

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