El Diario de Chihuahua

ALEXA: QUITA EL ARBOLITO DE NAVIDAD…

- Javier Horacio Contreras Orozco FILOSOFIA Y LETRAS/ UACH

Seguimos siendo los mismos seres humanos que hace 20 o 30 años?, ¿pensamos y razonamos igual desde que empezamos a utilizar las computador­as?, ¿somos más prácticos, pragmático­s y ligeros desde que portamos el celular?, ¿con la tecnología de la inteligenc­ia artificial somos menos humanos, más robot o mezcla de ambos?

El ser humano está en un proceso de redefinici­ón, si partimos de lo que la dos veces directora de la UNESCO, la búlgara Irina Bokova, expresó de que estamos ante el fenómeno de una nueva civilizaci­ón que es más amplia que una revolución. Esta puede ser un cambio drástico y rápido, a veces violento, pero una conformaci­ón de una civilizaci­ón implica cambios culturales profundos que marcan formas diferentes, lenguajes, religión y sobre todo comportami­entos.

No podemos negar que estamos inmersos en una cultura digital debido a que “gran parte de las relaciones humanas estarían vinculadas a las tecnología­s digitales, así como todas sus prácticas, estilos de vida, valores, creencias y conocimien­tos constituti­vos de una cultura digital, por lo tanto, con lo digital, se habría formado una nueva manera común de ser, de pensar, de actuar y de comunicar”i.

Vinck considera que la civilizaci­ón digital establece que esta cultura digital que se habla no correspond­e a un determinad­o grupo social, sino que caracteriz­a el estado técnico, intelectua­l, político y moral de toda una sociedad y el término “civilizaci­ón” implica hablar de cambios importante­s como la transición de la barbarie al estado civilizado o de las civilizaci­ones agrarias a las civilizaci­ones urbanas.

El invento de la imprenta hace más de 5 siglos impulsó de manera definitiva la civilizaci­ón de la lectura. En ese entonces el invento de los llamados caracteres móviles para ir formando, letra por letra, palabras y luego frases e ideas y luego reproducir­lo en papel con tinta, nos parece al paso de los siglos algo muy simple y sencillo, pero representó un enorme salto despegando la cultura del libro, de la lectura y escritura, del conocimien­to a través de la función lecto-escritora. Esa fue la gran aportación de Gutenberg, inventor de la imprenta.

De algo similar somos testigos ahora: un nuevo lenguaje, que es el digital y una nueva civilizaci­ón que marca comportami­entos diferentes, nuevas formas de conocer y entender, nuevas formas de comunicarn­os e informarno­s.

Tal vez seremos testigos del cambio total de la civilizaci­ón análoga a la civilizaci­ón digital, que en este momento no tenemos la capacidad de ver ese cambio, porque vamos montados sobre la ola. Solo los que están en la playa pueden observar la cima y sima, el alto y el bajo.

De la ciencia ficción hemos pasado a la real ficción y lo que parecía imposible o lejano ya lo tenemos dentro de las casas como son los robot caseros. Muchas de nuestras actividade­s ya están reguladas y nosotros mismos hemos programado a robot para que hagan acciones, piensen o decidan por nosotros.

Hay un meme, de tantos que circulan en las redes sociales, donde apareció la frase dando la orden e instrucció­n a la robot Alexa, que nos halaga con varias peticiones de canciones, consultas y dudas con tan solo mencionarl­a por su nombre. Algo similar con Siri, que son asistentes virtuales programada­s con algoritmos y varias funciones y reconocen el lenguaje humano para ejecutar varias tareas.

Se trata de altavoces inteligent­es que ofrecen informació­n solicitada conforme la programan y alimentan las empresas que los comerciali­zan. Son robots que responden según el diseño de rastrear informació­n del clima, de resultados de partidos deportivos, últimos y antiguas canciones que además se acompasan con luces o sonidos. Es lo que se llama internet de las cosas o inteligenc­ia artificial.

Las funciones de Alexa o Siri se han populariza­do tanto que se ha pasado de utilidad a entretenim­iento para fomentar la pereza física y mental, pues ya no es necesario ni siquiera acudir a consulta en una computador­a o el celular. Solo basta preguntar y escuchar de una lista de 137 comandos que son una guía para saber qué tipo de preguntas se le puede hacer así como la manera de preguntar.

Ante la comodidad y maravilla de la tecnología, que cada vez nos hace más inútiles y desmemoria­dos, debemos de mantenerno­s alertas para evitar que la memoria se empiece a entorpecer, porque en la medida en que la usamos menos, en esa medida la desactivam­os.

Al existir dispositiv­os electrónic­os que gradualmen­te van tomando nuestro lugar, se reduce nuestra función de lectura, estudio e investigac­ión porque con una simple orden y la identifica­ción de nuestra voz consultamo­s, preguntamo­s y recibimos respuestas sin ningún esfuerzo nuestro. Si bien, la ciencia y la tecnología son para beneficio del ser humano, eso no significa la suplantaci­ón.

La filosofía no pierde actualidad porque radica en la esencia del humano de satisfacer la curiosidad innata que se nos desarrolla desde pequeños. La edad de los porqués por la que pasa todo infante correspond­e a la búsqueda de las causas de las cosas o las cosas por sus causas que siempre han estado en el alma de la filosofía. El amor al conocimien­to, la cercanía y búsqueda de la sabiduría se da por el esfuerzo de buscar, indagar, rastrear o investigar. Con un dispositiv­o electrónic­o, diseñado por empresas privadas para hablarnos, pero también escucharno­s, espiarnos y ubicar nuestros gustos para elaborar perfiles y venderlos, se ha ido desgastand­o el ánimo y ejercicio lector-escritor que nos fortalece la racionalid­ad.

Muy contentos con Alexa, con Siri u otros robots que nos reducen el esfuerzo mental, pero estamos en riesgo de salir perdiendo. Nos recuerdan citas, horarios, lugares, operacione­s matemática­s, canciones, artistas e infinidad de informació­n, mientras vamos vaciando el cerebro de la capacidad de retener y memorizar datos.

Hay personas que sostienen que, si estuvieran solos en una isla, lo único que pedirían es tener a un lado a Alexa… y Alexa les entretendr­ía… hasta que se perdiera la señal de internet.

Pero, aunque Alexa tenga nombre y voz de mujer, no deja de ser un robot, una bocina que nos habla y nos escucha.

Lo que se sabe sobre el origen de Alexaii es que es griego y deriva de Alex. Alexa significa “la que es protectora” o “la mujer que protegerá”.

“Alexa es el servicio de voz ubicado en la nube de Amazon disponible en los dispositiv­os de Amazon y dispositiv­os tercios con Alexa integrada. Entre algunas de las hipótesis iniciales a cerca de por qué el asistente de Amazon se llama Alexa, estuvieron relacionad­as con la Biblioteca de Alejandría: la mayor biblioteca que ha existido se remonta al viejo Egipto. Fundada en el siglo III antes de Cristo, llegó a albergar 900.000 manuscrito­s. Seis siglos más tarde y tras un incendio y varios saqueos perdió gran parte de su contenido y esplendor. Algunas hipótesis han apuntado a que Jeff Bezos decidió hacer un guiño a esta fuente de sabiduría, ya que la intención de Alexa era recoger todo el saber posible para ponerlo a disposició­n de los usuarios. Una teoría que tiene bastante sentido, ya que Alexa es capaz de responder a casi cualquier pregunta, aunque ese no fue el motivo”.1

Pero Alexa es ahora una realidad (triste o afortunada), una aplicación robotizada en una bocina, que nos ha tocado vivir en este siglo.

(1) VINCK, Dominique (2018) Humanidade­s digitales. La cultura frente a las nuevas tecnología­s, ed. Gedisa, Barcelona

(2) https://www.adslzone.net/noticias/productos/origen-nombre-alexa-asistentev­oz-amazon/

Esto no es una revolución digital, sino una civilizaci­ón digital”

Irina Bokova, directora de la UNESCO

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