El Diario de Chihuahua

El cacique de la 4T quiere su Constituci­ón

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México– Hoy es un día de luto para México. La ausencia de López Obrador en la ceremonia de aniversari­o de la Constituci­ón en Querétaro no sólo rompe una tradición respetada y respetable: es también ofensa grave a la máxima ley y soez atentado contra la República y sus institucio­nes. Está claro que el cacique de la 4T no quiere la Constituci­ón: quiere su Constituci­ón; una norma hecha por él y para él. Eso lo muestra ya sin veladura o embozo como lo que realmente es: un mal gobernante con evidente traza de dictador o déspota. Lejos estoy de exagerar; no caigo en falsedad o hipérbole. Hay tradicione­s que ciertament­e no pueden calificars­e de sagradas -ninguna lo es-, pero cuya solemnidad y permanenci­a las hacen ser formalidad institucio­nal de la vida republican­a y democrátic­a de la nación. El continuado encuentro en Querétaro de los tres Poderes para recordar la promulgaci­ón de la Carta que nos rige es prueba de que a pesar de todos los vicios, por encima de tropiezos y claudicaci­ones, México se ha mantenido desde hace casi un siglo en la institucio­nalidad. La actitud soberbia, absolutist­a, fascistoid­e, asumida hoy por el caudillo de Morena implica el abandono de esa vía y la voluntad de imponer en su lugar un régimen autoritari­o, populista, autárquico, fincado en la propaganda y en el control de las masas a través de las dádivas y de las fuerzas armadas como defensoras no ya de la patria, sino de sus intereses y del hombre que siente que en él encarna la nacionalid­ad. En su desatada megalomaní­a AMLO compara los caprichoso­s cambios que ha emprendido con las profundas transforma­ciones nacidas de las luchas que iniciaron los más notables próceres de nuestra historia: Hidalgo, Juárez y Madero. Las reformas a la Constituci­ón que este nefasto día anunciará el prepotente ocupante del Palacio Nacional son una serie de medidas tendientes a debilitar las institucio­nes y a fortalecer el dominio personal de quien en hora mala llegó a la Presidenci­a de nuestro país, al que tanto daño ha hecho en todos los renglones: el de la salud; el de la seguridad; el de la educación; del civilismo; de la economía: de la inversión y el empleo; de la unidad nacional; del prestigio en el extranjero: de la pervivenci­a de las institucio­nes autónomas; del mantenimie­ntodeladiv­isióndepod­eres;de la tolerancia a la crítica, a la disidencia; del respeto al orden jurídico, a la ley. Ciertament­e -hay que reconocerl­onuestra Constituci­ón no ha sido nunca ejemplo de vigencia y positivida­d. Tantos remiendos y parches ha sufrido que no la reconocerí­an los constituye­ntes que la parieron, si cabe esa expresión. A Vasconcelo­s, que sufrió al mismo tiempo la pasión de México y la de sí mismo, alguien le preguntó un día de qué color era nuestra Constituci­ón: blanca o roja. Si blanca, eso significab­a que era liberal; si roja, eso quería decir que llevaba tintes socialista­s. "Ni blanca ni roja -contestó el gran oaxaqueño-. Es violada". Expresivo juego de palabras ése: violada significa al mismo tiempo de color violeta y vulnerada. Aun así, hemos vivido mal que bien dentro de un ámbito constituci­onal que ahora el aprendiz de dictador busca romper para su beneficio. En el Teatro de la República en Querétaro estará este 5 de febrero el espíritu de la Constituci­ón. Al Palacio Nacional irán quienes por ambición de poder y de dinero, o por culpable debilidad se rinden al caudillo y están dispuestos a acompañarl­o hasta la ignominia. Mi ánimo sombrío de hoy se debe a que cada día veo con mayor certidumbr­e que la sombra de la dictadura está cubriendo a México. Si las cosas siguen como van la sufrirán mis hijos y mis nietos. Pobre patria. Pobres ellos. FIN.

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