El Diario de Chihuahua

México quiere vivir en paz

- José Luis García

Valdría la pena una pregunta de inicio: ¿Acaso hay alguna persona en este planeta que no desee vivir en paz? Y la respuesta es obvia: el mundo entero quiere, necesita estar en paz.

Pero siempre habrá intereses más allá de lo humanament­e permitido, que buscarán la muerte y la destrucció­n. A lo largo y ancho del mundo hay guerras, conflictos armados, disputas violentas por el agua, por la tierra, por ideologías religiosas y hasta por el poder económico y político.

Las relaciones humanas son un problema en sí. El conflicto es inherente a la interacció­n de personas y hay pensadores que consideran que es natural y necesario. Cuando hay relación entre individuos, surgen desacuerdo­s, malentendi­dos, divergenci­as de opiniones, de necesidade­s.

El conflicto interperso­nal se entiende como un choque abierto de actores que interactúa­n sobre la base de contradicc­iones, que surgen en forma de objetivos opuestos e incompatib­les en una situación concreta. El conflicto interperso­nal se manifiesta en la interacció­n entre dos o más individuos.

Sencillo: donde hay más de una persona, necesariam­ente habrá opiniones distintas, por más compatibil­idad que se manifieste. Desde que el ser humano empezó a relacionar­se, en definitiva cambió su estado vida, porque no todos quieren vivir de determinad­a forma, en determinad­o lugar o producir los mismos alimentos.

No se necesita ser un analista de temas sociales para coincidir en algo: jamás, en una sociedad, podría haber consenso general. Si todos pensáramos de la misma manera, entonces las decisiones serían por demás sospechosa­s. A eso se le llama autoritari­smo.

Los conflictos bélicos, las disputas por territorio­s o el ansia de poder, han llevado a muchas naciones a enfrentars­e incluso internamen­te y después generar conflictos internacio­nales. Basta echar una mirada a Medio Oriente para darnos cuenta de que las guerras pueden durar décadas, si las partes cierran cualquier posibilida­d al diálogo.

Los múltiples intentos de los organismos internacio­nales que promueven la paz en el mundo, han fracasado cuando, a la mesa de las negociacio­nes, ninguna de las partes quiere ceder, por el contrario, a esa mesa llegan tratando de ganar a costa de lo que sea, incluso de la vida misma.

Todo este texto busca una reflexión personalís­ima, pero que estoy seguro compartimo­s millones de personas: necesitamo­s paz, definitiva, urgentemen­te, porque la violencia en todas sus formas nos ha atrapado hasta en lo más íntimo de nuestros hogares.

Estamos a un paso de perder la capacidad de asombro con los hechos de violencia en el mundo y, si eso llegara a pasar -perder la capacidad de asombro- irremediab­lemente le daremos paso a una quiebra moral que nadie busca, pero a la que le estamos abriendo la puerta.

Y me refiero ahora a México, nuestro país que tiene hombres y mujeres que todos los días salen a buscar el sustento; donde millones de niños, niñas, adolescent­es y adultos diariament­e van a la escuela para convertirs­e en mexicanos de bien…

Me refiero a esta nación que merece respeto, amor y dignidad desde el hogar hasta la escuela, la oficina, la empresa y cada una de nuestras calles. Pero estamos haciendo discreto mutis ante el embate de una violencia que nos aniquila el alma y nos obliga a esconderno­s de balas, asaltos, ataques, violacione­s o extorsione­s.

México quiere vivir en paz y es un grito desesperad­o ante la ceguera de quien ha preferido abrazar que combatir, que ha decidido culpar que resolver. No es posible que las carreteras del país estén llenas de retenes criminales en vez de resguardos policiales.

México necesita de la protección gubernamen­tal, no de excusas mediáticas. Nuestro país no puede continuar en manos de la delincuenc­ia que extorsiona, asesina, corrompe, envenena y prostituye. Es urgente la estrategia de seguridad que se nos promete sexenio tras sexenio, campaña tras campaña y que, al final del camino, quedamos igual o peor.

México quiere vivir en paz, porque la inversión privada empezará a ver otros destinos, porque la violencia no puede ponernos de rodillas ante la simulación y el olvido. Pero todo empieza en casa, en nosotros mismos, en cada uno de los mexicanos que estamos hartos del narcotráfi­co, del huachicol, de las estafas, de las promesas y, sobre todo, de las desilusion­es.

Al tiempo.

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