El privilegio de votar
En una democracia el voto ciudadano es necesario, pero no suficiente. Podemos acudir a las urnas y emitir nuestro sufragio, pero si –como en otros tiempos- las urnas ya estaban llenas –embarazadas- no había necesidad de contar los votos, a los opositores no se les permitía ni siquiera acercarse al conteo de papeletas, entonces nuestro país era tan democrático que en las zonas rurales –de acuerdo con la ley electoral de aquellos ayeres que pensábamos no regresaría- votaba el 115% del padrón y muchos, muchísimos muertos.
El gobierno convocaba, organizaba, llevaba a cabo las elecciones y contaba los sufragios. Si se caía el sistema –pregúntenle a Bartlett- mala suerte. Antes de finalizar el siglo 20 ya tuvimos un organismo –el Instituto Federal Electoral- que ciudadanos no pertenecientes a algún partido político, convocó, organizó, cumplió elecciones y contó los sufragios con la intervención de los institutos políticos, ciudadanos y observadores electorales. Cuesta mucho dinero, pero la democracia vale eso y más. Y ese modelo nos dio certidumbre.
¿Y por quién votábamos? Por quienes creíamos sería un mejor presidente, gobernador, diputado, senador, alcalde, regidor. ¿Y por qué el mejor? Porque entendíamos que defendería nuestros intereses. Si soy empresario por quien considere mi situación, si soy intelectual el que estimule la educación, si soy obrero vigile mis derechos y los incremente. Y así si soy profesor, policía, joven, adulto, adulto mayor, hombre, mujer, y si pertenezco a la clase lgbtq+ de igual manera. Si mis orígenes son mestizos, indígenas, blanco, afroamericano me importa sentir un respaldo. Eso es la esencia de la democracia.
Digámoslo claramente: si vota por los candidatos de Morena y aliados no será para que representen sus intereses sino para servir a un patriarca. Vamos, ni siquiera Claudia, si gana, tendrá el control del Congreso ya sabes quién.
Nadie es lo suficientemente sabio para gobernar eternamente. Se afirma que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Debemos compartir la responsabilidad de gobernar. Estemos completamente conscientes de que si votamos por los candidatos del partido oficial lo haré no con la convicción de que me proteja, sino que obedecerá a ojos cerrados, con descaro como ya lo han hecho, a la presidencia. Y considere que Claudia no podrá deshacerse del ahora aún presidente y que él seguirá gobernando –no tras bambalinas- sino abiertamente.
Deshacer, tirar a la basura, lo que tanto tiempo nos llevó a los ciudadanos comunes, formar, es regresarnos a un sistema unipersonal. Aquellos tiempos en que el detentor del poder hacía lo que –quiero suavizarlo- él consideraba –sin consultar a nadie- lo mejor para el país. Pero lo óptimo es consensuar, preguntar, asesorarse de especialistas, oír lo que el pueblo necesita.
¿Y las encuestas? Puede usted preguntarme abiertamente. He respondido a varias y algunas tienen trampa “¿quién está más preparada académicamente? ¿quién está arriba en las encuestas? Pues respondo con franqueza “Claudia”. Hice un trato con una de mis hermanas: yo votaré por ella si tu votas por los legisladores de oposición. Que hoy sí se hagan realidad las palabras de Vicente Fox “el presidente propone y el Congreso dispone”. Que los organismos autónomos no estén al servicio de quien vive en Palacio Nacional y no como lo definió Abraham Lincoln al mando del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Él prometió pasar a la historia como el mejor presidente de México, pero la realidad lo contradice: crisis económica, incontrolable violencia, continuas violaciones a los derechos humanos, agresión sistemática a quienes no lo adulan como lo hace Lord Molécula (quien recibió un reconocimiento por parte del Senado de la República), ataque diario a intelectuales, a las autonomías de las universidades, a todo organismo que le estorbe y siga haciendo la lista.
La democracia en nuestro país está en un grave riesgo. Queremos un país con división de poderes que modere la vida social, económica y política. Y nosotros la sepultaremos si no participamos. Y dentro de muy poco pagaremos las consecuencias.
Mi álter ego felicita al Gobierno del Estado. El Programa de Uso Sustentable del Agua es una política adecuada para un estado en el cual, el líquido referido, se agota día a día.
Con la democracia s e come, se educa, se cura”
RAÚL ALFONSÍN