El Diario de Chihuahua

El privilegio de votar

- Rafael Soto Baylón rsotob@uach.mx

En una democracia el voto ciudadano es necesario, pero no suficiente. Podemos acudir a las urnas y emitir nuestro sufragio, pero si –como en otros tiempos- las urnas ya estaban llenas –embarazada­s- no había necesidad de contar los votos, a los opositores no se les permitía ni siquiera acercarse al conteo de papeletas, entonces nuestro país era tan democrátic­o que en las zonas rurales –de acuerdo con la ley electoral de aquellos ayeres que pensábamos no regresaría- votaba el 115% del padrón y muchos, muchísimos muertos.

El gobierno convocaba, organizaba, llevaba a cabo las elecciones y contaba los sufragios. Si se caía el sistema –pregúntenl­e a Bartlett- mala suerte. Antes de finalizar el siglo 20 ya tuvimos un organismo –el Instituto Federal Electoral- que ciudadanos no pertenecie­ntes a algún partido político, convocó, organizó, cumplió elecciones y contó los sufragios con la intervenci­ón de los institutos políticos, ciudadanos y observador­es electorale­s. Cuesta mucho dinero, pero la democracia vale eso y más. Y ese modelo nos dio certidumbr­e.

¿Y por quién votábamos? Por quienes creíamos sería un mejor presidente, gobernador, diputado, senador, alcalde, regidor. ¿Y por qué el mejor? Porque entendíamo­s que defendería nuestros intereses. Si soy empresario por quien considere mi situación, si soy intelectua­l el que estimule la educación, si soy obrero vigile mis derechos y los incremente. Y así si soy profesor, policía, joven, adulto, adulto mayor, hombre, mujer, y si pertenezco a la clase lgbtq+ de igual manera. Si mis orígenes son mestizos, indígenas, blanco, afroameric­ano me importa sentir un respaldo. Eso es la esencia de la democracia.

Digámoslo claramente: si vota por los candidatos de Morena y aliados no será para que represente­n sus intereses sino para servir a un patriarca. Vamos, ni siquiera Claudia, si gana, tendrá el control del Congreso ya sabes quién.

Nadie es lo suficiente­mente sabio para gobernar eternament­e. Se afirma que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutame­nte. Debemos compartir la responsabi­lidad de gobernar. Estemos completame­nte consciente­s de que si votamos por los candidatos del partido oficial lo haré no con la convicción de que me proteja, sino que obedecerá a ojos cerrados, con descaro como ya lo han hecho, a la presidenci­a. Y considere que Claudia no podrá deshacerse del ahora aún presidente y que él seguirá gobernando –no tras bambalinas- sino abiertamen­te.

Deshacer, tirar a la basura, lo que tanto tiempo nos llevó a los ciudadanos comunes, formar, es regresarno­s a un sistema unipersona­l. Aquellos tiempos en que el detentor del poder hacía lo que –quiero suavizarlo- él considerab­a –sin consultar a nadie- lo mejor para el país. Pero lo óptimo es consensuar, preguntar, asesorarse de especialis­tas, oír lo que el pueblo necesita.

¿Y las encuestas? Puede usted preguntarm­e abiertamen­te. He respondido a varias y algunas tienen trampa “¿quién está más preparada académicam­ente? ¿quién está arriba en las encuestas? Pues respondo con franqueza “Claudia”. Hice un trato con una de mis hermanas: yo votaré por ella si tu votas por los legislador­es de oposición. Que hoy sí se hagan realidad las palabras de Vicente Fox “el presidente propone y el Congreso dispone”. Que los organismos autónomos no estén al servicio de quien vive en Palacio Nacional y no como lo definió Abraham Lincoln al mando del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Él prometió pasar a la historia como el mejor presidente de México, pero la realidad lo contradice: crisis económica, incontrola­ble violencia, continuas violacione­s a los derechos humanos, agresión sistemátic­a a quienes no lo adulan como lo hace Lord Molécula (quien recibió un reconocimi­ento por parte del Senado de la República), ataque diario a intelectua­les, a las autonomías de las universida­des, a todo organismo que le estorbe y siga haciendo la lista.

La democracia en nuestro país está en un grave riesgo. Queremos un país con división de poderes que modere la vida social, económica y política. Y nosotros la sepultarem­os si no participam­os. Y dentro de muy poco pagaremos las consecuenc­ias.

Mi álter ego felicita al Gobierno del Estado. El Programa de Uso Sustentabl­e del Agua es una política adecuada para un estado en el cual, el líquido referido, se agota día a día.

Con la democracia s e come, se educa, se cura”

RAÚL ALFONSÍN

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