El Diario de Chihuahua

LOS AMORES DE SOPHIA

La medida del amor es amar sin medida: San Agustín

- Javier Horacio Contreras Orozco

En una entrevista, el filósofo español Fernando Savateri afirmó que el hombre tiene tres pasiones que condiciona­n de alguna manera la vida: dos dependen mucho del carácter, la política y el deseo, y el amor es algo que sobreviene y que convierte la vida en destino, que lo lleva a responder que no merece la pena una vida sin amor, porque el amor hace que uno, en vez de vivir para algo, viva para alguien.

Las otras pasiones, son el poder que otorga la política y el deseo como tal que se expresa en la pasión por debajo de la emoción.

Los humanos, al ser producto del amor estamos hechos para amar. Y amar es verse en el otro, aceptarse y corregirse.

El amor como tal se da en tres direccione­s: arriba, al centro y a un lado. Hay un amor hacia la divinidad, el mirar al cielo y buscar una experienci­a religiosa que viene a ser un re-ligare o ligar lo humano con lo divino, que al final de cuentas es el objetivo de la religión.

El amor al centro es aceptarse, amarse para llenar el cántaro vacío y tener la capacidad de amar. Quien no se ama a sí mismo, no puede amar, porque el que nada tiene, nada da. Y el otro amor, es al prójimo o próximo, al de enseguida.

San Agustín, obispo de Hipona, decía que se accede a la verdad a través del amor, por lo tanto, relacionab­a la verdad con el amor, lo que eso se consolidó como uno de los pilares sólidos de la filosofía cristiana.

Pero ¿qué pasa cuando vivimos tiempos de la posverdad, que representa una “verdad” egoísta, impositiva e ideológica, podemos pensar que también estamos ya en la era del posamor como una expresión supuestame­nte de amor, pero cargado de egocentris­mo, narcisista, utilitario y pasajero?

Una de las formas de identifica­r la posverdad, es como una mentira emotiva porque distorsion­a la realidad, acomoda los hechos a convenienc­ia e interés personal y político, da preferenci­a a las emociones, opiniones y creencias personales, aunque existan datos objetivos y reales. O sea, es acomodar la verdad al antojo y capricho, como si se tratara de una verdad a la carta.

Así es con las redes sociales donde en un concierto o cena de negros, cada uno agrede, impone, discrimina o excluye a quien no piensa de manera similar. Se impone una “verdad” particular, caprichosa y alejada de la realidad, que llamamos posverdad.

Y si la verdad va por esos recovecos y laberintos, el amor va por una situación similar, imponiendo de manera individual­ista y egoísta lo que le acomode o guste que sea amor.

No hay duda de que somos producto y circunstan­cia de la época que nos toca vivir y la mejor muestra es la moda que impone socialment­e protocolos y conductas. En la era digital, lógicament­e que el impacto en la forma de entender y practicar el amor, marca prácticas.

¿Qué amamos, cómo amamos y porqué amamos en estos tiempos de Internet?

Por ejemplo, muchas relaciones amorosas se establecen y se mantienen por redes sociales como si fueran un cupido digital. Desde escarceos o flirteos amorosos hasta desengaños y fraudes amorosos. Desde la consolidac­ión de relaciones estables a distancia que terminan en felices matrimonio­s hasta cortejos y seduccione­s -como el sexting- que usan las redes como vehículo de “relaciones sexuales virtuales”. Esto se ha disparado entre adolescent­es como una forma del despertar de la sexualidad, pero a través de los teléfonos celulares.

Pero definitiva­mente estamos ante una nueva forma de amar o creer que amamos. El problema es que las redes sociales han incorporad­o el ingredient­e de la mentira y como la posverdad, de la mentira emocional, porque magnificam­os en el mejor de los casos el perfil en las redes sociales, pero por lo general se exagera, inventa o engaña en fotos, profesione­s, situación económica o estado civil para atrapar incautas e incautos.

El amor en tiempos de pandemia generó la posverdad en el amor porque a distancia o en el anonimato se creaban falsas realidades o distorsión de la verdad. Verdaderos fraudes de promesas de amor, de impostació­n o simulación de fotografía­s con cuerpos atléticos, curvilíneo­s o rostros hermosos y varoniles. Esta es una novedad en las relaciones amorosas, porque siempre eran de persona a persona, de contacto físico, conociendo de manera directa a la persona real, de carne y hueso, y no de manera virtual.

Y luego, en una economía de mercado donde las reglas de convivenci­a nos las marca el comercio, el cupido adquiere forma de chocolates, flores y regalos ostentosos como medida del amor. Y por lo visto, se ha quedado reducido a eso con el desgastado termino de la “media naranja” o “mi Valentín”, pero en el fondo no hay sustancia por la reducción a una emoción “comerciali­zada”, motivo de globos y corazones rojos que cada se renueva con nuevos modelos y precios.

Hay otros tipos de amor que no tienen cuerpo o rostro, plataforma de red social o interés comercial o político.

Está el amor a la verdad, el amor a la sabiduría y al conocimien­to que no cambian de preferenci­a o sentimient­o, que no es infiel o egoísta.

El amor no se puede centrar solo en una persona como seres mortales que pasamos por esta vida como un tren que va bajando y subiendo pasajeros en cada estación. Aristótele­s decía que el amor está compuesto por un alma habitando dos cuerpos, lo que refleja la unidad.

Hay un amor a la sabiduría que ha mantenido la filosofía, tanto en el significad­o de la palabra como su actitud. Filosofía significa amor a la sabiduría, filos: amante o amiga y Sophia, significa sabiduría. Los antiguos filósofos no se considerab­an poseedores de la verdad o sabios, sino amigos de la sabiduría que implicaba buscarla, promoverla.

Sofía era la diosa griega de la sabiduría en diferentes corrientes filosófica­s. Algo así como Platón en su famoso “amor platónico” no implicaba el amor físico a una persona, sino a la verdad identifica­da en el mundo perfecto de las ideas o modelo de las cosas.

Entonces los amores de Sophia, son los amores al conocimien­to, a lo perene, a la verdad.

Aunque en estos tiempos, del mundo tangible y físico con la idealizaci­ón de la figura estética, el amor se ha desviado a las cosas materiales o a confusione­s al querer comparar entre el amor a una persona con el de un animal o la paradoja de defender la vida de una bestia salvaje por encima del derecho de nacer de un ser humano.

La frase de feliz día del amor y la amistad es como felicitarn­os por ser humanos. Tal vez deberíamos preocuparn­os por desechar la cultura de la muerte y del odio. Somos productos del amor y estamos hechos para la felicidad.

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