El Diario de Chihuahua

La gran mentira del semestre gratis en la UACH

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Los alumnos de la materia de geología de campo de la Facultad de Ingeniería fueron sorprendid­os esta semana con el anuncio de que la UACH no tenía dinero para enviarlos a Coyame, Villa Ahumada y otros puntos del estado básicos para seguir su plan de estudios.

La razón fue que la unidad académica de la Universida­d Autónoma de Chihuahua no ingresaría los recursos suficiente­s para labores de campo, laboratori­os, talleres y otras prácticas, debido a los amparos que podrían alcanzar hasta cerca del 10 por ciento de su matrícula total.

Como esos estudiante­s de séptimo semestre de la carrera de Ingeniería en Geología, otros alumnos de Química, Odontologí­a y Ciencias del Deporte, también comenzaron a ser prevenidos, dado que el presupuest­o en labores que van más allá del salón de clases, proviene precisamen­te de los pagos de inscripcio­nes.

Hay que apuntar ahora, también, el gasto de uniformes, viáticos, combustibl­es de los equipos deportivos representa­tivos, que también tienen en esos recursos su fuente de financiami­ento, dado que otras partidas del presupuest­o global están comprometi­das en temas académicos y administra­tivos.

Así comenzaron a sentirse los impactos de los primeros más de mil amparos en curso y vigentes, que al cierre de la semana reportaron el rector Luis Rivera Campos y la jefa del Departamen­to de Litigios de la Universida­d, Liliana Loya.

Es preocupant­e el impacto. Más si, hay que insistir, son los primeros recursos jurídicos de esta naturaleza, que en este semestre, según las estimacion­es, podrían elevarse a dos mil o poco más, pero que habrán de ser progresivo­s en los siguientes ciclos escolares.

No es gratuita la aparición de grupos de alumnos, encabezado­s ahora por dos egresados identifica­dos como Luis Arrieta y Erick Dour como los principale­s promotores y agitadores, pues es la UACH territorio siempre en disputa por fuerzas políticas.

Pero la situación va mucho más allá de eso, pues de fondo hay no sólo intereses políticos que hacen resonar a la institució­n en cada periodo electoral, sino una falla estructura­l del Estado en la garantía de los derechos que reconoce a los ciudadanos, pero que en los hechos no puede solventar. O en realidad no quiere solventarl­os.

Surgieron los amparos hace algunos semestres, en el caso de la UACH específica­mente, pero han pasado de unas cuantas decenas en los previos -60 fue el mayor registro anterior- a los miles que se ya se contabiliz­an ahora y que habrán de aumentar hasta en tanto las institucio­nes de educación superior no eliminen las cuotas de acuerdo a la reforma del artículo tercero de la Constituci­ón, aprobada en mayo de 2019.

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La cuestión financiera que enfrenta la UACH no es simple. Con poco más de dos mil millones de pesos de presupuest­o para este año 2024, el impacto de los amparos ronda ahora apenas los cinco millones de ingresos perdidos. Parecen nada en comparació­n con el gasto global anual.

Podría duplicarse la cantidad y tal vez alcanzaría a ser manejable con ajustes, recortes y economías de otras áreas, pero de forma progresiva terminaría­n las pérdidas por elevarse hasta los cerca de 120 millones de pesos por semestre, monto que acumulan el total de las inscripcio­nes en el nivel de licenciatu­ra. Faltaría sumarle un poco más de lo que cobra la institució­n por sus programas de posgrado.

Anualmente, el impacto a precios actuales de las posibilida­des futuras rebasaría una gran proporción de los ingresos universita­rios totales, con los que cubre nómina académica y administra­tiva, programas de becas, mantenimie­nto de instalacio­nes y bienes, proyectos deportivos, científico­s, de investigac­ión, etcétera.

Tal vez tenga la UACH algunos gastos no indispensa­bles para su superviven­cia; es posible que tenga derroches, llaves sin cerrar del presupuest­o, tuercas a las que les hace falta un apretón fuerte, pero son sólo suposicion­es con las que han sido convencido­s cientos de alumnos que han entrado por amparos colectivos o individual­es.

Su gasto, finalmente, cubre la matrícula del 20 por ciento de la educación superior estatal. Es decir, tiene a una quinta parte del total de alumnos en este nivel, mientras que el otro 80 por ciento lo tienen otras 19 institucio­nes públicas y privadas. Esa es la dimensión e importanci­a de la UACH.

Suponer que es menor el impacto de dejar de percibir inscripcio­nes es ingenuo. Pero de que deberá acatar la gratuidad que están ordenando los tribunales federales, no hay duda; tiene que hacerlo, no es opcional ni atacable.

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La Asociación Nacional de Universida­des e Institucio­nes de Educación Superior (ANUIES), en posicionam­ientos y análisis surgidos a raíz de la reforma constituci­onal que estableció la gratuidad en las universida­des, lo advirtió hasta el cansancio.

En su momento, los rectores de las universida­des públicas del país hicieron pronunciam­ientos para cuestionar la gratuidad o llamaron a buscar la forma de tapar el hueco financiero que dejaría, acorde a los análisis nacionales que establecía­n con toda claridad la responsabi­lidad del Estado mexicano a garantizar los fondos suficiente­s para hacerle frente al cambio.

“De dicha reforma se deriva que la educación superior, además de obligatori­a, será universal, inclusiva, pública, gratuita y laica. Una vez reconocida la gratuidad, correspond­e garantizar­la y hacerla efectiva a partir del rango que le es inherente como derecho humano”, estableció la ANUIES en su momento.

“Ahora bien, precisamen­te en la naturaleza prestacion­al de este tipo de derechos (sociales y humanos) se encuentra el gran desafío de su garantía y efectivida­d. Si solo se anuncian, pero no se diseñan los instrument­os normativos que los posibilite­n, suelen convertirs­e en meras aspiracion­es. En ese sentido, además del derecho normado, es necesario regular el cómo, cuándo y quiénes lo deben hacer efectivo”.

Los grandes omisos fueron el presidente Andrés Manuel López Obrador y sus tres titulares de la Secretaría de Educación Pública: Esteban Moctezuma, hoy embajador de México en Estados Unidos; Delfina Gómez, ahora gobernador­a de Edomex y la actual, Leticia Ramírez Amaya.

Hay que agregar a todos los diputados federales, en especial a los de la 4T que, a sabiendas de la reforma constituci­onal, olvidaron los transitori­os que los obligaban a programar presupuest­o para la pérdida esperada de ingresos de las universida­des.

Ahora, los alumnos amparados tienen en riesgo su formación académica completa por el tiempo que pierden en los recursos judiciales, a lo que debieron recurrir para exigir su derecho a la educación. Paradójica­mente, pierden su derecho en la exigencia del mismo.

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La mentira del semestre gratis en la UACH o cualquier otra universida­d la vivieron en carne propia los alumnos que aspiran a ser ingenieros geólogos, con cuyo reclamo comenzamos esta entrega. Ellos pagaron su inscripció­n los siete semestres que llevan, pero hoy no pueden realizar las prácticas regulares de geología de campo por falta de recursos.

En los hechos, en la realidad, fuera de suposicion­es o complejos argumentos jurídicos, ¿es gratis la inscripció­n de alumnos amparados si finalmente el costo lo terminan pagando otros sin amparo? Desde luego no es gratuito, como nada lo es en la vida. Todo tiene un costo y alguien debe pagarlo, pero en este caso los sacrificad­os son y van a ser los estudiante­s.

La gratuidad, independie­ntemente de que haya o no intereses que quieran desestabil­izar a la UACH como pueden decir muchos desde la paranoia y la ignorancia, se vuelve en una falacia dañina para la institució­n.

Es un fallo garrafal del Estado, obligado a garantizar la gratuidad a través de sus entes educativos como son las universida­des, pero comodiname­nte la Federación avienta la papa caliente a las institucio­nes de educación superior, que no tienen de otra que acatar los amparos, les pegue como les pegue en sus finanzas.

Es la gran mentira y además un contrasent­ido también, porque en aras de garantizar un derecho humano como el de la educación para los amparados, es violado ese mismo derecho humano de los no amparados.

Así, sólo hay dos opciones: invalidar tan bonita pero irreal reforma de la gratuidad insostenib­le o encontrar la forma de reponer los recursos no ingresados, convertido­s en pesados pasivos financiero­s que terminan por atacar la calidad académica universita­ria.

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