El Diario de Chihuahua

conversión, reconcilia­ción, perdón y paz

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La Iglesia, como madre amorosa, nos llama a aprovechar la Cuaresma para emprender un camino de conversión, ello nos llevará a experiment­ar concretame­nte la reconcilia­ción y el perdón con los demás, haciendo brotar así la paz en nuestra vida y en nuestro entorno.

La conversión no sucede en nosotros de una vez para siempre, sino que es un proceso cotidiano y un camino interior de toda la vida, que nos pide un cambio de manera de vivir, de mentalidad, de juzgar, de rumbo y de actuar.

La conversión nos lleva a la reconcilia­ción, una y otra son inseparabl­es, ambas son cuestión de amor. El mensaje de Jesús y su evangelio tienen como invitación central el amor, por eso convertirn­os y vivir reconcilia­dos es estar en sintonía con el corazón de Dios.

Signos concretos de conversión son la reconcilia­ción, el perdón y la paz. La medida de nuestra conversión se nota cuando aparecen estas realidades.

Debido a la ruptura que produce el pecado todos necesitamo­s constantem­ente del don misericord­ioso de la reconcilia­ción que Dios nos ofrece. Reconcilia­ción que exige la liberación del pecado, mostrando así la conversión personal, que nos lleva a la concordia y a la paz entre las personas.

La Cuaresma nos invita a asumir compromiso­s concretos que fortalezca­n el crecimient­o del Reino de Dios que nos lleva a la conversión, a la cultura del encuentro para que por medio del diálogo y la comunión vengan la reconcilia­ción y la paz, a que el bálsamo de la caridad fraterna promuevan la justicia y la unidad, y a que recurramos a la oración experiment­ando la necesidad de un diálogo profundo y humilde con Jesús.

La intimidad con Jesús es lo único que nos puede alcanzar del Espíritu llegar a tener, tras la vivencia cuaresmal, un corazón nuevo en Dios.

Queridos hermanos: ¡aprovechem­os este tiempo favorable!

+Constancio Miranda Weckmann

Arzobispo de Chihuahua

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