La cínica crueldad del narcotráfico hacia niños y adolescentes
Apenas la semana pasada en este espacio escribí sobre la urgente necesidad que tenemos los seres humanos de vivir en paz, particularmente, por supuesto, me referí a nuestro país. Los últimos años están marcados por una oleada violenta que parece no tener fin y cada día aparecen nuevos y más crueles hechos que denotan, primero, el desdén hacia la vida misma por parte de grupos criminales que quieren poner de rodillas a los mexicanos.
Segundo, por el mutis ya no tan discreto de una autoridad que prefiere cerrar los ojos frente el descarado avance del narcotráfico, que tiene como consecuencia la muerte que ya no maneja ningún código de respeto hacia mujeres y niños inocentes.
A finales de la semana pasada, El Diario reseñó un encuentro entre el grupo empresarial Desarrollo Económico del Norte y la Fiscalía del estado Zona Norte (Nota de Mayra Selene González, viernes 9 de 2024), en el que se mencionó que preocupa a las autoridades y a la iniciativa privada, el aumento de menores sicarios.
El dato, aunque no es nuevo, sí es preocupante por una sencilla razón: hay un reclutamiento de niños y menores de edad de forma impresionante, como una acción muy parecida a países como Colombia o el Ecuador, donde las guerrillas y poderosos cárteles de la droga forzaron a miles de niños a formar parte de sus filas de sicarios.
En México el dato también asusta: Infobae, el diario en línea que tiene su origen en Argentina, pero con presencia en México, España, Perú y Colombia, destaca en su portada del 19 de octubre de 2022, cuáles son los siete estados de la República Mexicana que concentran el mayor número de niños reclutados por el narco.
Infobae acude como fuente a Tania Ramírez Hernández, directora ejecutiva de Redim (Red de Derechos de la Infancia en México), quien reveló que en nuestro país se tiene el registro de que los grupos criminales han reclutado, hasta esa fecha, entre 145 mil y 250 mil niños.
De acuerdo al reporte de Redim, el Estado de México lidera a las siete entidades donde más se ha generado este criminal reclutamiento, seguido por Jalisco y después se ubican Chiapas, Puebla, Guanajuato, Veracruz y Michoacán.
Para la Redim, la pobreza y marginación no son los únicos factores que posibilitan que los grupos criminales integren a menores de edad a sus propósitos; también lo es, dice, por supuesto la presencia del narcotráfico en las regiones y que éstas sean controladas por los propios cárteles.
Otras condiciones son, factores de engaño, en el que los menores de edad tengan la promesa de una vida fácil y de lujos en poco tiempo, difundidos en las zonas conflictivas y que la narcocultura sea una forma normal en las familias. Es evidente que los riesgos de ser detenidos como responsables de delitos, por ser menores de edad, serían mucho menos que tener la condición de ser mayores de 18 años. Hasta aquí un breve resumen el contenido de Infobae y cuya fuente es REDIM y, por cierto, en mi novela, “Matar al Monstruo”, este es el tema principal y desmenuzado con lupa.
La información generada en el encuentro entre empresarios y titulares de la Fiscalía de la Zona Norte, debe realmente encender los focos rojos, porque ahí se estableció que muchos de los victimarios que han sido detenidos tras homicidios y ejecuciones, son menores de edad.
Para las organizaciones internacionales de defensa de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, es claro que esta inmoral práctica de reclutar menores de edad con el propósito de delinquir, viola los más elementales derechos de los niños, pero más allá: deben ser tratados como víctimas y no como victimarios.
Esa crueldad de sumar a los niños a las redes criminales, debe detenerse no con programas que se escriban desde un escritorio, sino con políticas públicas efectivas donde también se castigue con energía a los autores de dicho reclutamiento, mediante penas severas y no con llamadas a las mamás de los narcotraficantes para regañarlos.
No estamos frente un problema nuevo, insisto, pero ahora que en Chihuahua el tema se tocó de manera puntual, es momento de un rediseño de políticas federales que generen no sólo la defensa y resguardo de miles de niños convertidos en sicarios, por las razones que sean, pero que finalmente se trata de seres humanos que no han intentado siquiera la felicidad que a su edad merecen.
Proveer de educación, salud, seguridad y espacios de sana convivencia para todos los menores de edad son sólo una parte de lo que está en papel, pero muy lejos de una realidad que espanta a los más duros; si seguimos buscando soluciones simplistas, nos vamos a quedar en la orilla del despeñadero para que con un soplo caigamos como sociedad, hasta el fondo y sin remedio.
No son los grupos de la delincuencia organizada los que deben dictar la agenda de nuestro país, de ningún país, pero parece nadie quiere detenerlos. Los niños, niñas y adolescentes deben estar en la escuela y, ellos sí, ser felices y abrazados, no sus verdugos. Al tiempo.