UN MISTERIO DEL OCÉANO
CIENTÍFICOS HAN ENCONTRADO UNA N UEVA ES PECIE EN LA COSTA DE ALABAMA: UNOS MEJILLONES TAN FINOS COMO EL PAPEL
La criatura era diminuta, del tamaño y el color de un grano de arroz. Dan Distel, director del Centro del Legado del Genoma Oceánico de la Universidad Northeastern de Boston, no sabía exactamente qué era, aparte de que se trataba de un mejillón de algún tipo. Puso el pequeño bivalvo en una placa de Petri y pidió a un colega que lo apartara a un lado.
“Cuando volvimos al laboratorio, el bichito se había salido del plato”, recuerda con cierta desilusión. “Y no pudimos encontrarlo”.
Meses después encontraron otro, y Distel se dio cuenta de que el mejillón le resultaba extrañamente familiar. Se parecía a los mejillones gigantes que se encuentran en los respiraderos hidrotermales de aguas profundas, a 457 metros bajo la superficie del océano, que cuentan con branquias que contienen bacterias que les permiten obtener nutrientes del burbujeante sulfuro de hidrógeno corrosivo de la corteza terrestre. Pero este mejillón era diminuto y pálido y, lo más extraño de todo, vivía a unos 18 metros de profundidad. Los análisis de ADN pronto confirmaron que se trataba de una nueva especie, a la que los científicos dieron el nombre de Vadumodiolus teredinicola. Se trata del primer mejillón de este grupo observado a menos de 90 metros de profundidad. La existencia de este primo de aguas poco profundas, sugieren los investigadores, podría ayudar a explicar cómo los mejillones gigantes acabaron a mayor profundidad.
Distel y sus colegas descubrieron el mejillón mientras investigaban un antiguo bosque submarino frente a la costa de Alabama. Durante la última glaciación, los cipreses calvos crecían en lo que entonces era un pantano a 161 kilómetros del océano. Entonces, entre 45 mil y 70 mil años atrás, cuando el nivel del mar subió, los árboles fueron engullidos por el avance del mar. Las arenas arremolinadas envolvieron los árboles muertos en un sarcófago natural. Durante milenios, el bosque permaneció en calma, hasta que las fuertes olas levantadas por uno de los huracanes de 2004 removieron la arena. Los pescadores se sorprendieron al descubrir árboles en el fondo del Golfo de México a 16 kilómetros de tierra firme, y un periodista, Ben Raines, ayudó a llamar la atención de los científicos sobre el lugar.
Desde entonces, el bosque ha proporcionado organismos de todo tipo. La madera no durará para siempre, y el bosque podría quedar sepultado de nuevo por otra gran tormenta. Pero los científicos creen que este entorno inusual podría albergar organismos con talentos insospechados.