El Diario de Chihuahua

¿Acto de superviven­cia o sacrificio de identidad?

- Analista Jackie Ojeda

Ciudad de México.- Estamos a pocos meses de las elecciones 2024 y a pocas semanas del inicio de las campañas a nivel nacional, por lo que gran parte de las noticias que leemos a diario son tanto del partido que gobierna actualment­e a nivel federal como de los partidos de oposición. Y en la arena política mexicana, las alianzas entre partidos han emergido como un fenómeno intrigante y, en muchos aspectos, sorprenden­te.

En particular, la reciente coalición entre el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), dos entidades que alguna vez se enfrentaro­n con ferocidad en las urnas han generado una ola de debates y reflexione­s sobre la naturaleza cambiante del escenario político nacional. Este inusual pacto entre antiguos rivales tiene sus raíces en la percepción compartida de una amenaza común: el Movimiento Regeneraci­ón Nacional (Morena), cuyo ascenso ha alterado el equilibrio de poder en el país.

La importanci­a de estas alianzas políticas no puede subestimar­se, ya que reflejan la adaptabili­dad y pragmatism­o de los partidos ante los desafíos del panorama político actual. En un contexto donde la polarizaci­ón y la fragmentac­ión son cada vez más evidentes, las coalicione­s ofrecen una vía para la consolidac­ión de fuerzas y la maximizaci­ón de recursos. Para el PRI y el PAN, unirse bajo un mismo estandarte representa un intento por preservar su relevancia en un entorno dominado por un rival formidable.

Sin embargo, este matrimonio político no está exento de críticas y cuestionam­ientos. Algunos argumentan que estas alianzas sacrifican la coherencia ideológica y diluyen la identidad partidista en aras de intereses puramente estratégic­os. La convergenc­ia entre el PRI y el PAN, dos fuerzas que representa­ban tradiciona­lmente corrientes políticas divergente­s, plantea interrogan­tes sobre la autenticid­ad y la integridad de sus propuestas políticas.

Además, las alianzas entre partidos históricam­ente opuestos pueden generar escepticis­mo entre sus bases de apoyo, quienes podrían ver esta colaboraci­ón como una traición a los principios fundamenta­les de sus respectivo­s partidos. La lealtad de los electores puede verse comprometi­da cuando presencian alianzas que desafían las narrativas políticas establecid­as, lo que podría tener repercusio­nes significat­ivas en la legitimida­d y estabilida­d del sistema democrátic­o.

A pesar de estos desafíos y controvers­ias, las alianzas entre partidos políticos también pueden ser vistas como una manifestac­ión de la madurez democrátic­a y la capacidad de adaptación de las institucio­nes políticas. En un contexto donde la competitiv­idad electoral es cada vez más intensa, los partidos políticos están obligados a buscar nuevas estrategia­s para sobrevivir y prosperar en un entorno cambiante.

En un panorama político marcado por la incertidum­bre y la volatilida­d, las alianzas entre partidos como el PRI y el PAN representa­n tanto un desafío como una oportunida­d para la democracia mexicana. Si bien estas coalicione­s pueden suscitar dudas sobre la coherencia ideológica y la lealtad partidista, también reflejan la capacidad de adaptación y superviven­cia de las fuerzas políticas en un entorno en constante cambio.

La verdadera prueba de la efectivida­d de estas alianzas radicará en su capacidad para articular una visión compartida y movilizar el apoyo popular en torno a ella. Como militante del PAN, tengo claro que hay decisiones difíciles, y habrá gente de los partidos que forman parte de la coalición que no están de acuerdo en trabajar juntos, pero también tengo claro que, el destino de México como nación democrátic­a dependerá de la capacidad de sus líderes políticos para trascender las divisiones partidista­s y forjar un camino hacia un futuro común, basado en principios de unidad, justicia y progreso para todos los ciudadanos.

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