El Diario de Chihuahua

DISFRAZARS­E CON LA VERDAD

- Mons. Jesús Sanz Montes, ofm

Hemos comenzado la Cuaresma. Desde el escenario del carnaval tal vez se vuelvan otra vez las miradas de burlona compasión, tratando de condolerse por esta manía cristiana cuaresmal, tan distinta y tan distante del desenfado frívolo y divertido de la charanga. ¿Será verdad que los cristianos somos morbosos? ¿A cuento de qué viene de nuevo esto de la cuaresma con sus ayunos, sus abstinenci­as y sus plegarias?

Hay que decir que la cuaresma no es sinónimo de tristeza, como si nos disfrazáse­mos a nuestra vez de luto tacaño. Sin embargo, y nunca mejor dicho, da la impresión que somos “cenizos”. Pero ¿es así realmente? ¿Por qué, entonces, nos empeñamos en un hacer cuaresmal tejido de oración, de ayuno y de limosna? Los cristianos somos invitados por la Iglesia a volver nuestro corazón a Dios. La andadura de un año, el pisar tantos caminos y dormir en tantas posadas, puede habernos traído no solo el cansancio y el desgaste inevitable­s, sino también las dolencias en el alma apagada, las arrugas en la sonrisa acartonada, el desencanto en el corazón endurecido..., en fin, todo eso que llamamos pecado. Y por eso, tal vez tengamos exceso de caretas que se nos van pegando a la verdad de nuestro rostro en este frecuente carnaval de la vida. Necesitamo­s ir despegando con paciencia y decisión todos esos disfraces que oculta la verdad de Dios en nosotros: para eso es la cuaresma. Dolencias, arrugas, desencanto­s... que a lo largo de estos 40 días queremos ir acercando al Señor para que Él nos vuelva a estrenar la salud, la gracia, la luz.

Este tiempo litúrgico nació con una triple e interdepen­diente finalidad: como preparació­n intensiva de los que aspiraban al bautismo; como período de conversión de los que necesitaba­n hacer una penitencia pública por un pecado notorio; y como camino que hacía todo el pueblo de Dios hacia la gran fiesta de la Pascua de Resurrecci­ón, corazón del año cristiano.

Lo que vamos a escuchar de mil modos a lo largo de estos 40 días, es lo que dice el Evangelio de este domingo primero de cuaresma: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed la Buena Noticia” (Mc 1,15). En medio de tantas malaventur­anzas como nos asedian, de tantas pésimas noticias como nos acorralan, somos invitados a consentir que en nosotros Dios haga acontecer una Buena Noticia: su Reino en nosotros y entre nosotros. Hay que convertirs­e, creérselo, desearlo. Dejarse empujar por el Espíritu de Dios como Jesús, y con Él aprender que es posible recomenzar. (homiletica.org)

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