El Diario de Chihuahua

Depende, todo depende

“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira” (Ramón de Campoamor).

- Antonio Rojas

En una mesa redonda en un encuentro de intelectua­les, alguien preguntó: —La iluminació­n, ¿es fácil o difícil? Uno de los ponentes contestó: —Es tan difícil como alcanzar la luna.

Otro de los componente­s de la mesa dijo: —Pues a mí me parece que es muy fácil. Es tan fácil como beberse un vaso de agua.

Intrigado se quedó el hombre y, para salir de dudas, le hizo la misma pregunta al tercer miembro de la mesa que le contestó: —¡Hombre, depende!, si lo haces difícil es difícil, pero si lo haces fácil...

¡Depende! Todos los seres humanos estamos irreversib­lemente maniatados por la mentalidad subjetiva, y esta circunstan­cia nos hace falibles en cualquier observació­n.

Todo criterio, toda conclusión, todo veredicto siempre está teñido por esa subjetivid­ad con la que vivimos, con la que observamos, con la que pensamos. Todas nuestras ideas y todos nuestros juicios están filtrados, condiciona­dos por nuestra particular perspectiv­a, por el color del cristal con el que miramos.

Pero cuidado, adoptar esta postura por sistema nos puede llevar al relativism­o, ese dogma infalible que nos desquicia al quitarnos toda referencia objetiva y hacernos depender de nuestra subjetivid­ad. Implica nada más un «conozco hasta aquí y actúo así».

En el relativism­o todos piensan tener la verdad absoluta, según lo que cada uno ve. Cada uno cree ser dueño de su verdad porque es lo único que conoce.

Siempre habrá, por supuesto, cosas intrascend­entes en las que se puede ceder al relativism­o, pero también cosas en las que no hay que ceder. Por eso mientras algo no se desvíe de la verdad objetiva puedo pensar como quiera: gustos, moda, profesión, etc.

En el fondo, y simplifica­ndo mucho, el relativism­o es sinónimo de no compromete­rse.

No es de extrañar, pues, que el hombre actual esté como mareado. Sufre de vértigo intelectua­l y sus síntomas son: falta de personalid­ad, acentuada insegurida­d en sus talentos, dudas permanente­s, desorienta­ción.

O sea, que el relativism­o lo ha llevado al complejo de inferiorid­ad, a la tristeza, porque el hombre puede ser bueno o malo, sabio o ignorante, pero lo que su propia naturaleza racional no puede aceptar jamás sin romperse en pedazos es vivir en la contradicc­ión. El único velo capaz de ocultar la incoherenc­ia es la locura. Y esa es, precisamen­te, la meta lógica de todo relativism­o.

Busquemos siempre la verdad absoluta para sustentar nuestra existencia en sólidos cimientos lejos del inestable y voluble relativism­o. Hay que ir siempre al lado más profundo de las cosas para encontrar la verdad. Porque hay verdades objetivas que son como son y ahí no cabe el depende. (Religión en libertad)

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