El Diario de Chihuahua

Bloqueo de carreteras: un cerillo cerca de la gasolina

- José Luis García

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, es un dicho tan recurrido como cierto, pero parece que en estos momentos, en que una gran cantidad de carreteras federales sufren bloqueos totales o parciales, la frase no está surtiendo efecto. ¿La razón? Pocos o, me atrevo a decir, nadie la sabe. El problema no es menor. Ha sido tal el descaro de grupos criminales, que miles de kilómetros de carreteras en varias entidades del país son prácticame­nte de su propiedad.

Los videos compartido­s por decenas de choferes de transporte de carga, dan muestra de la gravedad de este tema que no ha llegado a los escritorio­s de quienes deben tener la solución. No ha llegado o, sencillame­nte, no hay la intención de que llegue.

Este movimiento de bloquear las carreteras federales por parte de la Alianza Mexicana de Organizaci­ón de Transporti­stas (Amotac), surge por la desesperac­ión de asaltos y robos que se han perpetrado en infinidad de tramos carreteros, ante la ceguera de una autoridad que tiene la solución, pero nadie se explica por qué no se aplica.

Este paro nacional convocado por la Amotca y que inició el 15 de febrero desde las 8 de la mañana, creó un caos en la Autopista México-puebla, con dirección a Ciudad de México, en la Vía corta a Santa Ana, lo mismo en la Supercarre­tera Cuacnopala­n- Oaxaca y la México- Pachuca.

También se registró en la Autopista Durangomaz­atlán, en la México- Querétaro, México- Veracruz y en la Carretera Tehuacán- Oaxaca, la Carretera Pachuca- Sahagún, así como en la Autopista Estación Don Nogales, en la Arco Norte (en las salidas de Tula de Allende y Pachuca), y de igual forma en la Carretera Transpenin­sular, la Autopista México- Cuernavaca y el Circuito Exterior Mexiquense.

Lejos de la cuantifica­ción de daños por productos que jamás llegaron a sus destinos o las entregas de mercancías varadas por estos bloqueos, hubo infinidad de automovili­stas que nunca pudieron avanzar o debieron quedarse horas esperando una solución.

No hubo una intervenci­ón efectiva, porque el origen del conflicto tiene sus raíces en la gravísima insegurida­d de dichas carreteras; pero estamos hablando de una protesta de los transporti­stas; ¿y los cientos de viajeros rutinarios o turistas que han sido asaltados? ¿Qué ocurre con el robo a mano armada y hasta desaparici­ones y homicidios hacia automovili­stas?

De acuerdo a diversos medios nacionales, los estados más peligrosos para transitar por los tramos carreteros son San Luis Potosí, Zacatecas, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Chiapas y el Estado de México, en particular la zona nororiente.

Son las carreteras en sus tramos federales un camino libre para la delincuenc­ia, que ha encontrado en esas zonas la mina de oro; si nadie le da seguridad a los viajeros, ya no hablemos, insisto, sólo de los transporti­stas, sino de los automovili­stas comunes y turistas, entonces hay un cerillo encendido muy cerca de la explosión.

Este ahorcamien­to total o parcial en algunas carreteras mexicanas, no es un juego de niños. Estamos hablando de millones de dólares de mercancía en tránsito y otros tantos millones de pesos de propiedad privada que son arrebatado­s a sus dueños como un dulce a un niño.

¿Cuál es la estrategia de seguridad federal? ¿Qué hace la Guardia Nacional en las carreteras? Vemos con frecuencia los retenes rutinarios de las autoridade­s federales en los puntos tradiciona­les pero ¿y el resto de los tramos? Por supuesto es imposible que haya un policía por cada kilómetro, pero no seamos ingenuos para suponer que los delincuent­es van a pasar tan orondos por esos sitios.

Las brechas, los caminos oscuros jamás serán vigilados por la autoridad. El problema es que ya no sólo se trata de rutas hasta cierto punto “ocultas” por donde se trafica todo tipo de mercancía ilegal y hasta seres humanos, sino de tramos carreteros que se suponen seguros, pero ya son “propiedad” de los grupos delincuenc­iales que se burlan en la cara de la autoridad en su propia cara.

Si este asunto no es atendido a la brevedad por la autoridad competente, estaremos entrando en un país convulsion­ado en una de sus principale­s vías de comunicaci­ón, que son las carreteras.

Si este tema no se soluciona, estamos en un latente riesgo de anarquía porque el libre tránsito es un derecho constituci­onal y parece que la ceguera es el elemento de complicida­d que ya no puede soportar la sociedad mexicana. Es un cerillo encendido enseguida de la gasolina. Al tiempo.

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