Su pueblo es su familia
A sus 116 años, Edith Ceccarelli ha sobrevivido a generaciones de seres queridos; cuando cumple años, toda una comunidad de California se asegura de celebrarlo
Edith Ceccarelli nació en febrero de 1908, cuando Theodore Roosevelt era presidente, Oklahoma acababa de convertirse en el estado número 46 del país y las mujeres todavía no tenían derecho al voto.
Con 116 años, Ceccarelli es la persona con mayor edad de la que se tenga conocimiento en Estados Unidos y la segunda más anciana en el mundo. Ha vivido dos guerras mundiales, la aparición del modelo T de Ford y las dos pandemias más mortales en la historia de Estados Unidos.
Durante la mayor parte de ese tiempo, ha vivido en un solo lugar: Willits, un pueblo enclavado en los bosques de secuoyas de California que solía ser famoso por su explotación forestal, pero es posible que ahora sea más conocido por Ceccarelli.
En el ayuntamiento de Willits, sobre el cual se yerguen secuoyas de 30 metros, hay una fotografía de Ceccarelli con un marco dorado dentro de una vitrina. El año pasado, la junta de supervisores del condado de Mendocino declaró el 5 de febrero como el día de la hija predilecta del condado.
“Toda la comunidad quedó maravillada cuando cumplió 100 años y Ceccarelli se convirtió en una especie de celebridad local”, señaló la alcaldesa Saprina Rodriguez, quien a sus 52 años, tiene menos de la mitad de la edad de Ceccarelli.
Ubicado en un valle rodeado de picos boscosos en el condado rural de Mendocino, en la región de la costa norte de California, Willits prosperó gracias a su floreciente industria maderera cuando Ceccarelli era una niña. Pero ese auge desapareció hace tiempo y Willits sigue siendo una pequeña comunidad de clase trabajadora de unas 5 mil personas.
Como está localizada a unos 48 kilómetros tierra adentro desde el océano Pacífico, Willits nunca ha atraído a los turistas que acuden en masa a destinos costeros como Mendocino y Fort Bragg, con sus bodegas y cabañas perfectas para Instagram ubicadas en acantilados junto al mar, junto con oportunidades para avistar ballenas.
Sin embargo, ninguno de esos lugares tiene a Ceccarelli.
El domingo, la comunidad de Willits organizó la celebración anual para su residente más preciada, quien la observó desde la terraza de su residencia para ancianos. Estaba lloviendo, pues era el comienzo de otro río atmosférico (lo que durante la mayor parte de la vida de Ceccarelli se ha conocido como un aguacero), pero a nadie se le ocurrió cancelar esta celebración anual en Willits.
Desfile en su honor
Hubo un desfile de vehículos de policía y de bomberos y, luego, de un camión de basura. Los automóviles que transportaban a los residentes que saludaban y le cantaban a su queridísima Edie iban adornados con guirnaldas, globos y flores.
“Es un símbolo de la localidad”, comentó Suzanne Picettijohnson, una veterana residente de Willits que vestía con un impermeable y un gorro y manejaba una camioneta todoterreno que llevaba escrito en su ventana trasera “Felices 116”. “Siempre ha sido una verdadera ternura y estamos encantados de festejarle un cumpleaños más”.
El 5 de febrero de 1908, su tía se encargó de traer al mundo a Edith Recagno en una casa que su padre construyó con sus propias manos en Willits. La vivienda no tenía electricidad ni agua corriente, así que era un pozo el que le proporcionaba a la familia agua potable y, en vez de refrigerador, había un espacio fresco para guardar la leche y la carne.
Ella fue la primera de los siete hijos de Agostino y Maria Recagno, unos inmigrantes italianos atraídos por las oportunidades del condado de Mendocino. Willits, donde los troncos de los árboles están cubiertos con musgo verde y los helechos gigantes se despliegan a lo largo de los bancos de arroyos helados, fue establecido por pioneros ganaderos en la década de 1850 cuando los cazadores de fortunas empezaron a acudir en masa a California durante la fiebre del oro.
Luego los grandes árboles se convirtieron en el gran negocio de la localidad. Se talaron arboledas de secuoyas antiguas y otros árboles y se enviaron al sur para ayudar a construir la ciudad de San Francisco que estaba en rápido crecimiento. El padre de Ceccarelli trabajó como carpintero para extender el ferrocarril hasta Willits, lo que a principios de la década de 1900 permitió a los turistas del Área de la Bahía venir de vacaciones en el aire fresco de las montañas del imperio de las secuoyas. Por 2,50 dólares la noche, los huéspedes del Hotel Willits, de 100 habitaciones, disfrutaban de canchas de tenis, una bolera y un comedor conocido como el mejor del norte de San Francisco.
Deportista e intérprete musical
En su infancia, Ceccarelli jugaba baloncesto y tenis, tocaba el saxofón —su madre tuvo que ahorrar para comprárselo— y le encantaba cantar y bailar. Ceccarelli recordó que su padre, quien abrió una tienda de comestibles en Willits en 1916, cortaba leña y la transportaba a la casa después del trabajo.
“Después de la cena, se sentaba con nosotros y nos ayudaba a leer”, escribió Ceccarelli. “Solo había estudiado hasta tercer grado, pero era muy listo. Todavía puedo ver la lámpara de aceite sobre la mesa en la que leíamos”.
A partir de ahí, la vida de Ceccarelli se desarrolló como la de muchas otras personas. Se casó a la edad de 25 años con su novio de la secundaria, Elmer Keenan, y se mudaron a la aledaña Santa Rosa, donde trabajó como tipógrafa en el periódico The Press Democrat y la pareja pronto adoptó una bebé. En 1971, luego de que su esposo se jubilara, regresaron a Willits.
Ceccarelli siguió envejeciendo, pero no todas las personas en su vida tuvieron tanta suerte. Su marido murió en 1984 después de más de 50 años de matrimonio. Ceccarelli volvió a casarse y su segundo marido, Charles Ceccarelli, falleció en 1990. Su hija murió en 2003 a la edad de 64 años. Desde entonces, Ceccarelli ha sobrevivido a sus seis hermanos menores, así como a sus tres nietas, quienes todas fallecieron a los 40 y tantos años debido a una enfermedad genética.
“Todos ya murieron y han estado muertos durante años y años”, comentó Evelyn Persico, de 84 años, mientras pasaba las páginas de los álbumes de fotografías en blanco y negro con anotaciones escritas a mano por Ceccarelli. Persico, quien está casada con el primo segundo de Ceccarelli y vive en una finca en Willits, es una de los pocos familiares que aún le quedan.