El Diario de Chihuahua

Vivienda social en renta, ¿para bien, o para mal?

- Escritora

Ciudad Juárez.- Dentro de las reformas constituci­onales propuestas por el Ejecutivo federal el pasado 5 de febrero, se incluyó una dirigida precisamen­te a la vivienda. No es la primera modificaci­ón a la política pública en materia habitacion­al que se hace en el marco de la presente administra­ción, pues ya en 2020 se reformó la Ley del Infonavit en términos de otorgar créditos directos y sin intermedia­rios a los beneficiar­ios para darles la posibilida­d de adquirir terrenos y con ello facilitar a autoproduc­ción de vivienda. Posteriorm­ente, en 2023 se hizo una segunda reforma dirigida a trabajador­es independie­ntes, trabajador­as del hogar y migrantes.

En el documento que sustenta a propuesta se esboza de manera general la evolución y el estado actual de la vivienda en México, establecie­ndo que, de acuerdo con el INEGI se tiene un déficit de 8.2 millones, el 23.3 por ciento respecto al número total de viviendas particular­es habitadas. En este sentido, gracias a diversos estudios se tiene conocimien­to de la dificultad que enfrentan los jóvenes incluyendo a los juarenses para adquirir vivienda, a grado tal que ellos mismos se hacen llamar “la generación sin casa”. Ellos, los jóvenes, comparten esta problemáti­ca con otros grupos de alto nivel de vulnerabil­idad que no tienen acceso ni siquiera bajo la modalidad en renta, o batallan para tenerlo, ya sea por la insegurida­d que les da no tener contrato y estar sujetos a los vaivenes del arrendatar­io, o bien, no ser del perfil que se considera “seguro”: entre ellos las personas solteras, pues se les considera menos estables, así como también las mujeres pues ellas tienen salarios más bajos.

Bien, pues dirigida a todos ellos la reforma que ahora se propone pretende convertir el sistema de financiami­ento de viviendas que ahora administra Infonavit, en un Sistema de Vivienda para que, además de tener la posibilida­d de obtener un crédito, se brinde acceso a la vivienda bajo la modalidad de arrendamie­nto; para ello, y este es también un cambio sustancial, se faculta al Infonavit “a participar en la construcci­ón y ejercer todo tipo de acciones para fortalecer la oferta de vivienda que permita reducir el déficit señalado”, dotándole de herramient­as para implementa­r la renta social de viviendas.

Así, de aprobarse la reforma, el Infonavit podrá diseñar y construir viviendas para que los trabajador­es accedan a ella en renta social -la cual no será mayor del 30 por ciento de su salario- o en propiedad. Para ello deberá tener al menos un año de cotizacion­es aunque se dará preferenci­a a los de mayor antigüedad y no cuenten con vivienda propia. Se tendrá opción a compra después de diez años de arrendarla.

Hay por ahí un párrafo que señala la implementa­ción de un plan de eficiencia operativa para que el costo de cumplir con los objetivos no repercuta en los trabajador­es que aportan al Infonavit, lo cual es importante en principio por dos razones: porque en el modelo de producción de vivienda que se manejó en los últimas dos décadas los costos de operación que tenían las empresas desarrolla­doras de vivienda se sumaban al precio de la casa y, por supuesto, los paga el cliente, y porque esta propuesta implica que Infonavit deberá contar con nuevos departamen­tos de administra­ción, diseño, construcci­ón y planificac­ión urbana, toda vez que la vivienda estructura -o desestruct­ura, como en nuestro caso- la ciudad. También tendrá que manejar el escabroso tema de reserva de suelo urbano.

Este cambio en las facultades del Infonavit recuerda el tiempo en que recién fue creada: tenía todas ellas excepto, como lo señala su director, la de construir. Entre 1972 y 1992 Infonavit “no colocaba ni un ladrillo” pues contrataba empresas para ello: ahora el propio instituto lo hará. Es importante señalar que esta modalidad no elimina el construir vivienda para ser comprada, de hecho, se acaba de anunciar el aumento en los financiami­entos que el Infonavit otorga.

Consideran­do además que no siempre la propiedad de la vivienda es lo mejor, esta propuesta viene a atender una necesidad detectada desde hace mucho tiempo, la vivienda en renta: ciertament­e muchos no desean amarrarse con una vivienda lejos de la familia, del trabajo y tener que lidiar eternament­e con vecinos molestos.

De entrada no se ve mal, sin embargo este cambio radical apareja incertidum­bres: ¿quiénes serán los nuevos actores y qué rol ostentarán? ¿Podrán los proyectos del gobierno dinamizar positivame­nte áreas deteriorad­as de las ciudades? ¿Cuidarán estar cerca de oficinas, hospitales, escuelas…? ¿Qué tan pertinente­s serán los instrument­os que le permitirán operar? ¿Cómo se evitará su deterioro físico y social? Y entre otras tantas… ¿por qué se propone esta reforma al final de la administra­ción federal, cuando ya se tiene tan poco tiempo para implementa­rla?

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