¿Cómo impedir el asalto a la aspiración democrática?
Hablar de lucha electoral, es hablar de lucha por el poder; usar estrategias iguales a las de la guerra, pero sin muertos. Hablar de elecciones, es hablar del conflicto con los adversarios. Teóricamente en ambos escenarios, están los mensajes, las propuestas electorales, la imagen súper explotada de los candidatos, arengas, propaganda, etc. Hasta aquí, teóricamente todo eso y más es el contenido de las campañas electorales.
Todo iba bien conforme al protocolo de la agenda democrática, aceptada por el consenso universal.
Percibimos que la coalición progresista “seguimos haciendo historia” usaría como su plataforma electoral, las propuestas de reformas constitucionales realizadas por el Presidente López Obrador. Plataforma que, en la lógica de adversarios, le amarraría las manos a la coalición conservadora en el debate para discernir durante toda la elección en pro o en contra de la misma. Aplicando los conocimientos del arte de la guerra en el marketing electoral, decimos que la propuesta presidencial implicaba poner en un callejón sin salida al proyecto conservador y a sus candidatos. Pues durante toda la elección, lo único que se iba a debatir entre todos los protagonistas de la elección era en pro o en contra de esas 20 reformas constitucionales.
Pero analizando con tranquilidad, como le debe corresponder al ciudadano moderno, esas 20 reformas constitucionales hechas por el Presidente de la República, son efectivamente, propuestas de solución a casi todas las necesidades del electorado y en todos los temas de la vida pública. Y que efectivamente, convocan al ciudadano, a reflexionar y debatir ampliamente sobre ellas, en el espacio público y con todos los candidatos, de todas las fuerzas políticas.
Sin embargo, la coalición prianista no quiso entrar en esa dinámica de las propuestas presidenciales, que constituyen la plataforma electoral de la coalición de Morena; sino que optó por seguir operando su propia estrategia, basada fundamentalmente en la guerra sucia. Se ve, que el conservadurismo, hasta nuevo aviso, no tiene propiamente una plataforma electoral que responda a las principales necesidades políticas y económicas de la población; ni quiere sujetarse a debatir las de la plataforma progresista. Sino que, más bien, está tratando de contrarrestar la plataforma electoral de la coalición progresista, diseñando y distribuyendo millones y millones de mensajes y contenidos, propios de la guerra sucia que se ha usado en las últimas elecciones no sólo en México, sino en otros países de América latina.
Suponen los estrategas de la coalición conservadora, que la forma de contrarrestar e impedir el debate público, libre y racional del elector, es saturando de propaganda negra, diseñada desde otro país, por gente desconocida y de gobiernos extranjeros, con una gran capacidad para escribir con errores gramaticales e imaginar las infamias más increíbles, cuanto denigrantes contra los adversarios políticos. Esa es la experiencia que ha sufrido la democracia en América Latina en los últimos tiempos.
Y lo peor es que si las autoridades electorales no paran esa guerra sucia, nuestra democracia seguirá en peligro de ser manipulada por los dueños de los “centers bots”, capaces de difundir cientos de millones de mentiras en segundos, tal como en otros tiempos lo hacía un Hitler y Goebbels contra el pueblo alemán, para evitar que se opusieran a la guerra y tomar por asalto la razón de los ciudadanos. El gran Serge Tchakhotine estudioso de las técnicas de la propaganda nazi, diría que es la misma técnica de saturación de mensajes increíbles, que está tratando de hacer el conservadurismo extranjero y nacional, contra los ciudadanos en esta elección.
Por ejemplo, a la propuesta de Morena, de “eliminar las diputaciones plurinominales y reducir la mitad de diputados y senadores” o “reducir el presupuesto del INE” o “reducir el presupuesto de los partidos políticos” etc; la coalición prianista responde con el mensaje “narcopresidente” “narco candidata” “el INE no se toca” “la Corte no se toca” “todos contra el tirano” “no al comunismo en México” “así no AMLO” etc.
Sin sesgos de valoraciones morales o ideológicas, se describen tales sucesos del escenario electoral, en el que, a las propuestas del bando progresista, los conservadores responden con infundios, explotación la religión y el miedo político y con cientos de millones y millones de mensajes que saturan el espacio público, repletos de falsedad y falta de pruebas con la finalidad de destruir a los adversarios, no para convencer racionalmente al elector.