Un abogado QUE superó adversidad
“Todo lo que te propongas lo puedes lograr, porque los límites ¡sólo están en tu mente!”
El reloj aún no marcaba las 9 de la mañana y una silla de ruedas eléctrica se desplazaba frente a la Catedral de Chihuahua. Ahí venía “El licenciado”.
Vestido muy formalmente, y sonriente volteó hacia un lado cuando escuchó el buenos días y muy amable contesto: “Buenos días, ¿en qué le puedo ayudar?
“Licenciado vengo de El Diario de Chihuahua y ¿si me permite? Me gustaría platicar con usted para publicar su historia de vida”.
“Sí claro, pero déjeme le digo que, aunque nací chueco, estudié derecho”, y soltó una carcajada.
Ya venía de entregar unos documentos e iba por otros hacia la oficina donde actualmente trabaja en el Instituto de Defensoría Pública del Tribunal Superior de Justicia (TSJ).
A pesar de que tiene una mano lastimada y su cabeza la sostiene contra un respaldo, es muy ágil al maniobrar la silla eléctrica en la que se moviliza, pero la calle entre la Manuel Doblado del tramo de la Cuarta a la Ocampo, está en muy malas condiciones y en momentos era necesario detenerse para poder buscar un espacio menos peligroso para poder seguir.
Platicó que fue un 13 de octubre del año 1986 cuando por primera vez vio la luz. Le pusieron por nombre Édgar Benigno Longoria Parra. “Yo nací normal, pero algo muy triste cambió mi vida”.
A los seis meses le dio calentura y ni en el hospital lo pudieron controlar, entonces le vino un paro respiratorio y como consecuencia quedó con Parálisis Cerebral Infantil (PCI).
“Tengo 3 hermanas y soy el único hombre… Vivo con mi mamá, para mí, ella es mi todo. Son mis pies, mis manos, es todo para mí… Por mi discapacidad, siempre voy a depender de un tercero, pero he vivido así muy bien, feliz, y no me importa. Bueno,
¡sí me importa!, pero lo trato de llevar día al día”.
Cuando niño veía por la ventana cómo jugaban sus vecinitos al futbol y él se volteaba para preguntarle a su mamá “¿Mamá, por qué a mí me paso esto? ¿Por qué los niños no me invitan a jugar?” y la mujer se le llenaban los ojos de lágrimas.
Nunca dudo y a pesar de las circunstancias, siempre supo que sería licenciado, aunque para ello tuvo que vender dulces en una cajita afuera de un supermercado para costear los gastos de la profesión.
Y lo logró, terminó la carrera de abogacía y ahora se desempeña en algo que le gusta mucho. “Estoy muy contento trabajando aquí en el Poder Judicial y me encargo de divorcios, principalmente de mediar entre las dos partes. A veces me toca casi darles terapia porque traen muchos problemas”.
El tema de la consejería se le da, porque ya por redes sociales empezó a dar pláticas de motivación y superación personal, pero regresemos al tema que a él en estos momentos le ronda la cabeza.
“Quiero estudiar una maestría y luego ¿A dónde cree que voy a llegar?”
Y con sus ojos apuntaba hacia el edificio de Congreso del Estado.
“Hasta allá voy a llegar, porque uno puede hacer lo que quiera. Los límites se los pone uno mismo. Siempre hay que tener metas y ser muy agradecido con los que lo ayudan a uno. Eso nunca se nos debe de olvidar”.
Édgar siempre supo que sería licenciado, aunque para ello tuvo que vender dulces afuera de un supermercado para costear los gastos de la profesión