Tres doritos después... otra pluri para un parásito
Bien documentado cada caso, durante la semana salieron nombres y algunos detalles, unos muy conocidos, otros nuevos y reveladores, de 18 personajes de larga cola ligados al exgobernador Javier Corral, por haber sido integrantes de su administración o presuntos cómplices en delitos cometidos.
Representan todos casos de peculado, desfalco, uso ilegal de atribuciones y hasta posible tortura para fortalecer causas endebles de la mal llamada “Operación Justicia”, que consumió la poca fuerza moral de Corral Jurado y de toda su administración, la cual pasó de tener las más altas expectativas de los ciudadanos a dar los más pobres resultados. Pasó de ser la diferencia del duartismo a convertirse en casi lo mismo.
Alrededor de la mitad de exfuncionarios procesados, investigados y hasta prófugos de la justicia, corresponden a la Fiscalía General del Estado y su unidad especial que hasta recibió el burlón nombre de la noventera serie de ficciones científicas, “Los Expedientes X”.
Corresponden, pues, a los agentes del Ministerio Público que encabezó Francisco “Paquito” G. A., premiado, paradójicamente, con la Fiscalía de Derechos Humanos y Desaparición Forzada hacia el final del corralato.
Sin liberar ni exonerar a los acusados de las innegables corruptelas del duartismo, el paso de “Paquito” como obediente policía de su jefe Corral generó decenas de denuncias por sus excesos en las investigaciones, a las que les ponía algo más que agua mineral en las narices de los acusados. Usaba el cargo para presionar y posiblemente hasta para extorsionar a los presuntos delincuentes que buscaba procesar.
A partir de ahí, del proceso congelado por tortura contra un colaborador de primera línea de Corral Jurado, salieron más nombres que engrosaron el recuento de la vergonzosa y muy conocida gestión corrupta que encabezó.
El que fue secretario de Hacienda, Arturo Fuentes Vélez, prófugo; el que fue secretario de Salud, administrador de la Fiscalía del Estado y subsecretario de Egresos, Eduardo Fernández Herrera, vinculado a proceso en libertad; el que fue comunicador y responsable de la deplorable imagen estatal, Antonio Pinedo, vinculado a proceso preso en Aquiles Serdán.
Todos esos del primer nivel, del círculo cercano del que fue mejor golfista que gobernador e hizo más daño en cinco años que otros en sexenios completos.
Otros casos secundarios, pero que también ilustran con claridad el desparpajo y el desorden con el que condujo Corral el Gobierno del Estado, son los de Juan Pedro Santa Rosa, muy allegado a cargo del Instituto Chihuahuense del Deporte, y René Almeida, secretario de Desarrollo Rural en la parte final del quinquenio.
En el Deporte las corruptelas fueron la marca de toda la gestión. Irregularidades millonarias fueron documentadas por la Auditoría Superior del Estado, por las cuales terminó inhabilitado el exfuncionario tan amigo de Corral y de quien fuera síndico de la capital y tránsfuga del PAN, Miguel Riggs Baeza.
En Desarrollo Rural el dato revelador descubierto es el pago de siniestros con recursos del estado a beneficiarios fantasma de varios municipios, cuyas identidades fueron falsificadas. El caso sigue sin judicializarse porque las instancias penales actuales tampoco parecen tener prisa en dar resultados; más delante veremos si las transas alcanzan al que fue secretario o no llegaron a ese nivel.
Suman así, hasta la fecha, casi una veintena de casos que vinculan a Corral Jurado con vicios y excesos producto de su estilo personal de gobernador, si le puede llamar así a la carga hormonal, a los caprichos y sinsentidos con los que actuó desde la privilegiada posición de jefe del Ejecutivo conferida por los chihuahuenses.
Las actitudes viscerales que distinguieron su administración fueron más allá de las irregularidades detectadas por varios cientos de millones de pesos. Su gestión terminó por derribar la poca estabilidad financiera y se convirtió en un gran lastre para el desarrollo estatal, comprometido por los altos volúmenes de deuda, la robadera de recursos y el uso irracional de los mismos.
Apenas era exhibido el recuento somero de los daños del corralismo cuando, tres doritos después, apareció Javier Corral en las listas de candidatos plurinominales de Morena al Senado de la República.
No fue una sorpresa propiamente, ya era una versión desde que fue convocado al equipo de la candidata presidencial de la coalición del guinda con el Partido Verde y el Partido del Trabajo, Claudia Sheinbaum, encargada de darle continuidad al proyecto de Andrés Manuel López Obrador.
Tres doritos después -esa expresión de un clásico comercial de Sabritas para explicar un cambio drástico de humor- cae como anillo al dedo por esa modificación abrupta del panorama político: pasó de ser evidenciado en todo su esplender como un vulgar corrupto, a estar en el cuadro de honor morenista.
Ahí apareció en noveno lugar al lado de los grandes nombres de la 4T como Adán Augusto López, Marcelo Ebrard, Citlali Hernández, Susana Harp, Malu Micher y Gerardo Fernández Noroña, todos grandes transformadores del país igual que Corral Jurado. Todos movidos por la conveniencia y la convicción de que son primero mis dientes que mis parientes.
Tres doritos después también le cae a la perfección al exgobernador en lo personal. Durante su gestión tachó a Andrés Manuel de ser un manipulador, intrigoso y generador de odios, pero luego fue su aliado, traicionó a su partido para tratar de que ganara Morena la gubernatura en 2021 y ahora fue a cobrar la factura por ese servicio. Tres doritos después...
Debe haber visto Corral Jurado una jugosa remuneración en esa negociación que desde 2021 ha tenido con los morenistas, sin embargo, a Morena le puede salir más cara esa adquisición que el simple salario millonario de un senador.
En primer término, porque el expanista igual puede salir como uno de tantos monstruitos que empoderó la 4T y terminaron volteándose una vez en el escaño o la curul; en segundo, porque lejos de representarle un atractivo para votantes en Chihuahua o en el país, es más bien un lastre.
La imagen de vividor del erario, de flojonazo y permisivo, tolerante con la corrupción que esconde detrás de sus encendidos discursos sobre la ética y la honestidad, no va a pasar sin hacerle daño al proyecto morenista, cuya militancia no alcanza a comprender la apertura a los arribistas y oportunistas que le quitan espacios a los que en realidad, desde la izquierda, impulsaron la famosa transformación.
A punto de llegar a los 58 años de edad (los cumple en agosto), Javier Corral acumula casi tres décadas de estar en el paraíso de la nómina burocrática. Ya sea como diputado local o federal, como senador, gobernador o funcionario partidista dentro de Acción Nacional, no ha hecho otra cosa. Ni al caso calificar sus resultados.
Afiliado al PAN en 1982, el eterno plurinominal obtuvo su primera diputación en lo local en las elecciones de 1992. En el año 2000, cuando el PAN ganó por primera vez la Presidencia de la República con la candidatura de Vicente Fox, Corral Jurado logró el primer escaño en el Senado en fórmula con Jeffrey Max Jones Jones.
Antes de terminar su período de senador, buscó por primera vez la gubernatura en el año 2004. Regresó al ser derrotado. En 2009 alcanzó una nueva postulación para diputado federal pluri y al mismo tiempo fue enviado a Oaxaca para las elecciones de 2010, como delegado del CEN.
En el año 2012 solicitó licencia al cargo de diputado federal para postularse ahora como senador otra vez. Luego vino la gubernatura que le cayó de sorpresa, para lo cual también dejó inconcluso su periodo de legislador.
Dejó su militancia partidista en 2021 de facto, aunque acaba de renunciar formalmente al PAN y semanas después apareció incorporado, también de facto, a Morena. Es candidato externo, según la versión oficial.
Son más los pasivos que los activos a presumir, más allá de si la posición novena en la lista morenista de pluris le garantiza o no obtener de nueva cuenta un escaño. Lejos han quedado los tiempos en que los plurinominales eran notables de amplia capacidad de razonamiento y además atractivos para los militantes.
Con casos así, Morena muestra un exceso de confianza porque inevitablemente Corral resta en vez de sumar. Es un factor de inestabilidad que no ve más allá de volver a vivir del presupuesto, por el que ha pasado sí muy hábilmente, pero con nulas aportaciones reales ya no se diga al pueblo, sino al sistema político plagado de parásitos similares.