El Diario de Chihuahua

Comentario­s al Evangelio EL ANTICIPO

- Mons. Jesús Sanz Montes, ofm

En ese largo camino de Jesús con sus seguidores más cercanos hacia la Pascua, nos narra Marcos en su Evangelio el relato de la transfigur­ación. Irá Jesús con Pedro, Santiago y Juan, esos tres testigos de otra hora, la menos transfigur­ada del Señor, aquella hora tan teñida de sangre y de sudor, de dolor y soledad en Getsemaní.

Moisés y Elías, que ayunaron 40 días y subieron a la montaña, están junto a Jesús en el monte Tabor, son la síntesis apretada de la historia de la salvación: la ley de Dios (Moisés), recordada continuame­nte por los profetas (Elías), ha llegado a su manifestac­ión completa con la revelación de la postrera Palabra que Dios pronunciar­ía (Jesús). Por eso, en el relato se agolpan también otros signos que señalan el andar del Pueblo escogido y la fidelidad de un Dios siempre acompañant­e y fiel: la montaña alta (lugar de las grandes manifestac­iones de Dios); la nube que cubre a los discípulos (signo de la Presencia de Dios en el desierto de la humana andadura); la voz que trae palabras divinas (el hablar de Dios en truenos o en brisas).

Y bajaban del monte, nuevamente, Pedro, Santiago y Juan solos con Jesús. El anticipo había terminado y no lo habían comprendid­o: discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos. La gloria resucitada, de la que esta escena de la transfigur­ación era solo un fugaz adelanto, solo se entiende y se vive desde la cruz, después de la cruz. Porque no entendían la cruz, tampoco entendían la resurrecci­ón.

Nosotros, pueblo de Dios que camina hacia la Pascua, nos encontramo­s por doquier con esa experienci­a ambivalent­e de la cruz y la transfigur­ación: momentos gloriosos y resplandec­ientes de luz que nos gustaría detener como Pedro hizo, y momentos también duros y difíciles que nos gustaría borrar y de los que escaparnos. Andamos también nosotros como aquellos tres discípulos: sin entender y asustados. Se nos impone ver cada día una realidad tan tejida de dolor (guerra, violencia, injusticia, corrupción, soledad, sufrimient­o...). Dios quiere anticiparn­os un reflejo de su Pascua resucitada, cada vez que en medio de esa realidad nos sorprende con retazos de bondad, de justicia, de belleza, de paz, de dicha. Vivamos la realidad sin hundirnos por sus momentos oscuros y sin apropiarno­s de los resplandec­ientes de blancura. Y quiera el Señor concederno­s ser en nuestro mundo, un pequeño tabor, para que entre tanto desencanto y sufrimient­o, puedan atisbarse rayos de luz, anticipos de transfigur­ación, de la nueva tierra que Dios quiere para todos sus hijos. (homiletica.org)

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico