¿Ódiame más?
Cuando el equipo de futbol América promovió la publicidad del “Ódiame más” su éxito sorprendió a los especialistas en mercadología. Se supone que el impulso de un producto no debe ser negativo. De hecho, en los cursos o talleres de redacción te recomiendan no emplear las palabras “no”, “nunca”, “ninguno”, etc. Pero en el caso del club más popular de México –el cual pelea con el Guadalajara el primer sitio- esa campaña tuvo éxito. Tomemos en cuenta que los azul-crema también son los más odiados por el antiamericanismo.
Después de su título de campeones, vi una entrevista a Emilio Azcárraga Jean. Ahí declaró que el club abandonaba este slogan por varias razones. Dijo que en México estamos viviendo –desgraciadamente- un clima de violencia. Por ello dejarían de lado esa expresión. En el mercado ahora podemos comprar camisetas con la expresión “Amor Eterno” y un símbolo del América en forma de corazón. Está la opción de dos camisetas una que dice “Amor” y la otra “Eterno” con el símbolo americanista a la mitad. Cuando la pareja se acerca ese emblema de cariño lo completa.
Hasta ahí estamos bien. Y es que en nuestro país deberíamos fomentar el más preciado de los sentimientos humanos. Pero la realidad nos limita; violencia, temor, terror, pavor, pánico se vive en gran parte del territorio nacional. Pero lo más importante, la intimidación, el fanatismo, el ataque, la persecución se fomenta desde Palacio Nacional. Quien no adule al presidente, quien critique sus acciones, es víctima del enfrentamiento en un monólogo diario. Yo no he votado nunca por ya saben quién, pero si fuese uno de sus seguidores, ya me hubiese cansado de su lenguaje, de la manera en que descalifica a quienes llama “conservadores”, “neoliberales,” “corruptos”, “hipócritas”, “racistas”, “clasistas” “aspiracionistas”, “déspotas”, “rateros”, “deshonestos”, “simulados”, “ladinos”, “sabiondos”, “corruptos”. Ha atacado, hasta la fecha, más de tres mil veces a periodistas, medios de información y periódicos nacionales y extranjeros. Y después dice que él está a favor del “amor y paz” pero en sus palabras no los refleja. Su popularidad llegó a alcanzar el 80% de la población. Creo que hubiese sido más sencillo convencer a un 20% restante de sus buenas intenciones y sus benéficas decisiones políticas que provocar el desencanto. El Financiero da la puntuación más baja en encuestas recientes: el 56%. Debemos reconocer que es todavía muy alta.
Pero además sus colaboradores –lacayos todosle siguen el juego y repiten sin parar las ofensas a quienes no piensan como ellos. Tenemos el derecho, como ciudadanos, a hacerlo. La crítica es necesaria. Tanto para el gobierno y para los ciudadanos. La crítica es constructiva, pero en esta administración se la considera como un ataque y de inmediato la descalifica.
Desde cualquier trinchera, ciudadana o de gobierno, debemos fomentar la paz. Esta es una condición necesaria para el desarrollo de la sociedad. Asimismo, nos da confianza que podamos decirle sus cuatro verdades a quienes nos gobiernan: presidente, gobernadores, alcaldes, diputados, senadores.
Recordemos que la paz no es solo la ausencia de conflictos; es el aceptar las diferencias ideológicas y políticas. Tratar con respeto a quienes no piensan como nosotros. Es el escuchar, con respeto, voces disidentes. Argumentar sólidamente nuestras creencias y no desecharlas a priori. La paz trae como consecuencia una sociedad libre, justa, abierta para convivir de manera pacífica y unida.
Efectivamente el presidente también es el más atacado, pero se lo ha ganado a pulso. Por ello le pido al habitante de Palacio, deje de fomentar el enfrentamiento entre los ciudadanos. El encono, el rencor, el odio, debe dejarse atrás. Así son las democracias, donde todos tengamos el derecho a expresar nuestro sentir.
Estamos cada día más cerca de las elecciones. Ojalá –y acúsenme de soñador- los resultados sean respetados tanto por quien gane como por quien pierda. Y que como sociedad maduremos. Cambiemos el “ódiame más” por el “ámame más” y “respétame más”.
Mi álter ego recomienda que nuestro sufragio sea ejercido de manera tal que permita el buen funcionamiento del gobierno. Repasemos nuestra historia, no le demos todo el poder a un partido menos aún a una sola persona.