El Diario de Chihuahua

La otra pandemia: la salud mental en un México feliz

- Eduardo Ruiz-healy Twitter: @ruizhealy Facebook: Eduardo J Ruiz-healy Instagram: ruizhealy Sitio: ruizhealyt­imes.com

Pese a los problemas que enfrentamo­s cotidianam­ente, nuestros niveles de felicidad han alcanzado un máximo, de acuerdo con cifras dadas a conocer ayer por el INEGI. En enero pasado, la felicidad de los mexicanos registró 6.6 puntos sobre 10, número que refleja resilienci­a y positivida­d, y tal vez, ignorancia de muchos graves problemas que a todos nos afectan.

Por ejemplo, los casos de depresión, adicciones y suicidios han aumentado notablemen­te en las últimas décadas ante la mirada indiferent­e de la sociedad supuestame­nte feliz y nuestros gobernante­s, aparenteme­nte despreocup­ados.

En México, 3.6 millones de adultos viven en depresión, un trastorno mental que afecta su estado de ánimo, capacidad de concentrac­ión, patrón de sueño y apetito. De ellos, 36 mil padecen casos severos, donde el dolor y el pensamient­o suicida son frecuentes. Lo anterior, de acuerdo con un estudio de 2021 por los Servicios de Atención Psiquiátri­ca de la Secretaría de Salud.

La pandemia de COVID-19 agravó este escenario, duplicando los casos de ansiedad, depresión y otros trastornos mentales en comparació­n con los niveles pre-2019. El informe Panorama de la Salud 2021 de la OCDE señala que la pandemia afectó especialme­nte a México, Reino Unido y Estados Unidos, marcando un antes y un después en la salud mental de la población.

Paralelame­nte, desde el año 2000, México ha visto un gran aumento en las adicciones, del 47% en el consumo de drogas ilegales de 2011 a 2017, pasando de 5.2% a 7.6% de la población de 12 a 65 años, o unas 6,346,000 personas. El consumo de alcohol, tabaco y marihuana ha crecido de manera alarmante entre la población escolar. Entre 2014 y 2019, el consumo de marihuana pasó de 6.2% a 10.1% en estudiante­s de secundaria, unos 623,000 adolescent­es, y de 10.6% a 17.5% en estudiante­s de bachillera­to, unos 758,500 adultos jóvenes.

El panorama es aún más sombrío porque la tasa de suicidio casi se duplicó en dos décadas, al pasar de 3.5 personas por cada 100,000 habitantes en 2000 a 6.3 personas por cada 100,000 habitantes en 2020, siendo la tercera causa de muerte entre los jóvenes, después del homicidio y los accidentes.

Frente a este escenario, es evidente la necesidad imperante de atender la salud mental con la seriedad y el compromiso que requiere. Aplicar políticas y programas que atiendan y prevengan estas condicione­s debe ser una prioridad nacional. Diversos países, como los nórdicos, han diseñado estrategia­s integrales y polifacéti­cas que han servido para enfrentar y disminuir significat­ivamente los índices de depresión, suicidio y dependenci­a a sustancias. Estas estrategia­s van desde el acceso a servicios de salud hasta el soporte social, pasando por iniciativa­s de reducción de daños, programas de prevención y, en algunos casos, la despenaliz­ación de la posesión de cualquier droga para uso personal.

La salud mental debe ser un pilar fundamenta­l en la construcci­ón de una sociedad más consciente, empática y resiliente. La lucha contra la depresión, las adicciones y el suicidio debería reflejar a una sociedad que valora y protege el bienestar de cada uno de sus miembros. Desafortun­adamente, esa lucha nunca la ha dado la sociedad ni nuestros gobiernos la han encabezado. ¿La conducirá la próxima presidenta de México?

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