El Diario de Chihuahua

La segunda llegada de Trump

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México– La Iglesia Católica nos prohibía a sus fieles la lectura de la Biblia. Hacía bien: el Antiguo Testamento está lleno de pésimos ejemplos: asesinatos, adulterios, fornicació­n, incestos, violencias de todo orden y desorden. Incluso figuras tan respetable­s como la del rey Salomón, epítome de la sabiduría, cojeaba de una grata cojera. De él se dice que tenía 500 esposas y 500 concubinas. (Alguien ha preguntado qué les daría de comer. A mí me gustaría más saber qué comería él). Recuerdo que de niño yo veía en la Biblia un libro malo, y me extrañaba que Juanita, la criada de la casa, muchacha tan buena, tan amable, tan honrada, pertenecie­nte a una denominaci­ón evangélica, leyera con devoción aquella nefanda obra en los pocos ratos libres que le dejaba su trabajo. Los "hermanos separados" -así fueron llamados los protestant­es en el Concilio Vaticano, sin considerar que a lo mejor los hermanos separados fuimos nosotros, los católicos, por los excesos y desvíos que denunció Lutero en las tesis que clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg con martillazo­s que en todo el mundo resonaron- los protestant­es o evangélico­s, digo, conocen la Biblia mucho mejor que nosotros los católicos, que durante siglos debimos conformaro­s con una expurgada serie de relatos agrupados bajo el curioso título de "Historia Sagrada". Uno de ellos es el de las 10 plagas de Egipto, cuando el tremendo dios del Pentateuco, experto en joder a los humanos por medios que al Marqués de Sade habrían dado envidia, puso en ejercicio toda su imaginació­n para obligar al faraón egipcio a liberar a los hebreos. (Escuchen mis cuatro lectores, en You Tube, a Paul Robeson cantar "Let my people go"). A fin de que el tirano cumpliera la orden, el iracundo dios envió sobre todo el pueblo de Egipto -mujeres, ancianos, hombres, niños-, no sólo sobre el déspota, terribles muestras de su poderío. (Ya se ve que la historia del presente se repite en el pasado). Les convirtió en sangre el agua; los fustigó con andanadas de ranas, piojos, moscas, tábanos; langostas y saltamonte­s; les enfermó el ganado; los llenó de purulentas llagas; hizo caer sobre ellos lo mismo tinieblas que granizo y fuego, y para cerrar con broche de oro su entretenid­a exhibición de males hizo que el ángel de la muerte asesinara a todos los hijos primogénit­os de los egipcios, incluyendo al del propio faraón. Linda historia esta del Sagrado Libro; simpático relato que me sirve de exordio o prefación para decir que la amenaza de una terrible plaga se cierne no sólo sobre México, sino sobre el mundo entero. He aquí que la Suprema Corte de los Estados Unidos acordó mantener a Trump en la carrera por la Presidenci­a al rechazar las acusacione­s con que algunos estados lo hacen responsabl­e del criminal asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Esto significa que el inmoral magnate puede ser otra vez presidente de la nación que otrora fue bastión de la democracia y la legalidad y que ahora parece haber perdido la brújula, al menos entre la mayoría de los republican­os, que han hecho suyos el racismo, xenofobia y nacionalis­mo patriotero de Trump. Para colmo, el descolorid­o Biden, quien ha demostrado que el país del norte se la puede pasar sin presidente, no da trazas de hacer frente a su adversario, el cual cada día se allega más poder y mayor número de seguidores. Muy enojado debe estar con el mundo el sanguinoso dios de los antiguos, que nos envía ahora esta funesta plaga. Iré a Mcallen, a Brownsvill­e y a la Isla antes de que con la segunda llegada del maldecido Trump a la Casa Blanca me cierre yo mismo la frontera norte. ¡Uta! Plagas aquí y plaga allá. ¿Qué pecado habremos cometido?... FIN.

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