Comienzan las campañas: no a la reelección
Ciudad de México.- Ya dio inicio una intensa temporada electoral, enmarcada por la presentación de diversas propuestas políticas. A lo largo de los próximos meses se utilizarán todos los mecanismos, tanto pedagógicos, como retóricos para aclarar y explicar cada una de las propuestas. Sin embargo, a efecto de proponer una lectura sabatina, destaco la propuesta de regresar al paradigma de la no reelección.
Esta premisa se encuentra arraigada en la historia política de México, basta recordar el lema "Sufragio efectivo, no reelección", que ha permanecido desde la Revolución hasta la actualidad. Con su génesis en la campaña de Francisco I. Madero en 1910, esta frase se convirtió en la iconografía de soberanía y en el tenaz reclamo de respeto al voto y voluntad popular en las elecciones.
La prohibición de la reelección fue constitucionalizada el 29 de abril de 1933 en su artículo 83, dicha premisa recibió la redacción que mantiene hasta hoy con excepciones a determinados cargos de elección popular, sin embargo, la propuesta de reforma se ha convertido en inicio de una discusión democrática, ya que refleja el compromiso histórico de México con la renovación política y la prevención del poder imperecedero. Dicha propuesta, como lo mencioné, ha captado -hasta el momento- mi atención y promete ser un punto de inflexión en el panorama político del país.
La promesa de prescindir de todo mecanismo de reelección para los integrantes del Congreso de la Unión, Congresos Estatales y Presidentes Municipales destaca no sólo por su audacia, sino por su profunda resonancia con los valores democráticos y el legado de la lucha revolucionaria. Al argumentar que la reelección no se funda con los principios democráticos exaltados en la Revolución Mexicana, la propuesta demanda evitar la prolongación en el poder y promover una renovación política que es esencial para el futuro de nuestra democracia.
Es importante recordar que, con su introducción en 2014, la figura de la reelección pretendía no sólo enriquecer la experiencia en gobiernos municipales o el debate parlamentario, sino también crear procesos legislativos más eficientes, asegurar una mayor presencia de los legisladores en sus distritos electorales o mayor compromiso en los ediles. Sin duda, se pretendía, elevar el nivel del sistema regulatorio y construir leyes más eficientes, mejores administraciones municipales, entre otros beneficios. Sin embargo, la realidad observada en la última década ha sido completamente distinta.
En particular, respecto a que las personas legisladoras se mantengan en sus curules no ha traducido en una competencia acérrima o en una responsabilidad incrementada hacia quienes representan. Por el contrario, la reelección se ha convertido en un método para perpetuar conductas de autocomplacencia y autoprotección, afectando categóricamente la agilidad legislativa y la introducción de innovaciones en el proceso de formular leyes. Este escenario, por sí mismo, bosqueja incógnitas sobre la utilidad de la reelección como medio para engrandecer la calidad democrática en nuestro país.
La inmovilidad en el proceso legislativo, un resultado directo de la reelección se traduce en una falta de conexión evidente entre los representantes y aquellos a quienes deberían servir. La expectativa de un desempeño legislativo más eficaz y profesional ha quedado opacada ante la realidad de un Congreso dominado por intereses individuales o de partido, en lugar del interés común. Lejos de esforzarse por entender y atender las necesidades de sus electores, la seguridad que brinda la reelección ha propiciado un ambiente de confort donde tanto la innovación como el compromiso resultan ahogados.
La pauta de autocomplacencia no solo perjudica la integridad del sistema democrático mexicano, sino que disminuye la confianza del público en sus instituciones, fomentando la procacidad e indolencia entre la población. Así, se hace inaplazable reconsiderar el sistema de reelección, con el objetivo de descaecer la democracia y reconectar a los legisladores con las verdaderas necesidades y esperanzas de la ciudadanía a la que deben su cargo. Las lecciones aprendidas subrayan la importancia de impulsar un cambio que priorice la renovación, la responsabilidad y la energía en la labor legislativa, características cruciales para afrontar los desafíos contemporáneos.
La propuesta de reforma nos estimula a reflexionar sobre la necesidad de renovación y diversidad en los Congresos (Federal y Estatal) y presidencias municipales, así como diseña cuestiones fundamentales sobre cómo podemos prevenir la concentración de poder y garantizar un servicio público que siga siendo una responsabilidad temporal, dedicada al bienestar colectivo.
Es dable insistir, al buscar eliminar la reelección, pretende fortalecer la democracia, evocando los ideales revolucionarios que buscaban impedir cualquier forma de autoritarismo.
En definitiva, la discusión de la reforma ofrece una inestimable oportunidad para debatir y reflexionar sobre los principios que guían la política y la democracia en México. Más allá de las posiciones ideológicas, lo trascendental es garantizar que cualquier reforma adoptada encuentre su fundamento en el interés público y contribuya a una democracia participativa y representativa. La historia ha demostrado que la renovación y la adaptación son esenciales para el progreso, y en ese espíritu, la propuesta nos invitaría a contemplar un futuro político mexicano fundamentado en la exaltación del principio de representatividad.
La prohibición de la reelección fue constitucionalizada el 29 de abril de 1933 en su artículo 83, dicha premisa recibió la redacción que mantiene hasta hoy con excepciones a determinados cargos de elección popular"