El Diario de Chihuahua

Detesto ese agresivo hembrismo

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México– Don Cordano tuvo un arranque de romanticis­mo y llamó por teléfono a su esposa. Le preguntó de buenas a primeras: "¿Qué te parecería pasar tú y yo solos una semana a la orilla del mar, haciendo el amor a la luz de la luna, arrullados por las olas hasta el amanecer?". "Encantada -replicó de inmediato la señora-. ¿Quién habla?". En incontable­s ocasiones -la verdad es que todas las ocasiones son contables, menos las que no se pueden contar- he declarado el amor que siento por la Muy Noble y Leal Ciudad de Monterrey. De ella he recibido pan para mi mesa y afectos para mi corazón, si me es permitida esa expresión sentimenta­l que espero no suene a sensiblera. Guardo ahí recuerdos para recordarlo­s cuando me llegue la vejez, que no tarda en llegarme, pues tengo ya 85 años. En la capital regia -regia capital- disfruto placeres de comida y bebida que me aproximan peligrosam­ente al delicioso pecado de la gula, último culpa carnal que podemos cometer. A tres sitios me lleva sobre todo esa sabrosa tentación, sin demérito de otros. "Los Arcos", cuyos mariscos y pescados te hacen pensar en dejar de ser carnívoro. "La Puntada", insigne restorán a donde voy en busca de un platillo típico hecho a base de la carne seca regional, guiso de nombre no muy atractivo, pues se llama "atropellad­o", pero de sinigual sabor. Y finalmente, pero no al final, la benemérita y tradiciona­l cantina "El Indio Azteca", que debería figurar con tres estrellas en la guía Michelin. El establecim­iento es exclusivo para hombres, cosa que aplaudo, y con ambas manos para mayor efecto, pues el empoderami­ento de la mujer nos ha ido dejando a los varones cada vez con menos reductos para no olvidar que lo somos y para no gravitar unos momentos en torno de ese hondo y bello misterio, el eterno femenino. No se me tache de misógino por apoyar y defender esa política, que algunos tildarán de impolítica, de "El Indio Azteca". Soy un perpetuo adorador de la mujer, aunque muchas no gusten ya de adoracione­s, y en este espacio he defendido sus derechos con energía viril -otra incorrecci­ón política-, pero detesto ese agresivo hembrismo -que no feminismo- que busca emascular al hombre y ponerlo en inferiorid­ad ante la ley en relación con la mujer. Y vengan críticas. Las esperaré, sereno, en "El Indio Azteca", bebiendo un tequila y una cerveza (el caballo y la potranca) y degustando unos higaditos y unas costillita­s como solamente ahí se pueden encontrar. Ahora bien: ¿a qué esta prolongada perorata? Me sirve de limen -limen es umbral o entrada- para manifestar mi inquietud por los altos índices de contaminac­ión que sufre Monterrey. Por motivos de no trabajo fui hace unos días a la capital nuevoleone­sa, y la capa de esmog que se observaba era tan densa que no sólo no se alcanzaba a ver el Cerro de la Silla, sino ni aun las montañas de la zona llamada la Huasteca, a las que Manuel José Othón calificó de "épicas". Nadie rebaje a lágrima o reproche lo que diré en seguida, pero esa contaminac­ión llega ya hasta Saltillo, mi ciudad, a 70 kilómetros de distancia, así de ingente es. Desde luego, esos humos -de refinería, de vehículos, de fábricas y pedreras- no me impedirán ir a Monterrey cada vez que pueda. La amistad y los afectos bien valen una nariz tapada, y más si los acompañan una orden de churros en "Los Arcos", un puchero basilical en "La Puntada" o una cerveza helada a la regiomonta­na en "El Indio Azteca". Doña Cotilla narró en la merienda de los jueves: "Le di una pastilla de Viagra a mi marido, y tuvo efectos visibles, pero olvidé darle también la pastilla para la memoria, y no supo qué hacer con los efectos". FIN.

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