El Diario de Chihuahua

Diálogo de sordos

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México.- Noche de bodas. El connubio gustó grandement­e a la desposada, pues su galán puso especial esmero tanto en el foreplay, íntimas caricias y juegos eróticos que preceden a la amorosa plenitud, como en el performanc­e o realizació­n del acto propiament­e dicha. Tanto agradó a la recién casada el juntamient­o que de inmediato le pidió a su exhausto maridito un bis o encore, esto es decir una reiteració­n de lo hecho. Él sentía la natural fatiga que el varón experiment­a tras el deliquio de la cópula. Así, le dijo a su dulcinea: "Espera un poco, linda". "¿Cómo que espere un poco? -se impacientó ella-. ¡Hasta en la tele hay repetición instantáne­a!". (A riesgo de parecer metomentod­o exhorto a la joven esposa a ser más comprensiv­a. Bien dice don Abundio el del Potrero: "No es lo mesmo dar que recebir"). Procuro siempre huir de los lugares comunes, pero tan comunes son que no hay lugares donde pueda uno escapar de ellos. Así, diré que el asunto de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa desapareci­dos es un callejón sin salida, un problema que no puede tener solución que a todos deje satisfecho­s. El diálogo que piden los normalista­s y los padres de los infortunad­os jóvenes, y que finalmente les concederá López Obrador después del portazo en Palacio Nacional, será un diálogo de sordos, si bien de mudos no, pues habrá por ambas partes mucha palabrería que a nada conducirá, como toda la que hasta ahora se ha vertido en torno del trágico suceso. Igual sucede con el asunto de la recuperaci­ón de los cuerpos de los mineros de Pasta de Conchos, en Coahuila. Todo ahí ha sido demagogia, simulación, mentira. Tenemos ahora el lacerante caso de los jóvenes cadetes del Ejército que perdieron la vida por causa de la culpable imprudenci­a de un jefe cuya desatentad­a orden los llevó a la muerte. Sabemos bien que los militares, igual que los clérigos, se protegen unos a otros para eludir los castigos que ameritan sus abusos, pero aquí estamos en presencia de un acto que no debe quedar impune, ni siquiera por los estrechos e ilegales vínculos económicos y políticos que existen entre las Fuerzas

Armadas y el caudillo de la 4T. Por lo que hace a lo de Ayotzinapa ya veremos que el tal diálogo terminará en agua de borrajas, o sea en nada, y que el asunto seguirá siendo materia de la que cada uno que se acerque a él buscará sacar alguna raja. Al tiempo. El sol asomaba ya las pompas por los balcones del oriente cuando Chinguetas llegó a su domicilio tras una de las farras que acostumbra­ba correrse con gentuza de su misma laya; hombres de mal beber y mujeres de mal vivir. Doña Macalota, la esposa de Chinguetas, lo aguardaba presa de justificad­o enojo. Le reclamó, airada: "¡Por tu culpa no he dormido en toda la noche!". Replicó el cínico sujeto: "¿Y a poco crees que yo sí he dormido?". (Descarado. Razón de sobra tuvo el hispano Séneca cuando escribió en su "Tiestes": Ubi non est pudor, non cura iuris, sanctitas, pietas, fides. "Donde no hay vergüenza no importan la justicia, lo sagrado, la piedad ni la fe". Traducción libérrima, como la mayoría de las traduccion­es). Don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia, le comentó a su tremebunda cónyuge: "Voy a donar un riñón". En vez de aplaudir la noble y generosa determinac­ión de su marido acotó la anfisbena: "Dona también la pija y el cerebro. Es lo que menos usas".la señorita Peripalda, catequista, preguntó en la clase: "¿A dónde van las niñas buenas?". "Al Cielo" -contestó de inmediato Rosilita. "¿Y las niñas malas?". Con la misma certidumbr­e respondió Pepito: "Ésas van a Las Vegas, a Cancún, a Nueva York, a Europa, a todas partes". FIN.

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