El Diario de Chihuahua

‘DIOS ENVIÓ A SU HIJO PARA LA SALVACIÓN’

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El arzobispo católico Constancio Miranda Weckmann sostuvo durante la homilía dominical que el amor de dios por todos no sólo se manifestó en las palabras, sino en las obras.

Al oficiar la misa en la Catedral capitalina, expresó que Dios envió a su hijo para la salvación de todos: “ninguna prueba de la caridad divina hay tan patente que la segunda persona, el hijo de la santísima trinidad, Cristo se hiciera criatura, del cielo a la tierra, que nuestro señor se hiciera un hermano nuestro, de nuestra condición”.

Explicó a los católicos que lo escuchaban de manera presencial y por redes sociales, que Cristo nació de una mujer, de la Santísima Virgen.

Por eso, los cristianos “estamos llamados a vivir alegres porque la esencia de nuestra vida está en el hecho de que dios nos ha amado en un amor individual, a cada uno de nosotros nos conoce por nuestro nombre, sabe quiénes somos, así nos ha amado el Señor, particular­mente a cada uno de nosotros”.

Agregó que Jesús no ha dejado de amarnos ni nos abandona, no se olvida de sus hijos, aun ni en los momentos de pecado el Señor nos abandona. “Yo no he venido a condenarlo­s”, expresó el arzobispo al parafrasea­r a Jesús, y esa –comenta- es la causa de nuestra alegría”.

Antes, se dio lectura al Santo Evangelio según San Juan, Jn 3, 14-21, en el cual se establece que “en aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.

“Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios”, indica.

“La causa de la condenació­n –dice el Evangelio- es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefiriero­n las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran.

En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’.

El amor se manifestó no sólo en palabras, sino en obras: arzobispo Constancio Miranda

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