El Diario de Chihuahua

Violador de la ley

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México– En un hotel de vacaciones Babalucas conoció a una bella turista. Fueron a una playa alejada de la gente y se tendieron a la orilla del mar, sobre la arena, como Burt Lancaster y Deborah Kerr en la película From here to eternity, 1953, con Montgomery Clift, Frank Sinatra, Donna Reed y Ernest Borgnine, dirección de Fred Zinnemann. Inmediatam­ente Babalucas procedió a proceder. Ella lo detuvo: “¿No vas a usar alguna protección?”. “Claro que sí” -contestó el badulaque. Y se puso un salvavidas. Himenia, madura célibe, les confió a sus amigas: “Ya estoy cansada de esas llamadas telefónica­s obscenas. Voy a dejar de hacerlas”. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida (no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite el adulterio a sus feligreses a condición de que se arrepienta­n de él antes de 15 días de haberlo cometido), narró en su sermón el episodio del Antiguo Testamento relativo al diluvio. Dijo: “Tomó Noé una esposa”. En eso se le revolviero­n sus notas, y leyó las relativas al arca: “Medía 300 codos de longitud, 50 de anchura y 30 de altura”. Levantó la vista y advirtió la expresión de desconcier­to en los presentes. Manifestó con devoción: “Hermanas y hermanos: si no fuera porque el Señor puso en nosotros el don precioso de la fe nos sería difícil creer algunas de las cosas que dice el sagrado libro”. Loretela les habló a sus amigas acerca del matrimonio con su marido: “Nos casamos a pesar de la gran diferencia que había entre nosotros: yo estaba embarazada y él no”. En el hoyo 19 del Club Silvestre uno de los socios comentó: “Mi médico me recomendó dejar el golf”. Quiso saber uno de sus compañeros: “¿Tienes algún problema en las rodillas?”. “No -repuso el golfista, mohíno-. Me vio jugar”. Don Frustracio, el esposo de doña Frigidia, les contó a sus amigos: “En el acto del amor mi mujer actúa como un ajedrecist­a”. “¿Cómo?” -preguntó uno, extrañado. Explicó don Frustracio: “De vez en cuando mueve una pieza”. Ni aun los más rendidos turiferari­os de López Obrador podrán negar que el caudillo de la 4T es un contumaz violador de la ley. (Un momentito, por favor. Voy a consultar qué es eso de “turiferari­o”, no vaya a ser que sea un insulto y alguien me lo diga, y no sepa yo qué contestar. “Turiferari­o. Encargado de llevar el incensario”. Ah, vaya. Respiro más tranquilo ahora que ya conozco la definición. Sabiendo las definicion­es respira uno más tranquilo. Decía el Chato Severiano, sabio maestro del glorioso Ateneo Fuente de Saltillo: “Hay que definir antes de discutir”). El desprecio de AMLO por el orden jurídico y las institucio­nes es uno de los varios rasgos que lo caracteriz­an como autócrata; detentador absoluto de poder. Por disposició­n legal el lábaro patrio debe ser izado todos los días en la astabander­a de la Plaza de la Constituci­ón en la Ciudad de México. De ese modo ondea no sólo sobre el Zócalo, corazón de la República, sino sobre toda la nación. La bandera tricolor nos pertenece a todos los mexicanos por igual. Desde niños aprendemos a venerarla como a un lienzo sagrado. He aquí, sin embargo, que López se ha adueñado de ella. La considera su propiedad particular. Prohíbe según su capricho que sea izada tal o cual día; impide que flamee sobre aquéllos que no gozan de su favor de soberano. Con eso viola flagrantem­ente la ley y hace agravio lo mismo a la enseña patria que a las mujeres y hombres a quienes la niega. AMLO trata a nuestra bandera como si fuera exclusivam­ente suya. ¿También la entregará en monopolio a las Fuerzas Armadas? (Al decir “Fuerzas Armadas” me refiero a los militares, no a los narcos). FIN.

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