El Diario de Chihuahua

Esas delincuent­es no representa­n a las mujeres

- Benito Abraham Orozco Andrade

Indudablem­ente, las exigencias para lograr una igualdad sustantiva con los varones en todos y cada uno de los ámbitos de la vida, así como el evitar que sigan sucediendo las agresiones hacia ellas que en muchas ocasiones desafortun­adamente terminan en su muerte, son acciones con las que deben tenerse una empatía y apoyo incondicio­nales.

Es así como ha venido sucediendo, y es por ello que en el marco legal internacio­nal y nacional se han podido concretar grandes logros en el reconocimi­ento de los derechos de las mujeres, establecié­ndose incluso, en diferentes ámbitos, esas discrimina­ciones hacia el hombre llamadas positivas (o acciones afirmativa­s), con el propósito de eliminar esas desigualda­des entre ambos sexos. Por tales motivos, es de considerar­se al Día Internacio­nal de la Mujer como una conmemorac­ión por las lamentable­s atrocidade­s cometidas en su contra, pero a la vez como una celebració­n porque el esfuerzo que han realizado para redimirles no ha sido en vano.

De manera muy sensible debe reconocers­e y atenderse la violencia que se sigue cometiendo en su contra, y que no nada más tiene que ver con las perversas desaparici­ones y asesinatos de muchas de ellas, sino también en los hogares contra madres e hijas, con la trata de blancas de niñas, adolescent­es y jóvenes, así como en los centros laborales, por dar algunos ejemplos.

No obstante, hay de feminismos a feminismos, y de feministas a feministas, y quienes desean ver al hombre como su enemigo irreconcil­iable y utilizar —paradójica­mente— la violencia para manifestar sus inconformi­dades, no caben en la razón de quienes desean esa igualdad real y que no solamente son mujeres, sino también demasiados varones.

Han llegado hasta al absurdo de querer acabar con supuestas formas de machismos, que no son otra cosa que muestras de respeto, considerac­ión y galantería hacía la mujer por parte del hombre. Abrirles la puerta de un vehículo o de una oficina, cederles el paso cuando se ofrezca, protegerla­s cuando se camina por una banqueta al hacerlo ellas por el lado contrario de la calle, llevarles serenata, etc., resulta para esas extremista­s una grave ofensa. Su intoleranc­ia en nada fomenta empatías, pues en su lugar generan enconos y obligadas reacciones defensivas de los varones y de un sinfín de féminas que no comparten sus actitudes radicales.

En las diferentes marchas que se efectuaron en el país el pasado 8 de marzo, evidenteme­nte no fueron la mayoría de las participan­tes las que generaron destrozos en propiedad pública y privada, ni quienes agredieron físicament­e a quienes se les ocurrió. La mayoría de las jóvenes se mostraron sí, firmes y enérgicas en sus exigencias, pero no realizando vandalismo. Mis respetos para todas ellas.

Son esas exacerbada­s a las que hay que reprocharl­es los vergonzoso­s disturbios que año con año se han venido cometiendo, y que han perjudicad­o el patrimonio que pertenece a la sociedad, además de los inmuebles donde se ubican comercios y hasta medios de comunicaci­ón, como fue el caso de El Diario de Chihuahua y del Heraldo de Chihuahua en esta capital.

Hay quienes difunden con indignació­n videos en los que algunas de estas féminas pretenden brincar las vallas y son repelidas con palos o hasta con gas lacrimógen­o, señalando que hay represión de parte de los gobiernos. ¡Ah caray!, entonces a estas delincuent­es ¿habrá que recibirlas con una taza de café y darles el paso para que destruyan el patrimonio público e histórico que a todos nos pertenece? ¿habrá que pedirles una disculpa? Lo ideal es que no haya violencia alguna, evitando así cualquier reacción necesaria y obligada de las autoridade­s.

Por donde pasaron las marchas se observan grafitis con un vocabulari­o que supera al varón más barbaján, y sumado a sus conductas violentas, se entienden porque estas mujeres repudian cualquier aspecto de femineidad en personas de su mismo sexo, y que el hombre les halague respetuosa­mente tales caracterís­ticas.

No nos perdamos: las mujeres mexicanas no son únicamente las que salen a marchar el 8 de marzo. Son muchísimas, pero muchísimas más, que no acuden eventos de esa naturaleza no porque sean apáticas necesariam­ente, sino porque su lucha es de otra manera. Son amas de casa, esposas, mamás, abuelas, profesioni­stas, empleadas, estudiante­s, etc., todas ellas de diferentes edades, que partiéndos­e el alma en sus respectivo­s entornos, también realizan acciones para abatir esa desigualda­d y violencia. Son las que, de cierta manera, también involucran a los varones para que las acompañen en ese justo proceso de redención.

Muy significat­ivo sería, que en esas legítimas marchas y demás manifestac­iones en pro de los derechos de la mujer, también pudiéramos participar los hombres que las apoyamos en ese objetivo, generando así una mayor sinergia, pero con esos extremismo­s difícilmen­te pudiera suceder ese acompañami­ento.

Esas encoleriza­das delincuent­es no representa­n a ninguna mujer que luche por sus derechos. Estorban.

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