Esas delincuentes no representan a las mujeres
Indudablemente, las exigencias para lograr una igualdad sustantiva con los varones en todos y cada uno de los ámbitos de la vida, así como el evitar que sigan sucediendo las agresiones hacia ellas que en muchas ocasiones desafortunadamente terminan en su muerte, son acciones con las que deben tenerse una empatía y apoyo incondicionales.
Es así como ha venido sucediendo, y es por ello que en el marco legal internacional y nacional se han podido concretar grandes logros en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, estableciéndose incluso, en diferentes ámbitos, esas discriminaciones hacia el hombre llamadas positivas (o acciones afirmativas), con el propósito de eliminar esas desigualdades entre ambos sexos. Por tales motivos, es de considerarse al Día Internacional de la Mujer como una conmemoración por las lamentables atrocidades cometidas en su contra, pero a la vez como una celebración porque el esfuerzo que han realizado para redimirles no ha sido en vano.
De manera muy sensible debe reconocerse y atenderse la violencia que se sigue cometiendo en su contra, y que no nada más tiene que ver con las perversas desapariciones y asesinatos de muchas de ellas, sino también en los hogares contra madres e hijas, con la trata de blancas de niñas, adolescentes y jóvenes, así como en los centros laborales, por dar algunos ejemplos.
No obstante, hay de feminismos a feminismos, y de feministas a feministas, y quienes desean ver al hombre como su enemigo irreconciliable y utilizar —paradójicamente— la violencia para manifestar sus inconformidades, no caben en la razón de quienes desean esa igualdad real y que no solamente son mujeres, sino también demasiados varones.
Han llegado hasta al absurdo de querer acabar con supuestas formas de machismos, que no son otra cosa que muestras de respeto, consideración y galantería hacía la mujer por parte del hombre. Abrirles la puerta de un vehículo o de una oficina, cederles el paso cuando se ofrezca, protegerlas cuando se camina por una banqueta al hacerlo ellas por el lado contrario de la calle, llevarles serenata, etc., resulta para esas extremistas una grave ofensa. Su intolerancia en nada fomenta empatías, pues en su lugar generan enconos y obligadas reacciones defensivas de los varones y de un sinfín de féminas que no comparten sus actitudes radicales.
En las diferentes marchas que se efectuaron en el país el pasado 8 de marzo, evidentemente no fueron la mayoría de las participantes las que generaron destrozos en propiedad pública y privada, ni quienes agredieron físicamente a quienes se les ocurrió. La mayoría de las jóvenes se mostraron sí, firmes y enérgicas en sus exigencias, pero no realizando vandalismo. Mis respetos para todas ellas.
Son esas exacerbadas a las que hay que reprocharles los vergonzosos disturbios que año con año se han venido cometiendo, y que han perjudicado el patrimonio que pertenece a la sociedad, además de los inmuebles donde se ubican comercios y hasta medios de comunicación, como fue el caso de El Diario de Chihuahua y del Heraldo de Chihuahua en esta capital.
Hay quienes difunden con indignación videos en los que algunas de estas féminas pretenden brincar las vallas y son repelidas con palos o hasta con gas lacrimógeno, señalando que hay represión de parte de los gobiernos. ¡Ah caray!, entonces a estas delincuentes ¿habrá que recibirlas con una taza de café y darles el paso para que destruyan el patrimonio público e histórico que a todos nos pertenece? ¿habrá que pedirles una disculpa? Lo ideal es que no haya violencia alguna, evitando así cualquier reacción necesaria y obligada de las autoridades.
Por donde pasaron las marchas se observan grafitis con un vocabulario que supera al varón más barbaján, y sumado a sus conductas violentas, se entienden porque estas mujeres repudian cualquier aspecto de femineidad en personas de su mismo sexo, y que el hombre les halague respetuosamente tales características.
No nos perdamos: las mujeres mexicanas no son únicamente las que salen a marchar el 8 de marzo. Son muchísimas, pero muchísimas más, que no acuden eventos de esa naturaleza no porque sean apáticas necesariamente, sino porque su lucha es de otra manera. Son amas de casa, esposas, mamás, abuelas, profesionistas, empleadas, estudiantes, etc., todas ellas de diferentes edades, que partiéndose el alma en sus respectivos entornos, también realizan acciones para abatir esa desigualdad y violencia. Son las que, de cierta manera, también involucran a los varones para que las acompañen en ese justo proceso de redención.
Muy significativo sería, que en esas legítimas marchas y demás manifestaciones en pro de los derechos de la mujer, también pudiéramos participar los hombres que las apoyamos en ese objetivo, generando así una mayor sinergia, pero con esos extremismos difícilmente pudiera suceder ese acompañamiento.
Esas encolerizadas delincuentes no representan a ninguna mujer que luche por sus derechos. Estorban.