El Diario de Chihuahua

No admite otra cosa más que sus mentiras

- Armando Fuentes

Ciudad de México– El niñito le preguntó a su padre: "¿Eres como el avestruz, papá?". "No entiendo -se desconcert­ó el señor-. ¿Por qué me preguntas si soy como el avestruz?". Explicó el pequeño: "Porque oí a mi mamá decirle al vecino que no se preocupe, que tú te tragas todo". La eternidad, lo digo sin ánimo de ofenderla, es muy aburrida. A fin de disipar un poco el tedio el Señor y San Pedro entablaron una partidita de póquer. En la primera mano al apóstol de las llaves le tocó tercia de ases con reyes. El Señor mostró sus cartas: quintilla de ases. "Milagritos no, Señor -masculló con enojo San Pedro-. Estamos jugando por dinero". Beber con un buen bebedor es agradable, pero hacerlo con uno que tiene el vino malo es insufrible. Dicen que el vino saca lo bueno y lo malo de cada uno. En el caso de Etilano sacaba lo malo y lo peor. En aquella ocasión bebía con un amigo. Sin motivo alguno comenzó a insultarlo. "¡Eres un pendejo! -le espetó-. ¡Ni siquiera has de saber follar!"- "¡Ah! -exclamó el otro-. ¡Ya te vino tu esposa con el chisme!". Hay quienes buscan la verdad. Otros, en cambio, prefieren esconderse de ella. A esta última especie pertenece López Obrador. No admite otra cosa más que sus mentiras. De tres armas se vale para combatir a la verdad. La primera es desdeñarla, hacer como que no la ve ni la oye. La segunda consiste en esgrimir sus otros datos, inexistent­es unos, falsos los demás. Y la tercera es injuriar a quien dijo la verdad; tratar de desprestig­iarlo con toda suerte de adjetivos denostosos, entre los cuales los de "conservado­r", "neoliberal" o "ultraderec­hista" son los menos agraviante­s. Cayetana Álvarez de Toledo, diputada de España, tiene castizo nombre e ilustres apellidos. Doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo fue quizá la voluptuosa dama que posó para las dos Majas de Goya, la vestida y la desnuda, más provocativ­a e incitante la primera que la segunda. Con el derecho que le dan no su linaje y sus ancestros, sino su talento y su valía, la diputada dijo la verdad -las verdades- acerca de la errática política de AMLO en materia de seguridad, democracia y libertad. Eso desató las iras del caudillo y sus paniaguado­s -ellos y ellas-, que la abaldonaro­n, pero no la desmintier­on ni fueron capaces de rebatir sus dichos, pues todo lo que dijo era verdad. Ojalá doña Cayetana llegue a saber, tras su visita a México, que millones de mexicanos la aplaudimos. Yo lo hice con las dos manos, para mayor efecto, y desde aquí le envío las expresione­s de mi respeto y de mi admiración. Susiflor, muchacha pizpireta, invitó a su galán: "Te espero en mi casa hoy en la noche. Mis papás te caerán muy bien. No van a estar". El padre de Acnerito, muchacho adolescent­e, cometió el error de entrar en el cuarto de su hijo sin avisar y lo encontró practicand­o lo que el escrutor británico Anthony Burgess, el celebrado autor de A clockwork orange ("La naranja mecánica"), llamaba "the old five versus one". Le dijo con severidad: "Si sigues haciendo eso te vas a quedar ciego". Acnerito agitó los brazos. "¡Acá estoy, papá!". No más de 20 años tendría la joven esposa que dio a luz. Matrimonio muy desigual el suyo. Por extrañas circunstan­cias de la vida había desposado a un hombre mucho mayor que ella. Su marido era hombre de avanzada edad: se acercaba ya a la ochentena. El señor, orgulloso, llevó a un amigo a que conociera a la criatura. La madre le mostró el niño al visitante e hizo un comentario: "Tiene la misma nariz de su papá". Le sugirió el amigo al esposo: "Fíjate bien. A lo mejor con ese dato lo puedes localizar". FIN.

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