Jefatura femenina del hogar y vulnerabilidad
Conforme a las definiciones aplicadas en el sistema estadístico nacional (INEGI), hogar es una unidad formada por una o más personas que residen habitualmente en el mismo, usualmente equivalente a una familia, aunque no debe considerársele como sinónimo, pero es un modo de aproximarse a la medición de los arreglos residenciales de las personas.
Los hogares se pueden dividir en familiares y no familiares. Los hogares familiares se clasifican en nucleares, ampliados y compuestos. Dentro de los nucleares están los monoparentales y los biparentales. En todos ellos, al menos uno de los integrantes tiene parentesco con la jefa o con el jefe del hogar. Los hogares no familiares, en los cuales ninguno de los integrantes tiene parentesco con la jefa o el jefe del hogar, se clasifican en unipersonales y de corresidentes.
La jefatura del hogar es el vínculo que se coloca en el extremo superior de una relación jerárquica de mando-obediencia, reconocido como tal por los integrantes del hogar o por los residentes en la vivienda.
Los hogares con jefatura femenina difieren del modelo nuclear tradicional, en donde los dos cónyuges están presentes, ya que es la ausencia de la pareja lo que las orilla a asumir la dirección del hogar y a participar en mayor medida en el mercado laboral, en comparación con la población femenina que no tiene dicho cargo. Sus hogares suelen contar con menos miembros y coincidir con etapas de mujeres de edad media en adelante y con hijos adolescentes o jóvenes.
Las jefas de hogar tienden a enfrentar restricciones para conseguir empleos estables, bien remunerados y en puestos de alto reconocimiento social y económico, toda vez que el rol en el hogar las obliga a una carga desproporcionada de trabajo doméstico (no remunerado), combinado con limitaciones para desempeñar puestos con horarios fijos,, de ahí que no puedan optar por puestos con altas exigencias de escolaridad, amén de las restricciones de entrada al mercado laboral dada la división sexual del trabajo imperante, que las orienta hacia actividades, oficios y profesiones estereotipados como propias de las mujeres, y las excluye del ejercicio de otras (exclusión de género).
Cuando ocurre un suceso adverso (sismo, inundación, conflictos sociales, enfermedad catastrófica), la carga del trabajo doméstico y de cuidado se intensifica debido a que el daño y la pérdida total o parcial de la vivienda, producción o capacidad productiva, incapacidad de los integrantes del hogar, se generan las circunstancias en donde los insumos básicos del hogar ( ingreso monetario, el agua, la comida o combustibles) escasean, y las personas, especialmente las mujeres, quienes normalmente, son las encargadas principales del trabajo reproductivo (como son los cuidados de niños, adultos mayores o enfermos, la preparación de alimentos, el aseo, las tareas domésticas) tienen que invertir tiempo adicional para conseguir esos bienes escasos.
Por lo anterior, en la etapa resiliente o de respuesta, las mujeres tienen en general la necesidad de realizar más trabajo doméstico y de cuidado (en el caso de que haya personas dependientes en el hogar). Esta situación las afecta pues, por un lado, la sobrecarga de trabajo reproductivo limita su tiempo y su libertad de movimiento, ya sea para buscar apoyos, trabajo no doméstico y otras opciones fuera de la vivienda. Por otro lado, cotidianamente en el mercado laboral las mujeres se encuentran en desventaja de salario y prestaciones, situación que reduce la capacidad de respuesta de los hogares con jefatura femenina. En el caso de las jefaturas masculinas del hogar, los hombres tienen más posibilidades de asistir a sitios fuera del hogar, ya sea para buscar un trabajo complementario y poder así obtener ingresos extras con la finalidad de compensar las pérdidas o para gestionar apoyos públicos y privados.
Por lo que se refiere a las características sociodemográficas de los hogares con jefatura femenina, se han identificado diversas variables que incrementan la vulnerabilidad social, como son la edad y salud de las jefas, su preparación escolar, el tipo de hogar, así como la presencia de niños, de adultos mayores y personas con discapacidad o enfermos. Adicionalmente, se ha señalado que la combinación por edad y sexo aumentan la vulnerabilidad social. Esto es, los hogares con jefatura femenina y en edades avanzadas tienden a reportar mayor vulnerabilidad, debido a que ya no se considera a esas jefas como personas en edad productiva y, por lo tanto, tienen menos probabilidad de insertarse en el mercado laboral a causa de la discriminación por edad y género que sufren por parte de los empleadores.
Por otro lado, el tipo de hogar es relevante para determinar el grado de vulnerabilidad social, esto es, si se trata de hogares nucleares, monoparentales o biparentales, ampliados, compuestos o unipersonales, ya que ello puede incidir en los arreglos familiares, como en los modos de respuesta ante los sucesos adversos.
La estadística de jefatura femenina observada en el estado de Chihuahua señala que es un fenómeno creciente llegando a representar el 36% de los hogares de acuerdo con los datos del último Censo. Dado que los factores que determinan esta tendencia prevalecen, tales como las tasas de divorcio, separación de parejas informales o abandono del lazo hogareño por el varón, o la voluntad de formar hogares monoparentales por las mujeres. Abonan a este proceso, la capacidad alcanzada por algunas mujeres para obtener mejores remuneraciones al incorporarse al empleo formal permanente y calificado.
El peso de la participación en ciertas actividades económicas además del sesgo ocupacional por la división sexual de trabajo, con claras muestras de discriminación laboral por motivos de género, evidencian algunos de los impedimentos para desempeñar empleos que hemos señalado como limitaciones de las jefas de hogar. Dichas actividades se desarrollan en gran medida en el mercado de trabajo informal, a saber: Servicios sociales, Restaurantes y servicios de alojamiento, Servicios diversos, Comercio, Gobierno y organismos internacionales (ENOE).
La distribución mayoritaria de la ocupación laboral femenina explica parcialmente la disparidad salarial. En Chihuahua por cada cien pesos que perciben los hombres, las mujeres perciben $ 86.18 pesos. Es decir, 13.8 % menos. La brecha promedio nacional es de16% (IMCO con datos de la ENOE, 3er. Trimestre de 2023).
En los factores que determinan la vulnerabilidad de este amplio sector de las mujeres, los diseñadores de las políticas públicas encuentran un problema que deben atender para mejorar bienestar de los integrantes de sus hogares.